Prueba de que la
naturaleza de la política ha cambiado, desde la caída del Muro de Berlín, es la existencia de la Unión Europea (en
adelante UE). En un espacio corto de tiempo, los estados que constituyeron la
CEE han trocado su comportamiento; también los países que participaron de las
cuatro ampliaciones (de la CEE-9 a la UE-15). Pero muy distintos eran los
estados que se incorporaron a la UE desde 2004 (la UE-25, la quinta ampliación con
10 nuevos países y 75 millones de habitantes más), llevando el
multilateralismo, la seguridad y la defensa colectiva a antiguas repúblicas y
países satélites de la extinta URSS. La UE es, hoy, un sistema multicéntrico
donde conviven 503 millones de habitantes de 28 estados.
La globalización envuelve
a una sociedad heterogénea, compleja e interdependiente como la europea, que
tiene dificultades para percibir el poder; éste, el poder, es algo que se ha vuelto difuso y los estados
necesitan de una superestructura útil que garantice, con claridad, seguridad y bienestar. Pero, además, esta
superestructura que significa la UE, se apoya en otras estructuras
supranacionales, ya sean regionales o globales, en los que asentar sus
principios para llevarlos a otros territorios. Y para llegar a este extremo los
estados de la UE optaron por el europeísmo, consolidando un gran mercado
económico y construyendo un sistema político de valores. Pero en el momento en
el que la UE se dotó de una Política Exterior y de Seguridad Común (en adelante
PESC[1]) se convierte en un actor internacional,
con identidad propia en el contexto mundial. De ahí que se considere a la UE
como un subsistema internacional, dentro
del actual sistema internacional, donde los estados entregan parte de su
soberanía para la cooperación política europea, para la seguridad, la defensa y
la política exterior.
Tal y como dice Barbé[2] “.../... la UE suma a su condición de zona
de paz su carácter de entidad posmoderna (transferencia de soberanía).”
Desde la Cooperación
Política Europea (en adelante CPE) de 1970 hasta Maastricht en 1993[3], el
empeño ha sido incorporar la política exterior, la seguridad y la defensa entre
los pilares de la UE para poder ser, con garantías, un verdadero actorness[4]
en la esfera internacional. Hoy en la UE, además del Parlamento Europeo, la
Comisión Europea y Tribunal de Justicia, como representación de los poderes
legislativo, ejecutivo y judicial, tenemos un Alto Representante de la Unión
para Asuntos Exteriores y de Seguridad (en adelante AR, hoy Alta Representante
que ocupa el puesto de Vicepresidente de la Comisión Europea, teniendo además
la competencia de Defensa). Este cargo existe desde el Tratado de Lisboa, es
decir, desde 2007, con la intención de superar la no nata Constitución Europea, cambiando su denominación, y facilitar una
mejor y más cohesionada proyección internacional de la Unión Europea[5].
Sin duda es un paso más en la integración política de la UE y un avance
significativo en su configuración como protagonista de la escena internacional.
Pero la UE no deja de ser una potencia en proceso de formación, con dudas sobre
su sostenibilidad por parte de importantes estados europeos, dentro de un sistema internacional en cambio.
En este momento no existe un claro hegemón mundial, sino varios líderes
regionales que condicionan las agendas internacionales[6]
en un mercado económico aún en crisis y con el terrorismo global, el yihadismo
salafista, como una constante de las
relaciones bilaterales y multilaterales. A este escenario se suma un nuevo actorness con decidida energía, pero el
resto de los actores saben que la política que la UE hace en materia exterior y
de seguridad común es la suma de la propia más las 28 de los estados miembros,
modulando constantemente la acción política en estas áreas de la UE. Además, el
requisito de la unanimidad para la adopción de acuerdos en estas materias pone
en paralelo la importancia de la soberanía de los estados con respecto de la
propia de la política AR de la UE. Sólo así se puede entender la larvada, y
conocida, discusión en el seno de la UE sobre los avances en la integración
política, una vez consolidada la económica; el fracaso de la llamada Constitución para Europa tiene ese
sentido.
Reino Unido[7],
Dinamarca y los 10 países de la Europa central y oriental de la quinta
ampliación (2004) se amparan en el intergubernamentalismo,
frente al supranacionalismo del
resto de los países UE[8].
Y este es el debate, desde mi punto de vista: el camino hacia una UE fuerte en
lo político, que complemente lo ya conseguido en lo económico y que avance en
otros aspectos sociales, superando las democracias nacionales, sin
sustituirlas, para avalar procedimientos conjuntos de una UE que acoja la soberanía
de los estados miembros en un Parlamento Europeo con mayores competencias,
construyendo, desde la europeización, diferentes políticas verdaderamente
conjuntas para todo el territorio UE-28.
Una UE que debe constituirse como
potencia civil, sin duda, con estructuras de coordinación en materia de defensa
que le configuren también con posibilidades militares para misiones concretas,
como ocurre en la actualidad, y de apoyo
a las estructuras existentes de seguridad colectiva y cooperativa. La UE es una
“.../... zona de paz, espacio de negociación y compromiso”[9],
además de una fuerza para el bien[10],
que lleva a todo el orbe sus valores de democracia, derechos humanos, estado de
derecho y libertades fundamentales. Estos valores hacen que la UE también sea
una potencia normativa, al tener una política exterior estructural tendente a
“.../... modificar e influir estructuras
políticas, legales, socio-económicas, de seguridad y sostenibles[11]”.
Siguiendo este esquema de deducción, la
UE sería una potencia normativa que
hace uso de los valores universales para implantarlos en todo el mundo, una
potencia de mercado, que ha regulado
su mercado interior para externalizarlo, y tradicional[12]; marca sus objetivos estratégicos y
pretende hacerlos confluir desde el punto de vista estructural, en términos de Hard/Soft Power, o desde el punto de
vista material, ya sea para procurar seguridad a la frontera sur de la UE en
materia de inmigración o para procurar energía a los estados miembros.
Lo que le falta a la UE es avanzar en la
integración política, algo que divide casi al 50% a los estados miembros. Y ese
es el quid de la cuestión, desde mi
punto de vista. La UE necesita avanzar en tantas cuestiones de relevancia
internacional, y de seguridad/defensa común, que se hace necesario avanzar en
sus estructuras políticas y sociales. Quizá el ejemplo de los refugiados sirios
sea el más flagrante[13],
pero hay muchos más vienen a colación (inmigración, cambio climático,
gobernanza global, tensiones interiores, presiones nacionalistas...). Xavier
Folch[14]
el pasado 5 de abril nos dice que la UE, para sobrevivir, necesita un nuevo
paradigma, que supere definitivamente el mercado común y que se adentre en la
Europa política.
La vieja máxima del realismo estructural
de Waltz[15]
parece seguir estando presente, a pesar del tiempo en el que se explicitó, pero
parece que el interés propio de los estados en otorgar seguridad a sus
habitantes sigue estando por encima de cualquier cosa, incluso de las
superestructuras políticas. Esto debe cambiar.
[1] La PESC incorpora el
conjunto de las relaciones de Seguridad y Defensa, lo que se denomina Política
Común de Seguridad y Defensa o PCSD.
[2] Esther Barbé. La UE en
las relaciones internacionales. Madrid.Tecnos.2014. Pág. 19.
[3] Tratado de la Unión Europea (TUE).
[4] En lo que se refiere a la UE, utilizamos la expresión actorness para referirnos a la capacidad
de una entidad jurídica o política para
ser un agente reconocido en las relaciones internacionales en base a los
principios de autoridad, cohesión, autonomía y reconocimiento. Ibídem nota 2,
pág. 24.
[5] El esfuerzo de la UE no fue baladí, ya que la actual AR (Federica
Mogherini) asume las competencias de las estructuras anteriores del Alto
Representante del Consejo para la política Exterior y de Seguridad Común (el
denominado Míster PESC), el Comisario
Europeo para las Relaciones Internacionales y el Presidente del Consejo de
Asuntos Generales y Relaciones Internacionales.
[6] EE.UU, la UE y los BRICS (entre ellos Rusia y China sobre todo).
[7] El denominado Brexit (abreviatura de British Exit) reproduce la opinión de un grupo de partidos
políticos británicos del ala conservadora, que impulsan un referéndum para que
los ciudadanos decidan si quieren permanecer o no como miembros de la UE en
2017. Aunque los argumentos son de base económica (mayor competitividad de Gran Bretaña si no formara parte de la UE),
existen peros a dar pasos a la integración política, criticando la acción
exterior de la UE en materia de acogimiento de refugiados, fundamentalmente de
Siria.
[8] Ibídem nota 2. Pág. 21.
[9] Ibídem nota 2. Pág. 25.
[10] Ibídem nota 2. Pág. 26.
[11] Ibidem nota 2. Pág. 27.
[12] Ibidem nota 2. Pág. 29.
[13] La UE acuerda expulsar a Turquía incluso a los sirios en suelo
europeo http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/07/actualidad/1457352301_920991.html
[14] Xavier Folch. A Europa le faltan pasos de gigante. El País 5 de
abril de 2016. http://internacional.elpais.com/internacional/2016/04/03/actualidad/1459695412_773254.html
[15] Kenneth
Neal Waltz (8 de
junio de 1924-12 de mayo de 2013).