viernes, 17 de junio de 2016

El denominado brexit y la actual crisis de la UE

José Antonio Sanahuja definió a finales de 2013 lo que él consideraba como las cuatro crisis de la Unión Europea[1]: La del proyecto económico capaz de llevar prosperidad, estabilidad y crecimiento a todos sus territorios y para todos sus habitantes, la de la experiencia federal de gobernanza democrática multinivel, la del mecanismo de solidaridad transnacional para la cohesión económica, social y territorial, y por último la crisis de la UE como actor global en un sistema internacional caracterizado por unos cambios súbitos y trepidantes. De la misma manera todos reconocen el gran éxito que supuso la implantación de una política económica y monetaria para el territorio UE que llevó fondos a buena parte del territorio de la CEE primero, y UE después. El gigante económico funcionaba, pero la Unión no despegaba políticamente. Sabedores de esta necesidad, los estados miembros después de convertir en realidad el mercado único europeo en 1992 con la Unión Económica y Monetaria[2], se proponen, además,  la construcción de lo que hoy es la UE a través del Tratado de Maastricht (Tratado de la Unión Europea, en adelante TUE) poniendo en marcha la integración política a través de los denominados tres pilares: las Comunidades Europeas[3], la PESC[4] y la cooperación policial y judicial en materia penal[5]. Pero a pesar de los avances en ciudadanía y gobernanza política, la dimensión política no acaba de llegar. Sin lugar a dudas las políticas nacionales de los diferentes estados no lo permitían. Después de las reformas de Amsterdam (1997) y Niza (2001) la UE sigue siendo una estructura de bajo perfil político que no es reconocida internacionalmente como actor global. Tan es así que en 2004, en Roma, se firma el denominado Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, con el objetivo de dotar de armazón y configuración jurídico-política a una estructura eminentemente económica. El Parlamento Europeo aprueba dicho texto en 2005 y recomienda el refrendo por parte de los diferentes estados. Sin embargo, los noes a la Constitución Europea  de los franceses y holandeses hacen fracasar el proyecto. En una nueva vuelta de tuerca para buscar la efectiva unión política,  y bajo presidencia portuguesa, se acuerda el Tratado de Lisboa en 2007, que introduce numerosas reformas, sobre todo en lo referido a las competencias entre la UE y los estados miembros, intentando sustituir a la fallida Constitución europea. Pero la UE está cada vez más lejos de los ciudadanos y es con la crisis económica, a partir de 2008 fundamentalmente,  cuando incluso la estructura económica de la UE comienza a hacer aguas. Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, Chipre y España ven como sus economías son “rescatadas”, en distintos niveles de importancia, al no cumplir con los objetivos de estabilidad aprobados para la zona euro[6].  Desde este momento, cuando lo económico sigue pesando más que lo político, se acrecientan las crisis en el seno de la UE, que a pesar de dotarse de mecanismos de negociación internacional únicos, ve cómo los intereses nacionales, franceses y alemanes sobre todo, predominan sobre la generalidad y el consenso de los 28. La falta de respuesta unitaria ante la insurgencia del DAESH o la crisis de los refugiados que la guerra de Siria provoca son algunas de las situaciones donde la UE no ha hablado con una única voz; unas veces por boca de algunos de sus integrantes, como Austria, República Checa o Reino Unido, y otras por el sistema de mayoría cualificada[7], el mundo ha contemplado como la todopoderosa UE dejaba a su suerte a cientos de miles de personas que huían del horror de la guerra, por ejemplo.
En este contexto surge el denominado brexit[8], que precede al también denominado grexit[9], y que se refiere a una hipotética salida del Reino Unido de la UE. El referéndum británico (también se celebrará en Gibraltar) sobre la permanencia o no en la UE se celebrará el 23 de junio de este año y ha situado las dificultades de la Unión en el top ten de la agenda internacional; no en vano el Presidente de EE.UU., Barack Obama, ofreció un acto público en Londres el pasado 22 de abril, donde recomendaba a los británicos votar por la permanencia en la UE[10]


Sin duda este referéndum viene en el peor momento para la Unión. Las relaciones entre Europa y Reino Unido (en adelante RU) han sido catalogadas, de siempre, como especiales. Podemos recordar que RU ingresa en la CEE en 1973, aunque sus pretensiones de ingreso se remontaban doce años antes; el Presidente De Gaulle lo fue paralizando (hasta en dos ocasiones) y tuvo que ser bajo la presidencia del también conservador George Pompidou cuando se desbloquea su entrada.  Los problemas surgen de manera inmediata y es un Primer Ministro laborista, Harold Wilson, quien llega al 10 de Downing Street bajo la promesa de un referéndum de permanencia en la antigua CEE. Curiosamente en aquella época los laboristas defendían la salida de la CEE y los conservadores la permanencia; hoy ocurre lo contrario. Este referéndum es ganado por el sí a la permanencia, pero los laboristas pierden las elecciones de 1979 y Margaret Thatcher,  una convencida de las ventajas económicas de la CEE, no así de las políticas, es elegida Primera Ministra. Hasta 1992, con el Tratado de Maastricht, no aparecen grandes problemas entre la CEE y RU. Es en este momento cuando los británicos consiguen varias cláusulas de exención, las denominadas Opting Out (opt-out)[11] que acrecientan una relación especialmente difícil entre RU y la UE. Recientemente el actual Primer Ministro, el conservador David Cameron, abrió lo que denominó “la fase formal” de la renegociación entre ambos aludiendo a nuevas negociaciones necesarias para defender “.../... la prosperidad económica y la seguridad nacional de Reino Unido”[12]. Sólo nuevos cambios, nuevas opt-out, en gobernanza económica, soberanía, competitividad e inmigración permitirán que los británicos voten por la permanencia en la UE. Sin embargo estas nuevas exenciones dañan seriamente la línea de flotación del actual proyecto europeo. RU entiende que la UE debe reconocer la existencia de varias monedas además del Euro, eliminar lo que considera excesivas regulaciones para hacer más competitiva su economía, más soberanía nacional y menos integración europea y, por último, reducir el libre movimiento de personas en la UE, incluso de los ciudadanos de los países miembros[13]. Es decir, acabar con la zona euro, dejar sin regulación el régimen económico y comercial de la UE y acabar con el sueño de una integración política al completo, diseñando una UE más soberanista aún donde se vuelven a restringir los movimientos migratorios, no ya a los refugiados, sino a los ciudadanos de los países miembros UE, negando a los recién llegados cualquier ayuda social o económica. Con estas medidas aprobadas, RU sería un país más que atípico dentro de la estructura UE, ya que el hecho de no ofrecer ayudas a los recién llegados aleja definitivamente la posibilidad de llegada de refugiados sirios; cualquiera elegirá algún otro país donde tenga una oportunidad para poder rehacer su vida. Con el reconocimiento de otras monedas[14] se aleja también para RU, y otros países que van a la zaga, la obligación de participar en rescates económicos de países miembros (Reino Unido no se ha involucrado en ningún rescate, especialmente adverso a los rescates portugués y griego). Y por último, como ya sabemos, RU quiere más peso de los parlamentos nacionales y menos peso del Parlamento Europeo. Es decir, insolidaridad en estado puro de un país que no ha renunciado a su carácter imperialista y colonialista, perdido hace tiempo, y que pretende recuperar a través de su especificidad económica, política y jurídica. Y por parte del resto de miembros de la UE se contemplan estas posibilidades como inaceptables ya que se reconocería que países miembros no formen parte del acervo político, cultural y de valores que la UE ha tenido desde su fundación. La integridad de la UE y sus principios y valores fundamentales estarían en vías de desaparición del frontispicio europeo.
Todos los analistas apuntan a que la nueva centralidad del euro ha sido la principal causa del nuevo alejamiento entre la UE y RU. También lo es el cambio del denominado eje Berlín-París-Londres que ha gobernado de facto la UE en los últimos años. Hoy es Berlín el que, en tanto locomotora económica europea, ha marginado a París y RU en la toma de decisiones sobre los aspectos económicos y políticos, pesando más los primeros lógicamente. Así, los euroescépticos se han ido alineando con RU como opción política pensando en una agrupación de intereses, pero RU, fiel a su historia, va a lo suyo; Reino Unido, hoy, está al margen de la agenda europea. Pero no podemos entender el brexit como un fenómeno aislado. La salida de RU de la UE puede iniciar un proceso de desintegración del euro y su zona. Diferentes firmas económicas de relevancia internacional están alertando “.../... del efecto dominó político en Europa como consecuencia de la salida de Reino Unido”[15]. Acompañando al partido conservador británico están los denominados movimientos populistas que ganan adeptos en diferentes países enarbolando la crisis como una realidad que impide que los autóctonos salir adelante ante el aluvión de ayudas que reciben los foráneos. Tal y como señala Alex Fusté, economista jefe de Andbank[16] “veo a un país con un gobierno de coalición anti austeridad, que es la nueva manera de autodenominarse euroescéptico”[17]. Alternativa por Alemania, el Frente Nacional francés, el Movimiento Cinco Estrellas italiano, los populistas de Podemos en España, el Partido de la Libertad en Holanda y conservadores y laboristas del propio Reino Unido son algunos de los ejemplos de nuevos euroescépticos que se suman a los históricos de Austria, Finlandia o los nuevos de Polonia, Hungría y República Checa. Un brexit provocaría una cadena de salidas de la zona Euro y de la UE, sin duda. Y mucha preocupación internacional.

Pero el brexit es poliédrico. Tiene más caras. Y una de las últimas en mostrarse ha sido la del apoyo financiero a favor y contra el referéndum. Según datos de la Comisión Electoral de RU[18] los grupos pro brexit han superado en donaciones (8,2 millones de libras) a los contrarios a la salida de RU de la UE (7,5 millones de libras).  Entre los primeros el dueño de CMC Markets o el famoso bróker Peter Hargreaves, que ha donado 3,2 millones de libras. Su razonamiento es que la UE pone demasiadas normas restrictivas a la estructura financiera londinense, la denominada City, limitando su voraz actividad; insisten, además, en que el proyecto económico de la UE es inviable, sobre todo después de los rescates financieros. Encontramos más pesos pesados de la economía entre los favorables a la permanencia en la UE, tales como los responsables de Airbus, Bloomberg y Price Waterhouse. Varios expertos financieros se preguntan cómo actuaría la City ante los imponderables surgidos de una salida de la UE, sobre todo en lo referido a los permisos para poder formalizar operaciones desde Londres hacia el resto de países UE y encontramos cómo alguna de estas firmas ya está abriendo sucursales en Amsterdam o Bruselas.
Tal y como indica Manuel Castells[19] asistimos a una crisis generalizada de las instituciones políticas de la que las de la UE no es ajena. Quizá, si cabe, más grave en Europa. Políticos e instituciones están al nivel de desconfianza de las instituciones financieras, ya que una gran parte de los ciudadanos piensa que se unen contra sus intereses, los que se consideran legítimos de la mayoría de ciudadanos. En un sistema como el europeo, donde se fraguó el denominado Estado del Bienestar, el concepto de contribuyente va más allá del meramente descriptivo. Es un concepto cultural que forma parte del acervo jurídico y moral. Pero quizá no haya sido suficiente con el hecho de generar un sistema progresivo donde nadie queda fuera del sistema. Las orientaciones políticas generan instrumentos distintos en función de las ideologías y en demasiados países, fundamentalmente los del sur de la UE, se ha jugado a desmontar lo instaurado con el fin de maquillar resultados y convertirlos en éxitos electorales. La UE debe ser un espacio político más temprano que tarde. Si hoy día no es el actor global que debiera ser, es por esa causa. Por esa razón el brexit es una oportunidad, como lo fue el grexit. La salvedad es que los británicos están demasiado acostumbrados a ir de farol permanentemente. Y ahora no tienen tanto resto con el que aguantar. Una salida de RU de la UE sería catastrófica para la Unión, pero sobre todo para Reino Unido.



[1] Las cuatro crisis de la Unión Europea. José Antonio Sanahuja. Anuario 2012-2013 de la Fundación Cultura de la Paz. Coordinadora: Manuela Mesa. Pag. 51. http://www.iaee.eu/material/Las_cuatros_crisis_de_la_UE.pdf
[2] Moneda única y Banco Central Europeo (sistemas europeo de  Bancos Centrales), libre circulación de capitales y convergencia de las políticas económicas de los estados miembros.
[3] Constituido por la Comunidad Europea (Consejo, Comisión y Parlamento Europeo), CECA y EURATOM. 
[4] Política Exterior y de Seguridad Común, establecida en el Título V del TUE y sustituyendo las disposiciones del Acta Única Europea vigente hasta ese momento.
[5] Cooperación en ámbitos de justicia e interior, establecido en el Título VI del TUE.
[7] El voto de mayoría cualificada es también la regulación de una minoría de bloqueo en el seno del Consejo en base al artículo 9C.3 y 9C.4. “.../...la mayoría cualificada se definirá como un mínimo del 55% de los miembros del Consejo que incluya al menos a quince de ellos y represente a Estados miembros que reúnan como mínimo el 65% de la población de la Unión.
La minoría de bloqueo deberá estar compuesta por al menos cuatro miembros del Consejo, a falta de lo cual se considerará alcanzada la mayoría cualificada.../...”.
[8] Acrónimo inglés de British Exit, referido a una hipotética salida de Reino Unido de la UE. http://www.lavanguardia.com/consejos-linguisticos/20151111/54439767932/el-termino-brexit-en-cursiva-y-con-minuscula.html
[9] Acrónimo inglés de Greece Exit, referido a una hipotética salida de Grecia de la UE.
[10] Obama advierte de que un “brexit” dañaría la relación comercial bilateral http://internacional.elpais.com/internacional/2016/04/22/actualidad/1461312194_862738.html
[11] En Reino Unido no se aplica la moneda única europea, el tratado de Schengen, la carta de los derechos fundamentales de la UE y tampoco el espacio europeo de libertad, seguridad y justicia. http://eur-lex.europa.eu/summary/glossary/opting_out.html?locale=es
[12] Cameron lanza la renegociación de la posición de Reino Unido en la UE. http://internacional.elpais.com/internacional/2015/11/10/actualidad/1447149568_979878.html
[14] Recordemos que, por diferentes causas, no forman parte de la zona Euro Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Croacia, Hungría, Polonia, Rumanía, Suecia y Reino Unido.
[15] ¿Puede ser el brexit el principio del fin de la Eurozona? http://www.elmundo.es/economia/2016/04/26/571e7003268e3e676a8b45aa.html
[17] Ibídem nota 15.
[19] Manuel Castells: La crisis económica europea: una crisis política. http://www.europeg.com/files/Crisis%20de%20Europa.pdf

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