Interesante artículo de Carlos Hidalgo publicado en la web El orden Mundial en el siglo XXI. Aprovechando el éxito de la saga, el autor nos ofrece una vision geopolítica del universo star wars, un aspecto en el que no solemos reparar. La familia Skywalker sigue cosechando seguidores entre las nuevas generaciones y esta vision del orden de la galaxia puede ayudar a entender la génesis de la odisea, algo más que mitología, una lucha entre el bien y el mal aderezado con aventura y romanticismo. Os animo a leerlo.
Decía Clausewitz que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Así que Star Wars es política, aunque solo sea por su contenido bélico. Pero, afinando más al contenido habitual de este medio, ¿hay política exterior en Star Wars? ¿Cómo es?
La respuesta corta es que no. No la hay. Los regímenes políticos que aparecen en la saga galáctica —República, Imperio, Primera Orden y Resistencia— son todos sistemas hegemónicos que abarcan toda la galaxia ficticia en la que se desarrollan las películas. Las guerras que estas narran son siempre guerras civiles y no de conquista o anexión. Los bandos en conflicto se disputan el gobierno de la galaxia en su conjunto, no el control de sistemas estelares que tuvieran regímenes propios independientes de Coruscant, el planeta capital de la Galaxia.
Es cierto que alguna vez aparecen sistemas y planetas que no parecen estar sujetos a ninguno de los Gobiernos, pero se da a entender que son sitios muy alejados; formalmente, bajo la autoridad republicana o imperial, pero cuya escasa cercanía e importancia hacen que el control estatal sea muy tenue. Estos planetas, como Tatooine, están bajo el dominio de estructuras de poder informales y no estatales, como el control de líderes mafiosos a lo Jabba el Hutt.
Podríamos decir que esta política imperial —en el sentido político, no en el del Imperio galáctico— prácticamente no existe, dado que todo el mundo conocido está sujeto a un único tipo de régimen. Las diferencias estriban en las tácticas y las formas de gobierno de cada una de las facciones que guerrean.
En las Guerras Clon tenemos una primera guerra civil provocada por la invasión del planeta Naboo por la Federación de Comercio. Esta invasión no pretende anexionarse el planeta, sino que es una forma de coerción a su Gobierno para que acepte las condiciones de un tratado comercial. Algo así como si Euskadi invadiera La Rioja para forzar a su presidente a ampliar la denominación de origen de sus vinos.
En las Guerras Clon tenemos una primera guerra civil provocada por la invasión del planeta Naboo por la Federación de Comercio. Esta invasión no pretende anexionarse el planeta, sino que es una forma de coerción a su Gobierno para que acepte las condiciones de un tratado comercial. Algo así como si Euskadi invadiera La Rioja para forzar a su presidente a ampliar la denominación de origen de sus vinos.
Este incidente escala ante la incapacidad del Senado Galáctico y de los caballeros jedis para arbitrar el conflicto, por lo que se termina convirtiendo en una guerra de secesión en la que los planetas controlados por entidades comerciales —Clan Bancario, Federación de Comercio y los fabricantes de armas geonosianos— quieren separarse de los planetas Estados que forman la República.
Esta primera guerra civil resuelve con la transformación de la República en un Imperio galáctico, que concede poderes especiales e ilimitados al canciller Palpatine, que pasa de líder electo por un parlamento —el Senado galáctico— a monarca absoluto de la galaxia.
Una vez se declara el Imperio, este reprime a los secesionistas mediante tácticas colonialistas, como ejecuciones en masa, ataques a la población civil, terrorismo de Estado y el mantenimiento del orden mediante el terror y estrategias de tierra quemada para privar de recursos a cualquier intento de oposición.
La construcción de las diferentes Estrellas de la Muerte —estaciones espaciales capaces de destruir un planeta de un solo disparo— combina toda estrategia de guerra colonial en una solo arma. Estas hacen ejecuciones en masa ejemplarizantes; son una herramienta de terror que busca que la población culpe a los rebeldes cada vez que se usa y que, al eliminar planetas enteros, priva de recursos al bando minoritario, en este caso la Rebelión.
Aunque el Imperio se suele asimilar a los nazis, lo cierto es que su comportamiento, definido por el racismo —discriminan o esclavizan a las razas no humanas que aparecen en las películas—, las ejecuciones masivas y las imposiciones culturales, tiene mucho más que ver con el imperialismo colonial del siglo XIX que con el III Reich, algo que puede ser intencional o inconsciente —como el acento británico de los oficiales imperiales, por cierto—. Las tácticas imperiales, pese a ser una ópera espacial, no dejan de tener cierto primitivismo: el despliegue de las superarmas del Imperio, desde los cuadrúpedos AT-AT a los enjambres de cazas TIE, no dejan de tener cierto componente de guerra napoleónica industrializada, como en la Primera Guerra Mundial.
La República galáctica se caracteriza como un régimen débil y burocrático, una especie de mezcla entre las Naciones Unidas, la Unión Europea y la República de Weimar. Los partidarios de la democracia se enfrentan al desafío de lograr unas instituciones estatales que abarquen millones de planetas habitados, resuelvan sus conflictos pacíficamente y hagan cumplir sus leyes, hasta tal punto que dependen para ello de la orden de guerreros magos-monjes, los caballeros jedis, lo cual ha hecho que más de una persona señale que la República es una teocracia con elecciones, como Irán.
Con respecto a las próximas películas, aún no sabremos si habrá algo de política exterior; sí más guerra civil galáctica. Y más política por otros medios en una galaxia muy muy lejana.
Para leer el artículo en la web de Orden Mundial en el siglo XXi pinchar aquí.
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