Seguridad y cambio climático en el Mediterráneo[1].
Los efectos del cambio climático son reales, tangibles, y sus consecuencias se reflejan en las actitudes de los pobladores de los diferentes territorios de las orillas norte y sur del Mediterráneo. Incardinadas unas con otras, las amenazas se convierten en globales aunque actúen, inicialmente, de manera aislada. Sólo la convergencia de las políticas adecuadas retrasará los efectos del cambio climático, teniendo claro que llegarán y que serán definitivos. Por ello, tan solo desde un punto de vista integral podrán atemperarse, siendo la seguridad preventiva y sostenible las únicas que pueden paliar esta admonición de carácter global, al intercalar políticas de desarrollo, de diálogo entre los pueblos y de defensa como pilar básico del mantenimiento del respeto a las leyes, los derechos humanos y el bienestar de las personas que conforman una determinada colectividad.
Si la amenaza terrorista está condicionando el modo de vida, la convivencia, las relaciones políticas, económicas y culturales en el mundo en general y en el mediterráneo en particular, el deterioro medioambiental y el cambio climático son factores muy determinantes en cuanto a la forma de vivir y a las amenazas a la seguridad en la zona. Juan Carlos Pérez Guerrero[2] afirma que “(...) las actividades humanas que rodean los mares cerrados produce siempre a largo plazo un fuerte impacto medioambiental en forma de degradación costera y marina (...)”. Si a esto le unimos los conflictos relacionados con el acceso al agua y la energía, el aumento del nivel del mar por el deshielo del Ártico, la eterna preparación, por parte de algunos[3], para una “próxima” guerra nuclear y la falta de alimentos, completamos todo un elenco de posibles situaciones que necesitan de la seguridad para su prevención y erradicación, en su caso. Y cuando hablamos de seguridad no nos referimos exclusivamente a un concepto cooperativo o colectivo que actúe desde lo militar o policial en un mundo polarizado, hablamos también de la seguridad humana[4] y de seguridad sostenible[5], sobre todo de este último. Así, cuando hablamos de las amenazas que el cambio climático puede traer, nos referimos a la deforestación, la desertización, deterioro de la capa de ozono, contaminación en general, disponibilidad de agua[6], problemas energéticos derivados de la explotación (y expolio) de los recursos naturales, el crecimiento incontrolado de la población[7], los problemas alimentarios[8], la pobreza y falta de espacios cultivables, así como los problemas económicos de y entre la población. ¿Cuánto costaría la adaptación de los estados para soportar una subida de temperatura global en 2º o más? ¿Qué inversión, pública o privada, hace falta para que dejemos de ser petróleo-dependientes y empezar a dotarnos de suministros procedentes de energías alternativas?[9] De todos ellos, aunque incardinados unos con otros, nos ocuparemos de los factores que determinan la seguridad alimentaria y la seguridad energética y cómo hacerlos frente en un contexto cada vez más hostil para la raza humana.
¿Qué nos hace pensar que en realidad existe el llamado cambio climático? Todavía hay quienes dudan de ello a pesar de ciertos datos verdaderamente reveladores: la atmósfera y los océanos se han calentado (0,85ºC de media en los últimos 130 años y 0,1ºC por década en los últimos 40 años), las extensiones de nieve y hielo han disminuido (Groenlandia y la Antártida sobre todo), el nivel del mar ha subido (0,19 metros en los últimos 100 años, siendo de 3.2 mm/año los últimos 17) y las concentraciones de gases de efecto invernadero han aumentado (las concentraciones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso[10] han aumentado desde 1750, excediendo los niveles en 40%, 150% y 20% respectivamente)[11]. Todos los científicos apuntan que la influencia humana sobre el clima ha sido la causa dominante de los cambios acaecidos y descritos anteriormente[12]. Si continúa esta proyección, a finales del siglo XXI la temperatura global en la superficie de la tierra se habrá incrementado en 3,7ºC, los océanos se calentarán, todavía más los mares interiores como el Mediterráneo, disminuirá el hielo marino Ártico, quedando libre de hielo en el 2050, incrementándose el nivel del mar en una media de 0,62 metros. Para la región mediterránea se espera un incremento de temperatura superior a la media global, más pronunciada en los meses estivales, entre 3,8ºC y 6ºC en los meses invernales y estivales respectivamente; reducción de la precipitación anual, más acusada cuanto más al sur, reduciéndose drásticamente en los meses estivales y aumentando las precipitaciones de origen tormentoso; además en la región mediterránea y Oriente Medio se reducirán tanto el agua disponible como la humedad del suelo.
Sin ninguna duda, el cambio climático es una realidad que se vive a través de una combinación de riesgos medioambientales naturales (inundaciones, sequías, vientos, incendios y precipitaciones irregulares) con otro tipo de amenazas asociadas a la densidad de población, a la situación sanitaria y educativa, al acceso a los alimentos y al agua, y al tipo de gobierno y sus acciones en el territorio. Según las estadísticas disponibles[13] entre 1999 y 2013 se han producido más de 2.300 desastres naturales en toda África, con 1.300.000 víctimas mortales y más de 450 millones de afectados. En este continente, dependiendo de la región, el deterioro medioambiental producido por el calentamiento global, ha acrecentado el impacto de diferentes conflictos, sobre todo los relacionados con la seguridad humana y las migraciones.
Nos ocuparemos ahora de señalar cuál es la incidencia del cambio climático en la seguridad alimentaria[14] de la región mediterránea[15]. Estos son: reducción de la productividad agrícola debido a las sequías persistentes y olas de calor en los meses agrícolas clave, así como inundaciones de las cuencas de los ríos por la mayor probabilidad de secuencias climatológicas extremas; la reducción de tierra cultivable producto del aumento del nivel del mar[16] y el consiguiente movimiento poblacional de la zona costera al interior estatal; el aumento de la temperatura media entre 1ºC y 6ºC; menor disponibilidad de agua potable producto de una reducción drástica (hasta un 30%) de las precipitaciones; hambrunas, malnutrición y enfermedades estacionales producto del calor; menor potencial hidroeléctrico por la ausencia de caudal hídrico; desertización y degradación del suelo. Estos pronósticos se agudizan, primero en el norte de África y, segundo, para las zonas cercanas al Sáhara y el Sahel, siendo ésta zonas más vulnerables que el resto de las regiones mundiales. Dos recursos básicos, por tanto, sufren de manera especial los rigores del cambio climático: agua y los productos de la tierra, la agricultura.
El agua es un recurso básico e imprescindible para la vida, siendo sinónimo de ella. Cuidar su existencia es vital para la seguridad alimentaria en tanto en cuanto que es indispensable tanto para los hombres como para la producción agrícola; su escasez provocará, sin duda, conflictos armados derivados del control de las bolsas que existan en el territorio. Si sumamos todos los factores arriba indicados para la orilla sur mediterránea, los habitantes del Magreb, por ejemplo, tendrán que destinar el agua (insuficiente para la demanda en Marruecos[17]; insuficiente en Túnez[18]; abundante en el subsuelo del sur argelino[19]) existente para su consumo personal y para el desarrollo de los cultivos[20]. El aumento de la población se estima en 50 millones de personas para 2050, por lo que el Magreb y el Masreq sumarían 150 millones de habitantes[21]. Este panel de problemas se agudiza gracias a la reducción de la superficie para uso agrícola por efecto de la desertización, la minoración sustancial del número de cosechas, con mermas en los periodos de siega y disminución de la producción agrícola por la reducción drástica de precipitaciones o inundaciones de las zonas ribereñas, con el consiguiente aumento de los precios de los productos agrarios. Debemos recordar que los sistemas agrícolas de esta zona norteafricana descansan en métodos tradicionales, anticuados, y claramente ineficientes para el número de personas a las que se debe abastecer. No olvidemos que la mayor demanda de alimentos (y combustibles), consecuencia del aumento de población, incrementan la llamada huella ecológica[22] de los sistemas agrícolas, emitiendo mayor número de gases de efecto invernadero que inciden en el cambio climático.
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[1] Estudio comparativo de la importancia y daños para la seguridad en el Mediterráneo del cambio climático, su incidencia en la seguridad alimentaria y en la seguridad energética. Conceptos de seguridad aplicables para hacer frente a este desafío.
[2] “No sólo amenaza terrorista, sino también desafío medioambiental en el Mediterráneo”. Informe del grupo de alto nivel sobre amenazas, desafíos y el cambio climático. file:///C:/Documents%20and%20Settings/rgomezm/Mis%20documentos/Downloads/01.pdf
[3] Nube radioactiva desde Irán hacia el océano Índico e India, Birmania y Yemen; conflicto nuclear entre India y Pakistán.
[4] Promovido por la ONU en 1994, este concepto engloba la economía, la alimentación, la sanidad, la gobernanza, el medio ambiente y la protección individual de las personas y las comunidades donde viven.
[5] Concepto que aglutina la capacidad de proteger y defender (seguridad colectiva), el bienestar y la salvaguarda de las personas (seguridad humana) y la defensa de los intereses compartidos por el mundo (seguridad colectiva). Para el Center for American Progress (CAP) es la aplicación conjunta de la Defensa, la Diplomacia y el Desarrollo en beneficio de la colectividad.
[6] Bajos niveles de precipitaciones, modificación de la intensidad y distribución de las precipitaciones, incremento de las inundaciones y aumento de las temperaturas, y desestabilización de los ciclos hidrológicos, entre otras consecuencias.
[7] En África altos índices de natalidad y mortalidad, considerables problemas sanitarios provocados por un ineficaz e inexistente sistema público frente a plagas y epidemias, falta de medicamentos y escasa o nula atención primaria.
[8] Muy escasa disponibilidad de alimentos en el Norte de África.
[9] Antonio Marquina. Clase presencial IUGM-UNED 25 de Abril de 2015. Junto a esta reflexión se añadió el hecho de que en China o en Japón existan ya una clara apuesta por los coches eléctricos o de hidrógeno, lo que conlleva un cambio cultural de primera magnitud, al modificar la industria de la automoción por vehículos que no emiten contaminantes a la atmósfera.
[10] CO2, CH4 y N2O, respectivamente.
[11] Cambio climático: Bases físicas. Guía resumida. Fundación Biodiversidad. Oficina Española de cambio climático. Agencia estatal de Meteorología. Centro Nacional de Educación Ambiental. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. 2013.
[12] El Informe AR5 del Intergovernamental Panel of Climate Change (IPCC) realizado en 2014 sitúa en un 95% el nivel de certeza sobre la influencia humana en el cambio climático.
[13] España mirando al sur: del mediterráneo al Sahel. Informe 18 del Real Instituto Elcano. Noviembre de 2014. Estudio coordinado por Félix Arteaga.
[14] Disponibilidad física de los alimentos, y acceso económico a los mismos, así como la estabilidad en el tiempo de ambas.
[15] Teniendo en cuenta los límites que David García y Rubén Herrero nos muestran en su artículo “Cambio Climático: Modelos e impacto en la seguridad alimentaria en el Mediterráneo” (UNISCI Discussion Papers nº31 Enero 2013) en lo que respecta a la denominada incertidumbre de conocimiento referida a la “(...) no predictibilidad relativa a proyecciones de comportamiento humano (...) y componentes caóticos de sistemas complejos (...) la incertidumbre estructural derivada de modelos inadecuados (...)”.
[16] Afectaría a 41.500 km2 de costa de Egipto, Marruecos, Túnez y Argelia.
[17] El sector del agua en Marruecos. ICEX. Oficina comercial de la Embajada de España en Rabat. Enero 2014.
[18] Banco Mundial. Abril 2014. http://www.bancomundial.org/es/news/feature/2014/09/04/water-tunisia-s-other-development-challenge
[19] Sobre todo en el sur de Argelia, aunque los actuales sistemas de bombeo, el incremento de población a la que suministrar y la perspectiva de un negocio rentable pueden acelerar el vaciado de la cuenca interior así como hacer de ese precioso y vital recurso algo inalcanzable. http://www.unesco.org/mab/doc/ekocd/spanish/algeria.html
[20] Menos de 1.000 metros cúbicos por persona y año, por lo que el denominado “estrés hídrico” que padecerían, sería endémico
[21] David García y Rubén Herrero. “Cambio Climático: Modelos e impacto en la seguridad alimentaria en el Mediterráneo” (UNISCI Discussion Papers nº31 Enero 2013).
[22] El total de superficie ecológicamente productiva necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de una determinada comunidad humana, así como la necesaria para absorber los residuos que genera.
[23] Disponibilidad de un abastecimiento fiable de energía a precios asequibles.
[24] La energía en la región Euro-Mediterránea. Speech/09/103. Comisaría europea de Relaciones Exteriores y Política de Vecindad. Marzo 2009.
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