Karl Philipp Gottlieb Von Clausewitz nació el 1 de julio de 1780 en la ciudad de Burg, en el antiguo estado imperial alemán de Magdeburgo (actualmente Sajonia-Anhalt). Como prusiano fue súbdito de un estado fundamental en la historia de Alemania y Europa, potencia mundial y continental bajo el reinado de Federico I de Prusia (1701). Las ideas de la Gran Alemania y la Coalición Alemana del Norte, van fraguando desde el Sacro Imperio Romano Germánico de Carlomagno hasta la consecución del imperio alemán en 1871, gracias al impulso de Otto Von Bismark que lo hizo posible, como primer canciller, entre 1873 y 1890. En este último año, la población de Prusia era de 25 millones de personas. En 1910 era de 40 millones de personas.
Las guerras napoleónicas, desarrolladas entre 1803 y 1815, irrumpen en la vida de Clausewitz; particularmente cuando con 26 años participa en la defensa de Prusia de la invasión napoleónica de 1806, siendo testigo de la desintegración del ejército prusiano después de la batalla de Jena, lo que obligó a los prusianos a no participar de las mismas hasta 1816. Clausewitz fue hecho prisionero francés y recluido hasta 1808. Cuando en 1810 es nombrado tutor del que sería Federico Guillermo IV de Prusia, Clausewitz escribe el ensayo Principios de la Guerra, texto sobre el que se asientan las grandes afirmaciones de su gran obra De la Guerra, objeto de este trabajo.
Cuando las autoridades prusianas se pusieron del lado francés ante la invasión napoleónica de Rusia, Clausewitz, junto con otros militares prusianos, se unieron al zar Alejandro I para que los rusos liberaran a los prusianos de la dominación francesa. Aquí participó de la redacción del convenio de Tauroggen, que posibilitó la llamada sexta coalición (Prusia, Rusia y Reino Unido) que derrotaría a Francia, y que en 1813 devolvería a Prusia el gobierno de Alemania. Después de varios destinos militares, muchos de ellos menores debido a su “deserción” anterior, es en 1818 cuando es nombrado director de la Academia Militar Prusiana, en Berlín, puesto en el que estuvo hasta 1830, fecha en la que vuelve a batallar en Polonia, en la sofocación de una revuelta revolucionaria. Clausewitz murió el 16 de noviembre de 1831 en su casa de Breslau (la actual Wroclaw polaca) presumiblemente de cólera, enfermedad que contrajo en el frente de Polonia y que diezmó al ejército prusiano.
Clausewitz no tuvo la confianza de los mandos prusianos desde la “deserción rusa”. De hecho, su retiro dorado como director de la academia militar prusiana en Berlín, posibilitó que escribiera su famoso libro “De la Guerra”, ya que las misma autoridades que le nombraron director (seguramente por la influencia de su amigo el General y Mariscal de campo August Von Gneisenau), no le permitieron impartir formación ni aplicar sus teorías pedagógicas, por lo que dedicó su tiempo a la redacción de varios libros.
Todas las biografías que he podido leer sobre el autor afirman que éste tenía una buena educación, superior al estándar de la época, muy interesado en la ciencia y el arte. Como soldado profesional, estuvo marcado por las guerras napoleónicas, y las formas en las que Napoleón cambió el concepto de la guerra, sobre todo en la manera en que la población era motivada para participar tanto de la decisión como del combate. Que Clausewitz era un gran conocedor de la historia y la política europea también queda patente en “De la Guerra”. Gracias a ésta, se le considera como uno de los mejores estrategas militares clásicos. Su personalidad hacía de él un personaje que no pasaba inadvertido[1]. La literatura especializada dice que tan solo dos libros sobre la guerra, de todos los que se han escrito, aportan conceptos claros sobre estrategia política y militar: uno es “La guerra del Peloponeso”, del ateniense Tucídides[2], en el -400, y el otro éste de Clausewitz sobre el que realizamos este trabajo. ¿Por qué después de 182 años este libro sigue siendo el más completo en cuanto a su contribución estratégica político-militar? Intentaré en las siguientes líneas poder razonarlo, desgranando las ideas-fuerza del texto (prefacio, libros I y II y los capítulos 6A y 6B del libro VIII) que pueden resumirse en el enfoque dialectico del análisis militar, el análisis crítico de la estrategia militar, las relaciones “asimétricas” entre defensa y ataque, el arte de la estrategia, la ciencia de la táctica y la relación entre los objetivos políticos y militares de las guerras.
Sin duda, el momento histórico en el que se fragua la obra de Clausewitz fue de los más convulsos de la historia (1816 y 1830). Algunos incluso piensan que la primera gran guerra mundial coincidió con las guerras napoleónicas, y no en 1914 con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria por el serbio nacionalista Gavrilo Princip. Los años de duración, los nuevos métodos, las estrategias y los avatares políticos para su resolución forman el cuerpo doctrinal, militar, político y sociológico de Clausewitz en la conformación de esta gran obra, que sigue siendo libro de cabecera en buena parte de las grandes academias militares del mundo.
La guerra ha formado parte (y forma) de la historia de la humanidad. Es de todos los tiempos, y de todas las civilizaciones[3] y, por lo tanto, es un fenómeno político y social fundamental, central para entender la dinámica del mundo y de los estados. Por ello Clausewitz comienza explicando que su intención es “poner a examen la esencia de los fenómenos que caracterizan a la guerra (.../...)” en el prefacio de la obra. Desde un punto de vista empírico, haciendo uso de la investigación y la observación, y huyendo de todo elemento filosófico, los conceptos referidos a la guerra misma son producto de la experiencia del autor. No era habitual en las crónicas militares el uso de la experiencia propia, por cierto. Establecer una teoría sistemática de la guerra es el objeto del libro, desde un punto de vista integral. Sabemos que esta obra fue inacabada, ya que estaba Clausewitz corrigiendo y completando la misma cuando le sobrevino la muerte. Por ello insiste en darle validez y cohesión interna y se arroja el deseo de que otros autores sepan presentar “en lugar de estos granos dispersos, un conjunto fundido (.../...)”. Poco podía imaginar Clausewitz que su obra sería un completo granero.
El Libro primero nos habla de la naturaleza de la guerra. Consta de 8 capítulos y es el único libro que Clausewitz pudo corregir, por lo que tiene su aceptación completa. Comienza con una definición del término guerra y lo hace ampliando una de las consecuencias de la misma: el duelo[4]. Sin embargo nos ofrece seguidamente una de las diferentes descripciones que encontraremos a lo largo del libro, afirmando que “(...) la guerra constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad”. Acto de fuerza para imponer nuestra voluntad, en un duelo constante, entendiendo duelo como la pelea entre dos a consecuencia de un reto[5]. Para imponer nuestra voluntad al enemigo (objetivo) es necesaria la fuerza física (el medio); para conseguir este objetivo se hace necesario el desarme del enemigo y éste es el propósito último de la acción militar.
Huir del sentimentalismo de conseguir nuestro objetivo, sin derramamiento de sangre ni sufrimiento, ocupa el punto 3 de este primer libro. Aunar inteligencia, arte, ciencia y fuerza mostrará el buen hacer del militar, aunque la crueldad existirá siempre, en mayor o en menor medida. No podemos hablar de guerras civilizadas ya que tanto el sentimiento hostil como la intención hostil enraízan el conflicto. Cuando llegamos a un conflicto armado, la hostilidad ha motivado una determinada carga de odio y éste deriva en cierto salvajismo[6]. Si bien es cierto que cuanto más civilizados sean los pueblos menos hostilidad, odio y salvajismo aplicarán a los conflictos bélicos, no se puede descartar que existan. Cuanto más importantes sean los intereses hostiles, más salvaje (emocionalmente) será la guerra.
Que la inteligencia de los hombres no aleja a éstos de las guerras queda manifiesto en el avance armamentístico, ya que se “inventa” para seguir matando, con menor riesgo para el combatiente (más civilizado). Así tenemos la primera acción recíproca y primer caso extremo de Clausewitz: La guerra es un acto de fuerza y no hay un límite para su aplicación. Los adversarios se justifican uno al otro y esto redunda en acciones recíprocas llevadas por principio a su extremo.
Nuestro objetivo es desarmar al enemigo para imponerle nuestra voluntad. Desarmarlo significa hacerlo de facto o someterle a tal estado que prevea que lo vamos a hacer. De esta forma tenemos la segunda acción recíproca y segundo caso extremo: Mientras no haya derrotado a mi enemigo, tengo que albergar el temor de que sea él quien lo haga.
La tercera acción reciproca y tercer caso extremo tiene que ver con la aplicación de las fuerzas. Si queremos abatir a nuestro enemigo debemos adecuar nuestro esfuerzo de acuerdo con su capacidad de resistencia, medido en el tamaño de sus recursos (medible) y su fuerza de voluntad (muy difícil de medir). En la guerra hay que ser realistas y combatir con los medios que tenemos a nuestro alcance. Porque la guerra nunca constituye un hecho aislado, nunca ocurre de improviso ni se ha preparado en un instante. Cualquier contienda es sostenida, está preparada a base de recursos, siendo éstos las fuerzas militares propiamente dichas, el país (población y superficie) y los aliados. El medio físico, la orografía, los ríos, la amplitud geográfica, junto con su capacidad de movilización[7], condicionan una guerra. Por otro lado, las relaciones políticas[8] promueven alianzas que nos pueden ayudar. Un buen estratega evitará que todos estos recursos entren en juego en el mismo momento.
Si bien la guerra no deja de ser un recurso diplomático más, también lo es que una contienda no es más que probabilidades, sujetas a su ley. Si tenemos los datos del país oponente, de su situación, de sus circunstancias y sus números, podremos extraer las conclusiones precisas sobre las acciones que ejecutar. Pero, ¿cuál es el objetivo político de la guerra? Sea cual sea, la acción militar es el medio para conseguirlo por lo que su medida estará en la escala adecuada para alcanzarlo utilizando los esfuerzos que sean necesarios para ello. Cada acción militar requiere de un tiempo, más largo o más corto en función del objetivo. Es lo que Clausewitz llama persistencia. La duración depende de la naturaleza de la acción militar por lo que resulta de todo punto de vista inadecuado suspender la acción militar, ya que ésta debe mantenerse en el tiempo hasta conseguir el objetivo deseado. La acción militar solo cabe suspenderse[9] en un estado de igualdad de fuerzas y antes del inicio de la gran contienda, cuando uno de los dos estados prefiere esperar mejor momento para la acción. Si se mantiene un equilibrio de fuerzas durante la contienda, ésta situación sólo puede acabar con la firma de la paz siempre que el estado beligerante entienda conseguido el objetivo político.
Siempre tenemos presente el principio de polaridad, es decir, que en toda batalla los dos bandos quieren ganar, pero la victoria de uno supone la derrota del otro. Además, esta polaridad queda explicada en cuanto a las estrategias de defensa y ataque, que son diferentes y de fuerza desigual. Es decir, la decisión de atacar no es pactada, sino que interesa a cada bando por separado no teniendo por qué convenir al otro. Sin embargo queda demostrado que esta polaridad es anulada por la superioridad de la defensa sobre el ataque. Las estrategias son diametralmente distintas, y la capacidad de acción también, por lo que cabe suspender la acción militar si el ataque resulta infructuoso. También cabe suspender la acción militar por el conocimiento imperfecto de la situación. Suspender puede suponer introducir pausas en la contienda pero cuanto mayor es la tensión que ha posibilitado la guerra, menores serán los periodos de inacción de la misma, aunque lo contrario puede ser visto como una estrategia militar, ya que los errores serán rectificados con mayor acierto. Pero en la medida que son los humanos los que hacen la guerra, el azar juega un papel preponderante, junto con lo accidental y “la buena suerte”; éstas cualidades hacen la naturaleza subjetiva de las guerras y las convierten en juegos donde peligro y valor protagonizan la contienda[10].
La guerra es un medio para alcanzar un fin. La guerra surge siempre de una circunstancia política, siendo un acto político de primer orden. Decidir qué guerra queremos es lo primero que debemos hacer pues. Afirma Clausewitz, en la sentencia más importante del texto, que “.../... la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de esta por otros medios”.
La guerra es el medio para alcanzar el objetivo político y éste debe estar fuera de la esfera militar: desarmar al enemigo para que acate nuestra voluntad. Desarmarlo, ganar la guerra, se consigue destruyendo las fuerzas militares, en primer lugar; conquistando el territorio, en segundo lugar, y sometiendo la voluntad del enemigo, obligándolo a firmar la paz, como resultado final. Sin embargo, en la guerra no es necesario luchar hasta que uno de los ejércitos sea derrotado, sino que el cálculo de probabilidades sea propicio para alguno de ellos y el precio de la victoria caigan de su lado. La mayor probabilidad de éxito reside, por tanto, en la destrucción de las fuerzas militares y en la conquista del territorio. Pero el desgaste del enemigo acrecienta sobremanera ambas dos anteriores, ocupando su territorio para exigir una contribución sobre él o para devastarlo. Así, utilizando todos los medios mencionados, conseguiremos el fin de agotar gradualmente el poder físico y la voluntad del adversario. Resistir es el principal objetivo del ejército que ve ocupado su territorio[11]. El único medio en la guerra es el combate[12]. Esta idea prevalece por encima de todo ya que todo cuanto ocurre en una guerra es hecho por combatientes. El combate es un todo organizado que integran muchas partes, entre las que se encuentran las unidades de combate organizadas entre masas de militares (tropa) y otras unidades que forman una ordenación superior (unidades especiales, zapadores, ingenieros, élite, mandos...). Cada una de estas unidades combate en un orden preciso[13], es decir, en una sucesión ordenada de encuentros[14], que tiene por objetivo la destrucción de las fuerzas enemigas. El protagonista de estos encuentros es un soldado profesional que (...) “es reclutado, vestido, armado, adiestrado, se le hace dormir, comer, beber y marchar, solamente para combatir en el lugar indicado y en el momento oportuno”. La única actividad efectiva en la guerra es el combate (encuentro) y la destrucción de las fuerzas oponentes (objetivo positivo) es el fin que persigue, tanto en la vertiente física (fuerza) como en la moral (de las tropas). Este fin debe estar compensado con la conservación de nuestras fuerzas militares (objetivo negativo) ya que el predominio de uno u otro método en el combate definirá nuestra estrategia: destrucción del enemigo en un desenlace rápido, o resistencia pura para prolongar la contienda y agotar el enemigo.
El gasto militar resulta crucial en el desenlace de la guerra, que también debe seguir la norma de la proporcionalidad: cuanto mayor sea el deseo de destruir al enemigo, mayor debe ser el gasto. Además, entendimiento y temperamento configuran lo que Clausewitz denomina “genio”. Esta “combinación armoniosa de fuerzas” de valor, de aptitud, configuran el genio militar[15]. El genio militar no es ni el más impulsivo a la hora de mandar las tropas al combate ni el más reflexivo, sino aquel que mejor reúne ambos aspectos en una coyuntura determinada, de acuerdo a las circunstancias y a su saber y entender en la cadena de mando[16]. Vuelve a aparecer el concepto de azar que influye sobremanera en los conflictos armados, doblegando, incluso, el curso de los acontecimientos. Este continuo fluir de lo inesperado requiere del genio militar reacción rápida, inteligencia, determinación (que surge del intelecto, pero es un acto del sentimiento, una mezcla de temeridad y arrojo[17]), y la capacidad de discernir, de un vistazo, las tácticas del enemigo[18]. Todas estas cualidades del genio requieren de la presencia de ánimo[19]. Todas sirven al general en jefe, sobre quien se ejerce la presión de los sucesivos encuentros, para vencer los cuatro componentes del ambiente en que se desarrolla la guerra: el peligro, el esfuerzo físico, la incertidumbre y el azar. Los objetivos negativos (resistencia y defensa) minan la moral del jefe, cuyo ánimo debe estar siempre alto[20], con presencia constante de fortaleza de espíritu y ánimo. El jefe debe huir de la indolencia (el carácter debe estar presente y visible) y de la obstinación (degeneración de la fortaleza de carácter), y tener una tenaz convicción sobre la certeza de la estrategia elegida, siendo visible por todos.
La relación entre guerra, lugar y terreno tiene especial importancia para el jefe. Llevar al terreno físico que más nos convenga la contienda, reforzará la fama del genio militar y elevará su prestigio ante la tropa, aplicando lo que Clausewitz denomina sentido del lugar[21]. Huir de la imaginación y rodearse de notables, que existen en cualquier rango del escalafón, harán del jefe lo que el país espera de él.
La guerra es el juego entre la victoria o la muerte. El peligro, el medio en el que se desenvuelve la guerra, es como un perfume embriagador. La guerra, con sus sonidos, con sus formas, afecta a todos y cada uno de los que forman parte de ella, desde el soldado novato hasta el general. Cada uno vive las etapas de peligro de una manera distinta. Pero lo vive intensamente. Y bajo la presión de los combates todos deben mantener la capacidad de tomar decisiones rápidas, ya familiarizados con el peligro, bajo una “estoica e innata valentía”. El esfuerzo físico no debe dejarse de lado, ya que el frio, la sed, el calor, el hambre y la fatiga son factores que juegan un papel determinante en la guerra; es un factor más de fricción.
Saber del enemigo y su territorio conforma las acciones y los planes de nuestro ejército. Es la información. Buena parte de ella es falsa, y otra dudosa. Discriminarla es tarea del oficial, del jefe, siguiendo las leyes de la probabilidad y el juicio personal. Esta es otra de las fricciones en la guerra que separan la concepción (teoría) de la ejecución (práctica). Conocer en primera persona el combate nos dará buena cuenta de las dificultades que encierra, desde lo básico y simple, hasta la difícil toma de decisiones. Estas dificultades, las fricciones, son superadas solo por el genio y por la voluntad. La fricción es el concepto que nos hace discernir entre la guerra real y la guerra “sobre el papel”, es decir, la resistencia de la realidad a cumplir con lo que hemos planificado[22]. Todos estos aspectos individuales o conjuntos deben ser superados por el comandante en jefe, que conoce las fricciones y sabe cómo hacerlo gracias a su experiencia. Así, Clausewitz resume que son el peligro, el esfuerzo físico, la información y la fricción los elementos que concurren en la “atmósfera de guerra”, y hacen de ella un medio “penoso” para la realización de toda actividad. La guerra responde a objetivos políticos o económicos, y al carácter de los estados que la desarrollan. El fin político es el objetivo, la guerra es el medio para alcanzarlo y los medios no pueden ser considerados aislados de su finalidad.
El libro segundo nos habla de la Teoría de la Guerra. Guerra, combate y actividad múltiple son sinónimos que influyen en el estado de ánimo del combatiente. A pesar de los inventos bélicos introducidos y la ventaja que éstos suponen, necesitan un manejo, un aprendizaje para su uso. La lucha, el combate, se desarrolla en torno al peligro, el elemento más significativo de la guerra. Y es con los medios que tenemos, los que nos han dado, con los que tenemos que combatir, lo que Clausewitz llama “el arte de la guerra”[23]. Conducir y preparar la contienda forma parte de éste arte, es decir, la dirección de la misma. Dirigir la guerra no es otra cosa que combinar los encuentros, los actos aislados que conforman la unidad de la contienda, lo que el autor denomina como táctica[24] y estrategia[25]. Táctica es todo lo relacionado con las marchas, los campamentos y los cuarteles, el abastecimiento, el cuidado de los enfermos y el suministro y reparación de armas[26], lo que hoy llamaríamos intendencia; las marchas, el camino necesario de la tropa hacia el encuentro, parte de la estrategia. La forma de los encuentros aislados la primera; los usos y actividades en esos encuentros, la segunda.
La evolución que el concepto de la guerra ha tenido en el tiempo es objeto del capítulo II, así como diferentes conceptos que la definen, como medios y fines, y las leyes que la dirigen. Clausewitz asegura que, en inicio, se estableció un fin positivo, al intentar establecer, reglas, principios y normas, que no fue posible en la práctica del momento. Disecciona entre el apartado 8 y el 15 los factores que contribuyen a la victoria, tales como la superioridad numérica, el sustento de las tropas, las comunicaciones seguras y el mantenimiento de las líneas internas (que aglutina en el concepto base). Desarrolla, también, las cualidades del soldado, definiéndolas como la fortaleza de espíritu y emoción[27], la rapidez de reacción[28] y el talento.
Dedica unos apuntes a la naturaleza de los fines y de los medios, para conformar la teoría del sistema positivo de reglas que tiene que tener toda contienda. Y existen unas circunstancias que “acompañan siempre el uso de los medios”: el lugar de encuentro, la hora del día y el estado del tiempo. Para conseguir la victoria, hay que añadir la región y el terreno sobre los que se aplican las circunstancias anteriormente mencionadas. Procede Clausewitz a desgranar las cualidades del jefe, sobre las que ya apuntó en el Libro I. Defiende el autor una formación especializada para los dirigentes militares[29], que debe variar según el grado y el destino. Debe estar familiarizado con los asuntos de estado[30], así como los puntos fuertes y débiles de la tropa. Debe manejar, además, los tiempos que se requieren para llegar hasta el objetivo de los encuentros, controlando la intendencia y las necesidades de los hombres. Debe estar dotado de sentido común.
Utiliza los capítulos IV y V para explicar, gracias a ejemplos de la vida militar de Bonaparte[31], la metodología de la guerra[32], condiciones indispensables para una conducción adecuada de la guerra. Lo que Clausewitz llama “ejemplos históricos” que proporcionan al jefe la certeza del conocimiento y forma parte del arte de la guerra.
El capítulo VI, en su apartado A, nos habla de la “Influencia del objetivo político sobre el propósito militar”. Durante la época de Clausewitz las alianzas militares estaban a la orden del día[33]. Sin embargo, debido a su experiencia, el autor asegura que el aliado no participa de igual manera en la contienda. Tiene su propio jefe, sus propias normas y estrategias, y participa con un número inferior al que sería necesario. Al igual que una transacción comercial, cada estado arriesga en función del resultado que espera conseguir. Nunca dejará de estar presente la diplomacia, que actuará en paralelo a la maquinaria militar, y siempre se tendrá una reserva de contingente por si fuera necesario actuar, sin arriesgarlo todo. Con Bonaparte, cambia tanto la estrategia como la geopolítica, y Clausewitz lo refleja cuando afirma que “(...) incluso cuando se entabla sin aliados, la causa política de una guerra siempre tiene gran influencia sobre la manera como ésta es dirigida”. Los estados hacen sus cálculos, en la amenaza y en la defensa, y solo si la negociación ha fracasado, y las simples amenazas no han hecho su función, los estados guerrearán. Sin embargo, el principio moderador se impone sobre el acto de guerra, siempre, cuando los motivos se vuelven débiles y el arte militar (...) “se convierte en mera prudencia”.
En el capítulo 6B Clausewitz abunda en el concepto de Guerra como instrumento de la política. Guerra y política son la misma cosa, siendo dependiente la primera de la segunda. El intercambio natural entre naciones queda interrumpido con la guerra que es “la continuación de la política con una combinación de otros medios”. La política no cesa en tiempos de guerra. La diplomacia, los contactos a través de otras naciones... ningún estado puede asumir durante mucho tiempo una contienda militar que produce gastos y un número importante de bajas entre sus ciudadanos, ya que el nivel de belicosidad dependerá de los intereses políticos en juego, pudiendo llegar a ser lo que Clausewitz llama guerra absoluta[34], donde lo militar siempre va a estar subordinado a lo político[35]. Al igual que la guerra tiene genios militares, la política tiene que tenerlos también, y un ministro de la guerra debe tener “una mente extraordinaria, de índole superior, y fortaleza de carácter (...)”.
Los cambios en el campo militar son provocados por la política, lo que confirma su íntima conexión. Incluso hoy día podemos afirmar que las conclusiones de Clausewitz tienen validez. Hasta tal punto las tienen, que Jean Baudrillard en su libro La guerra del golfo no ha tenido lugar sostiene lo que denomina en su página 97 la Variante de Clausewitz, que no es otra cosa que (...) la no-guerra es la carencia de política proseguida por otros medios (...).
[1] Forma parte de la nobleza prusiana por su boda con la Condesa Marie Sophie Von Brülh, que publicó su obra una vez muerto; Clausewitz aparece citado en Guerra y Paz de Leon Tolstoi; participa del decisivo tratado de Tauroggen; participa de la batalla de Waterloo, el final de Napoleón Bonaparte; el matemático estadounidense Anatol Rapoport, citando al mariscal Sodolovsky, afirma que la estrategia de Clausewitz fue la base de la estrategia de Lenin desde 1917; Seminario sobre Clausewitz en la China de Mao Zedong en 1938; Dwigth Eisenhower aplica conceptos de Clausewitz en 1950, como el de “guerra absoluta”; Clausewitz es citado en películas como Lawrence de Arabia (David Lean), La cruz de hierro (Sam Peckinpah), El Hundimiento (Oliver Hirtchbiegel)...
[2]http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:Epos-6481C16F-5DA6-AC92-1CCF-3886E5E66ECA&dsID=Documento.pdf
[4] “La guerra no es más que un duelo en una escala más amplia”. Clausewitz. De la guerra. Librodot.2002.
[6] Emociones de los combatientes.
[7] Como el ejército francés de Napoleón.
[8] Lo que hoy llamaríamos seguridad colectiva.
[9] Nunca debe suspenderse una vez iniciada la contienda puesto que uno de los oponentes dejaría de estar igualado al otro y estaría en inferioridad de condiciones.
[10] “.../... de entrada nos hallamos ante un juego de posibilidades y probabilidades, de buena y mala suerte, que hace acto de presencia en todos los hilos, grandes y pequeños, de su trama y es el responsable de que, de todas las ramas de la actividad humana, sea la guerra la que más se parece a un juego de cartas”. Clausewitz. De la Guerra. Librodot. 2002.
[11] Como dice Clausewitz (...) una lucha sin ninguna intención positiva (estar a la defensiva): economía de fuerzas y de medios.
[12] “(...) en la concepción de la guerra resulta siempre implícito que todos los efectos que en ella puedan manifestarse tienen su origen en el combate”. Clausewitz. De la Guerra. Librodot.2002.
[13] “(...) percibiremos que el combate de una fuerza tal tiene que corresponder también a una organización compleja, con partes subordinadas las unas a las otras y que actúan correlativamente”. Clausewitz. De la Guerra. Librodot. 2002.
[14] El único medio para conseguir el objetivo político es “la decisión por las armas”.
[15] En una adaptación de lo que el autor entendía por la actitud y aptitud de Napoleón Bonaparte.
[16] Clausewitz lo entendía como el elevado nivel de formación adquirida en una civilización con intelectualidad; valor, constancia e intrepidez (combinados); fuerza física, fuerza de espíritu y sentido común, éste último (...) “un buen instrumento para la guerra”.
[17] Courage d´esprit.
[18] Lo que Clausewitz denomina con la expresión francesa coup d´oeil.
[19] , Fuerza moral y mental, energía, firmeza y constancia.
[20] (...) “Aunque otros sentimientos pueden ejercer una influencia más general, y muchos de ellos, como el amor a la patria, la sujeción fanática a una idea, la venganza, el entusiasmo de cualquier índole, etc., parecería que ocuparan una posición más elevada, no convierten en superfluas la ambición y búsqueda de la fama”. Clausewitz lo llama Ehrgeiz (codicia de honores) y Ruhmsucht (búsqueda de gloria).
[21] (...)”la capacidad para formarse con rapidez una representación geométrica correcta de cualquier porción de territorio y, en consecuencia, para encontrar en cualquier momento, de modo ajustado y fácil, una posición en él”.
[22] El conocimiento insuficiente del enemigo, los rumores, incertidumbre sobre las fuerzas propias y ajenas, la esperanza y la realidad, el abastecimiento, la actitud de cada uno de los soldados, el azar (tiempo meteorológico, niebla o lluvia), son algunas de las fricciones que cita Clausewitz.
[23] El reclutamiento, el armamento, el equipamiento y el adiestramiento (proceso de creación de las fuerzas armadas por parte del Estado.
[24] “preparar y conducir los encuentros aislados”. El uso de la fuerza militar en los combates individuales.
[25] Combinar los diferentes encuentros aislados. El uso de la fuerza militar conjunta para ganar la guerra, ganando las diferentes batallas.
[26] Estos tres últimos conceptos llamados como parte del mantenimiento para Clausewitz.
[27] Mejor mentes frías y poderosas que imaginativas y extravagantes.
[28] Acción-reacción en los combates, capacidad para responder a las adversidades.
[29] No parece que el Estado Prusiano pensara lo mismo que él.
[30] “(...) pero debe estar familiarizado con las cuestiones más importantes de Estado; debe reconocer y ser capaz de juzgar correctamente las tendencias tradicionales, los intereses en juego, los asuntos en disputa y las personalidades sobresalientes”.
[31] La crítica que narrada, nos habla de cómo los genios resolvieron situaciones similares a las que nos encontramos en la guerra. “(...) esta tarea de la crítica de investigar qué efecto ha sido producido por una causa, y si el medio empleado ha sido el que se necesitaba para alcanzar su fin, resultará fácil si se hallan próximos la causa y el efecto, el fin y los medios”.
[32] Ley (mandato y prohibición), el principio de la acción, el axioma y la regla, entre otras.
[33] Prusia y Austria se unen en 1792 para invadir Francia para restaurar la monarquía y alejar las ideas de la Revolución Francesa.
[34] Clausewitz diferencia entre los conceptos de Guerra absoluta (la que no existe en la práctica; mientras mayor sea la importancia del fin político, mayor será la tendencia de la guerra a ser absoluta). Lo que puede denominarse como Guerra teórica (los estados no utilizan todo su potencial ya que está condicionada al contexto político que la condiciona), y que Clausewitz considera desacertado. Guerra real (guerra en su verdadero aspecto, con fricción y emociones). Y Guerra limitada (si el despliegue de fuerzas no se corresponde con el fin político, no debe producirse el combate y seguir en la paz, aunque sea débil).
[35] (...) “el arte de la guerra se transforma en política (...) en una política que entabla batallas en lugar de redactar notas diplomáticas”.