viernes, 30 de diciembre de 2016

Feliz Año Nuevo! Feliz 2017!



Feliz 2017 a todos los resilientes. Salud, Paz, Trabajo y Solidaridad. Además, Inteligencia para hacer de este mundo un lugar mejor. Sabemos que se puede hacer. 

Y no nos olvidemos de: 



viernes, 23 de diciembre de 2016

Felices Fiestas! Feliz Navidad!




El equipo de Soy Resilente, el Blog de Seguridad y Defensa, les desea una Feliz Navidad. 

Y no nos olvidemos de:  









viernes, 9 de diciembre de 2016

¿Crece la islamofobia en España?

Uno de los objetivos de los insurgentes del DAESH o los terroristas de Al-Qaeda es la notoriedad. Que se hable de ellos por sus brutales atentados y sembrar el terror en el consciente e inconsciente de cualquier país del mundo. Además buscan incrementar sus filas con adeptos que bien por convencimiento o por exclusión lleguen hasta ellos. Y dentro de esta última reflexión está la de conseguir que en Europa, en España también, actitudes racistas y xenófobas ganen presencia. Os dejo este artículo de Joana Oliveira, publicado en El Pais el pasado mes de Octubre. Con el nombre de Mama, ¿nosotros somos del DAESH? la periodista nos va desentrañando los problemas que surgen en la vida diaria de muchos españoles, cuando la islamofobia se ha convertido en el principal delito de odio en España, con más de 500 casos registrados al año. 

Rashida Mohamed, malagueña de 38 años, nunca había tenido problemas con su identidad de española musulmana, pero, hace tres meses dejó de usar su hiyab y tiene miedo de salir a la calle. Su exmarido la denunció por supuestamente adoctrinar a sus dos hijos en el islam radical y, aunque no existan pruebas contra ella, Rashida se enfrentará a un juicio por la custodia de los menores en noviembre. Su exmarido confirma la denuncia, pero no ha querido hablar con EL PAÍS. Desde entonces, Rashida y su familia sufren agresiones y amenazas. “Un día mi hijo de nueve años llegó a casa y me preguntó: ‘Mamá, ¿nosotros somos del Dáesh?”, cuenta. El suyo es uno de los más de 500 casos de islamofobia que se han registrado el último año en España. Desde 2015, ese es el principal delito de odio en el país (corresponde a un 40% del total), según el Ministerio de Interior.

La Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia denunció el año pasado un aumento de 500% en el número de ocurrencias de ese delito. Isabel Romero, vicepresidenta de la Plataforma, afirma que ese incremento se dio después del atentado al semanario satírico francés Charlie Hebdo, en enero del año pasado. “En la sociedad se construye una relación directa entre el islam y el terrorismo. Cada vez que hay un atentado, hay un crecimiento de los delitos de odio”, explica Romero. En lo que va de año, la Plataforma ha recibido el doble de denuncias respecto al mismo período de 2015. 

Son agresiones verbales, físicas, vejaciones y amenazas, muchas veces cometidas en las redes sociales. Los delitos de cyberodio corresponden al 21% del total, seguidos por la violencia contra mujeres por su indumentaria. “Las mujeres somos más reconocibles por nuestras prendas y, por eso, nos convertimos en el objeto más directo de insultos”, afirma Romero. 

Los últimos casos más conocidos han sido la agresión a una mujer embarazada que llevaba un niqab en Barcelona, el 5 de septiembre, y la prohibición por parte de un instituto de Valencia de que una alumna, Takwa Rejeb, que usa el hiyab, asistiera a las clases durante una semana. Los ultras acusados de dar una patada en el abdomen de la embarazada fueron detenidos y en seguida puestos en libertad. Y el pasado 19 de septiembre, el Gobierno valenciano obligó al centro a readmitir a la estudiante musulmana. 

Rechazo a los musulmanes

A los nueve años, Yasmina Baach escuchó a su profesor decir delante de sus compañeros de clase que los musulmanes no eran personas civilizadas y que deberían volver a su país. Ya a los 21 años, la joven madrileña iba por la calle vestida con su hiyab cuando un hombre le gritó que era “una puta para los terroristas”. Las agresiones no paran ahí: Baach es constantemente acosada en las redes sociales: “Me paso tu Corán y tu raza por el culo. Te mataría con mucho gusto”, decía uno de los tuits que denunció a la Policía. “Allá a donde vaya temo ser rechazada de alguna manera, desde miradas hostiles, cambios de asientos en los transportes públicos a agresiones”, cuenta la joven.

El 46% de la población española tiene una opinión desfavorable respecto a los inmigrantes musulmanes. La cifra sube hasta un 54% en el caso de quienes se declaran políticamente de derechas o conservadores, según un sondeo realizado el año pasado por el think tank estadounidense Pew Research Center. Para Karim Hauser, analista de geopolítica en la Casa Árabe, el perfil de quienes realizan ese tipo de delito de odio va desde un enfermo mental, a gente que carece de información y que nunca ha tenido contacto directo con un musulmán, hasta personas de corte fascista. “Es el mismo perfil de quien se burla del acento andaluz o insulta a un catalán, o que piensa que ‘los guiris apestan”, explica Hauser.

En noviembre de 2015, representantes de los ayuntamientos de Madrid, Valencia, Barcelona, Vigo, Pamplona, Ferrol, Zaragoza, Oviedo y Cádiz se reunieron para firmar un manifiesto contra la Islamofobia. Tanto con Hauser como Romero afirman, sin embargo, que queda mucho qué hacer en España. “El país no tiene un foco rojo con ese tipo de delitos, como Francia o Reino Unido, que tienen a más musulmanes. Hay que hacer campañas institucionales para que nos vean como ciudadanos más de una sociedad heterogénea y multicultural”, defiende Hauser. “Hemos aprendido a diferenciar entre ser vasco y ser terrorista. Hay que hacer lo mismo con el islam”, dice Romero.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Los niños-soldado y el derecho internacional




Los niños soldado son considerados en la actualidad como uno de los problemas más desafiantes de las guerras modernas. De hecho, la presencia de unos estimados 300.000 niños soldado ha despertado mucha más atención que la de millones de niños civiles muertos y afectados por los conflictos. Las regulaciones y derechos de los niños soldado no se desarrollaron en los acuerdos de paz hasta 1996, pero a pesar de los avances en las regulaciones y las leyes a partir de dicha fecha, es frustrante reconocer que a día de hoy el combate y reclutamiento de los menores, las atrocidades contra ellos en el escenario de la guerra y la impunidad por las violaciones siguen sin disminuir en gran medida.

Los niños son mano de obra barata, abundantes y de gran utilidad para los grupos militares. Se conoce que muchos niños soldado no son reclutados a la fuerza, tal y como se nos vende en la prensa como generalidad, sino que eligen un rol en la milicia a cambio de ser liberados de la miseria e incluso del miedo, como medida de protección para ellos y para sus familias o para gozar de prestigio en la comunidad. La vulnerabilidad de los niños en las zonas de guerra prepara el escenario para que se acaben convirtiendo en soldados.

Los niños y la infancia en la guerra a lo largo de la historia.

Aunque el fenómeno de los niños soldado se describe con frecuencia como un caso moderno, la realidad es que en el pasado los niños a menudo han estado capacitados y comprometidos con la guerra. Los niños menores de 15 años, por ejemplo, siempre han estado presentes en los conflictos armados, y muchos con éxito, incluyendo líderes como Alejandro Magno, Juana de Arco, los capitanes de los buques de enfermería bajo el imperio de Napoleón, etc. Algunos estudiosos incluso han llegado a describir la Guerra Civil Americana como “The Boy’s War”, es decir, “la guerra de los niños” y ejemplo de ello fue Avery Brown (1852-1904), que luchó en el ejército confederado con 8 años de edad al mentir diciendo que tenía 12 cuando fue reclutado. Los menores de edad participaron en los ejércitos de las dos guerras mundiales y más recientemente en la Guerra Fría. Los niños soldado lucharon también contra los soldados rusos en Afganistán en 1980, permaneciendo después en las fuerzas insurgentes como adultos. Más recientemente, los talibanes en Afganistán reclutaron un número estimado de 8.000 niños en sus filas e igualmente, niños tayikos y uzbekos fueron reclutados como sus adversarios durante ese conflicto.

La verdad es que la llegada de la etiqueta peyorativa “niño soldado” no indica el comienzo de la práctica infantil en la vida militar, como acabamos de ver, sino que marca el inicio de concepción de una sociedad de protección a la infancia.

El derecho internacional establece que un niño es aquella persona menor de 18 años, pero la infancia es una construcción social, es decir, su duración y dimensiones varían de una cultura a otra, y esta flexibilidad es en parte donde radica el poder de aquellos que ponen los menores al servicio de la guerra. Por ejemplo, en los Estados Unidos la edad mínima para contraer matrimonio con el consentimiento de los padres varía de los 14 a 18 años para los hombres y de los 12 a 18 años para las mujeres. En Palestina, los niños mayores de 16 años reciben un trato de adulto, incluyendo el encarcelamiento, mientras que en el vecino Israel se les permite seguir siendo niños, y por lo tanto están libres de entrar en prisión hasta los 18 años. Lo que concebimos como “infancia” varía drásticamente en todo el mundo en términos de duración y responsabilidades.

Además, la definición de un niño como una persona menor de 18 años no puede ser aceptada, a su vez, por los mismos niños soldado o por aquellos que los reclutan. Los jóvenes a menudo equiparan la experiencia de ejercer poder a través de la actividad criminal, violenta o militar con el cruce del umbral hacia la edad adulta. Algunos investigadores argumentan la teoría de que la parte del cerebro asociada con el riesgo no alcanza su pleno desarrollo hasta los 20 años de edad, y esto podría tener implicaciones cruciales para entender cómo los más jóvenes participan en la violencia política.

Los Principios de Ciudad del Cabo de 1997 describen al niño soldado como “cualquier persona menor de 18 años que forma parte de cualquier tipo de fuerza armada regular o irregular en cualquier rango, incluyendo pero no limitado a, cocineros, mensajeros, y aquellos que acompañan a dichos grupos. Las niñas reclutadas con fines sexuales y el matrimonio forzado se incluyen en esta definición”. Por lo tanto, podemos decir que un niño soldado no es solo aquél que porta o ha portado armas alguna vez en su vida, pues los roles y la complejidad en este mundo van mucho más allá.

Los niños soldado a día de hoy

En la actualidad, tanto gobiernos como grupos armados irregulares utilizan niños soldado. En Estados Unidos, por ejemplo, las fuerzas armadas permiten reclutar a niños de entre 16 a 18 años. Otros estados que han incorporado a menores en sus filas durante la última década incluyen Chad, la República Democrática del Congo, Israel, Myanmar, Somalia, Sudán y Sudán del Sur, Uganda, Yemen y el Reino Unido. El niño soldado más joven jamás registrado cuenta con 5 años de edad en Uganda, y el terrorista más joven jamás conocido es una niña de 7 años de edad en Colombia. Pero a pesar de este hecho, aún se estima que la mayoría de los niños soldado se encuentran en grupos armados rebeldes o no estatales.

Además, la realidad para la mayoría de los niños probablemente se encuentra en algún punto entre el reclutamiento forzado y el voluntario. Los niños huérfanos no tienen necesariamente un mayor riesgo de ser secuestrados por grupos armados, a pesar de que esa sea la percepción general. El reclutamiento forzoso de niños abarca una serie de medidas, en el peor de los casos, los niños sufren abusos, torturas, violaciones, o son forzados a perpetrar atrocidades a otros niños y miembros de su familia como parte de su iniciación. Hay muchos niños que no pueden verificar su edad mediante certificados de nacimiento a causa de la falta de registro de natalidad en algunas regiones, y esto también hace que sea más fácil su reclutamiento a edades tempranas. A éstos se les suele dar alcohol y drogas con el fin de confundirlos, sin embargo, algunos autores ya han advertido que esto puede no ser una tendencia general, a pesar de que es ampliamente reportado por los medios debido a su impacto sensacionalista. Numerosos niños han sido abducidos a la fuerza de escuelas en Afganistán, Birmania, El Salvador, Etiopía y Mozambique, pero no debemos olvidar que el reclutamiento forzoso no equivale a la victimización y la incapacidad.

Por otro lado, los niños pueden llegar a alistarse por su propia voluntad, para obtener protección, refugio, alimentos, “familia” y dirección. Los niños también pueden querer demostrar su lealtad moral o convicción política hacia una de las partes involucradas en la violencia local o estatal, sobre todo si los miembros de la familia ya están involucrados. Los niños pueden percibir que un grupo de militares les ofrece educación o promoción profesional, e incluso algunos grupos rebeldes pueden proporcionar más formación y apoyo del que los niños de otro modo podrían recibir.

A veces, éstos son reclutados simplemente debido a la ausencia de combatientes adultos disponibles, o bien porque los más pequeños ofrecen capacidad diferencial. Los niños son baratos y eficientes y, en comparación con los adultos, menos exigentes y más obedientes. Otros aspectos positivos de la infancia como la destreza y la validez también son reivindicados e igualmente, su desarrollo mental inferior y su mayor susceptibilidad a la manipulación a través del miedo o las drogas es un punto determinante. Algunos de los grupos rebeldes que poseen unidades exclusivamente formadas por menores son el “Lord’s Liberation Army” en Uganda y la “Brigada Baby” de los LTTE en Sri Lanka.

Un número importante de los niños soldados del mundo son en realidad niñas, tan jóvenes como de 7 u 8 años de edad. En la actualidad, ellas están presentes en las milicias armadas de Colombia, Timor Oriental, Pakistán, Uganda, Filipinas, Sri Lanka y la República Democrática del Congo (RDC), entre otros. En 2005 en la RDC se contaron hasta 12.500 niñas en los grupos armados. En Sri Lanka, el 43% de los 51.000 niños que participan en el conflicto son niñas.

Uno de los mayores problemas a los que ellas se enfrentan dentro de estos grupos es la violencia sexual. Niños y niñas de todas las edades son violados de manera rutinaria en la guerra, tanto por fuerzas estatales como no estatales. Informes de investigación tras el genocidio de 1994 en Ruanda concluyeron que casi todas las mujeres mayores de 12 años que sobrevivieron al genocidio fueron violadas. En la RDC se sigue el mismo patrón, pues las niñas soldado son utilizadas siempre y sólo como esclavas sexuales. Aunque la violencia sexual contra las niñas es muy común, también hay evidencia de grupos en los que los autores de la violencia sexual dentro de las filas son castigados y expulsados. En Colombia, Filipinas y Sri Lanka incluso las relaciones consensuadas entre miembros de la milicia están prohibidos.

Otra área de preocupación fundamental en la actualidad es la educación militar infantil en el mundo occidental. Los grupos de defensa para la protección de los niños afirman que los más jóvenes pueden verse perjudicados por la formación militar en edades tempranas y en tiempos de paz. En el Reino Unido, el club de fans del ejército “Camuflaje” forma una parte vital de la estrategia de reclutamiento y ayuda a animar a los niños hacia la carrera militar desde los 9 años.

La respuesta internacional

El enfrentamiento con niños soldado supone un gran shock para aquellas culturas en las que el uso de los niños como combatientes o en el martirio es poco común. De hecho, en el 2003 Alemania se negó a enviar tropas a la República Democrática del Congo debido a esa preocupación, y de igual forma en el 2000, un comandante del Regimiento Real Irlandés se negó a disparar contra un grupo de niños armados con AK47 en Sierra Leona, aunque finalmente sus soldados fueron capturados como rehenes. La percepción del niño como ser esencialmente inocente es una de las razones por las que resultan tácticamente útiles en estos casos. Además de niños, también existen casos de ancianas, mujeres embarazadas y personas con discapacidad utilizados en ataques terroristas debido a su “incapacidad percibida” e inocencia, que va más allá de cualquier sospecha militar.

El Protocolo Facultativo de la Convención de 1989 de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño fue adoptado por la Asamblea General de la ONU en mayo de 2000 y entró en vigor en febrero de 2002. El protocolo eleva la edad mínima para el reclutamiento forzoso a 18 años, y 15 para el alistamiento voluntario. También establece que los grupos armados rebeldes, distintos de las fuerzas armadas del Estado, no deben, bajo ninguna circunstancia, reclutar a menores de 18 años en hostilidades. Así, el protocolo permite el reclutamiento de menores exclusivamente al estado soberano, mientras que evita que los grupos rebeldes puedan hacer lo mismo. Ahora bien, como el Protocolo Facultativo se considera un documento independiente a la Convención sobre los Derechos del Niño, es necesaria la ratificación o adhesión a él, y a diferencia de otros Protocolos, este se encuentra abierto a la adhesión de cualquier Estado, sea parte o no de la Convención. La ratificación o adhesión del Protocolo le da el carácter de vinculante.

Además, el alistamiento de niños menores de 15 años así como su participación activa en los conflictos tanto nacionales como internacionales también se clasifica como crimen de guerra por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Otros instrumentos internacionales que apoyan el contenido del Protocolo son el Protocolo I Adicional a la Convención de Ginebra de 1977 y el Protocolo II Adicional a la Convención de Ginebra de 1977. De acuerdo con éstos, si el menor es prisionero de guerra o internado civil, en un conflicto armado, internacional o sin carácter internacional, se prohíbe la ejecución de la pena de muerte impuesta a personas que en el momento de la infracción tuvieran menos de 18 años.

Los cuerpos y las mentes de los niños, así como las percepciones e ideas de los adultos sobre ellos, hacen de los menores unas armas estratégicas y eficaces desde la Guerra Fría hasta las guerras civiles. Los niños son y han sido moneda política, instrumentos, símbolos e iconos.

Los niños soldado son diferentes a otros niños afectados por la guerra, especialmente en cuanto a su impacto físico y psicológico se refiere. La miseria, el trauma, la maternidad y la transmisión de enfermedades sexuales son sólo algunos de los problemas a los que se enfrentan durante y después de la guerra. Hay que pensar que ésta ha formado parte de su empleo y supervivencia, y los militares pueden haber construido una identidad, una familia y un pasaje a la edad adulta. A día de hoy y a pesar de la gran difusión que este tema posee en los medios de comunicación y la atención humanitaria, existen recursos muy limitados a largo plazo para niños soldados víctimas de la guerra. Una vez más aquí la cultura y la concepción de la infancia que se mencionó anteriormente vuelven a entrar en juego.

Finalmente, la presión política tanto a nivel interno como internacional seguirá siendo esencial si se quiere evitar la participación de los niños en los conflictos. En la esfera interna hay que presionar para que los Gobiernos y los grupos armados de oposición cumplan con los compromisos que han asumido. A nivel internacional, hay que seguir profundizando y ampliando las medidas de protección y la ratificación de las ya existentes.

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