viernes, 26 de junio de 2015

El debate de la energía en 2015

Energía es igual a política, es decir, política internacional. El hecho de que se acumule en unas zonas permite negociar cosas diversas al albur de tener acceso a ella. Por eso, durante este año, la energía forma parte de conflictos internacionales y regionales. En este artículo que Gonzalo Escribano redactó en enero de este año para el Real Instituto Elcano aparecen algunas de  las claves. 



 Resumen: La UE debe afrontar el reto de desarrollar el paquete 2030 aprobado en 2014, diseñar una Unión de la Energía creíble y plasmar el plan Juncker en inversiones en el sector. Ambos vectores exigirán toda la atención de la Comisión y de los Estados miembros, y muy notablemente del gobierno español que deberá centrarse en proponer proyectos sólidos y bien argumentados al tiempo que mantiene abierta la ventana de oportunidad a favor de las interconexiones creada por la crisis con Rusia. El año 2015 también requerirá esfuerzos importantes para llegar a un acuerdo consistente contra el cambio climático en la cumbre de París de finales de año. Por otro lado, las previsiones apuntan a que la caída de los precios del crudo de la segunda mitad de 2014 se mantendrá en 2015 al menos hasta el verano, si bien pueden darse repuntes a partir del segundo trimestre. Las implicaciones geo-económicas y geopolíticas de esta bajada de precios marcarán en buena medida el escenario energético y económico global, y es importante que la UE y los gobiernos europeos aprovechen la oportunidad para avanzar en la transición energética en vez de incorporar en sus expectativas precios moderados a largo plazo.

Una de esas implicaciones será acelerar el declive de Rusia, que tiene por delante un año muy complicado en lo económico que debería atemperar su aventurerismo gasista. La caída de los precios del crudo puede cambiar el panorama geopolítico latinoamericano. El debilitamiento económico de Venezuela y los bajos precios del crudo erosionan el atractivo de iniciativas como Petrocaribe y, en general, el de los sistemas bolivarianos. También puede complicar el éxito de la reforma energética mexicana y presionar financieramente a Petrobras. Probablemente 2015 tampoco estará libre de otros sobresaltos geopolíticos. Por ejemplo, será un año clave para la evolución de conflictos como los de Irak y Libia, que en caso de agudo deterioro pueden volver a presionar la prima de riesgo en los precios del crudo. La “atlantización” de la pauta española de importaciones de petróleo obligará también a seguir los acontecimientos en África Occidental. Nigeria es ahora nuestro primer suministrador de petróleo, se encuentra muy exigido fiscalmente por la bajada de precios, mantiene una lucha abierta con Boko Haram y en 2015 tendrán lugar unas elecciones cruciales.

Análisis

Interconexiones y Unión de la Energía
El año 2015 se plantea como un período crucial para la política energética europea. En él deberán fijarse las bases de una Unión de la Energía que articule un mercado único y una política energética exterior común. La necesidad de erosionar el poder de mercado de Rusia en el mercado energético europeo ha actuado como catalizador de los importantes progresos realizados durante 2014. Entre ellos se encuentran las propuestas de inversiones en infraestructuras energéticas que contiene el Plan Juncker, el compromiso del 10% en interconexiones del Paquete de Energía y Clima y el nuevo impulso a la coordinación de las políticas energéticas exteriores. España supo aprovechar la oportunidad de postularse como parte de la solución a los problemas energéticos de Europa, solicitando poder ejercer su derecho a la solidaridad con sus socios europeos si existiesen las interconexiones para ello.

Aunque no se alcanzaron objetivos vinculantes ambiciosos en materia de interconexiones, por primera vez en muchos años el tono europeo al respecto ha comenzado a cambiar y por tanto la oposición francesa resultará cada vez más costosa políticamente. El Consejo de Energía del 9 de diciembre insistió en asegurar que el objetivo del 10% de interconexiones se alcanzaría y en que, si las infraestructuras propuestas no fuesen suficientes, se identifiquen con celeridad nuevos proyectos que permitan alcanzarlo. Para ello, España solicitó en diciembre para planes energéticos en el marco del Plan Juncker más de 25.000 millones de euros (del total de 53.000 millones solicitados hasta 2017), de los cuales 15.000 millones se destinan a la interconexión eléctrica, y en menor medida gasista, con Francia. España tiene que remitir cuanto antes a la Comisión los planes y presupuestos detallados para estos proyectos.

El año 2015 será clave para materializar los compromisos, algo tenues y condicionados, alcanzados. El gobierno español y la Comisión deberán permanecer vigilantes para que las preferencias expresadas en 2014 se plasmen en los presupuestos y que los proyectos de interconexión resulten creíbles desde el primer momento. Sin interconexiones no puede haber competitividad, pues no habrá competencia, ni sostenibilidad, porque las renovables no pueden desplegarse conforme a las ventajas comparativas naturales, ni seguridad energética al no poder ejercerse la solidaridad con algunos Estados miembros, como podría ocurrir (de nuevo) en 2015 en aquellos países más expuestos al tránsito de gas ruso por Ucrania. En todo caso, aunque sólo será el año 0 de un proceso de largo plazo que requiere ser mantenido en el tiempo, es importante iniciarlo con buen pie, manteniendo un tono constructivo y propositivo aceptando la transacción sin imposición. Lo previsible es que España pueda presentar en poco tiempo proyectos solventes susceptibles de ser financiados por el mecanismo del plan Juncker y asegurar el progreso adecuado en las interconexiones.

Cualquier debate sobre la dimensión exterior de la Unión de la Energía debe partir de la consecución de un mercado europeo integrado y abierto a la competencia. La propuesta franco-polaca de constituir una especie de central de compras (un monopsonio) a nivel europeo para agrupar los contratos de gas con los proveedores exteriores ha encontrado muchas resistencias, tanto entre los Estados miembros más diversificados de Rusia como de los menos intervencionistas, poco partidarios de politizar los flujos energéticos. Además, es contrario a la política de competencia comunitaria y cuenta con la oposición de la mayor parte del sector gasista, tanto europeo como de Noruega y Argelia, segundo y tercer suministradores de la UE.

No debe desviarse la atención hacia debates secundarios pero igualmente irritantes, sino atender las prioridades de completar el mercado interno. El caso de las interconexiones con Francia es un buen ejemplo: la discusión de objetivos del 10% (o el 15%, indicativo y para 2030) es claramente insuficiente si se plantea (a) descarbonizar el mix eléctrico para 2050 y (b) diversificar los suministros de Rusia (¿y su área de influencia?) desde otros proveedores mediante gasoductos desde el Norte de África y GNL de todo el mundo. La única forma de alterar las expectativas y dar credibilidad a la Unión de la Energía es que la Comisión haga un anticipo inmediato para acometer las inversiones necesarias en interconectores.

A lo largo de 2015 deberá detallarse también el Paquete Energía y Clima 2030 acordado el año pasado. Aunque ha sido criticado por su falta de ambición en casi todos sus objetivos, lo ha sido más por el desajuste implícito en que los objetivos 2020 se hayan mostrado factibles y los de la Hoja de Ruta 2050 se perciban demasiado exigentes. Del 20% de reducción de emisiones en 2020 se ha pasado al 40% en 2030 (80%-90% en 2050), del 20% al 27% de energías renovables y eficiencia energética (aunque como objetivos europeos no vinculantes a nivel nacional) y del 10% de interconexiones (acordado en 2002, ahora obtenido para 2020) a un 15% no vinculante en interconexiones eléctricas. Es cierto que, en renovables y eficiencia, se podría haber sido más ambicioso; y desde luego también en interconexiones, que son un pre-requisito para las renovables y por tanto para la descarbonización. Pero la UE se ha mostrado dispuesta a elevar sus objetivos si la próxima cumbre sobre el clima de París se saldase con compromisos equiparables por parte de otros grandes emisores.

Hacia París 2015
Los resultados de 2014 en materia de lucha contra el cambio climático son positivos, aunque insuficientes y algo decepcionantes. La Cumbre sobre el Clima de Naciones Unidas de septiembre había mantenido las expectativas con mucho compromiso político pero contribuciones en reducciones y a la financiación climática mucho más modestas. Poco después, el acuerdo bilateral entre EEUU y China fue considerado como un paso político de primer orden en la diplomacia climática, hasta el punto de que algunos observadores consideraron que la vía multilateral quedaba superada. Aunque los compromisos alcanzados por EEUU y China son claramente insuficientes para prevenir una subida de la temperatura superior a 2ºC, se esperaba que el cambio de actitud de los dos mayores emisores mundiales permitiese culminar las negociaciones climáticas con un acuerdo global en 2015. Sin embargo, ese impulso bilateral mostró un recorrido limitado con los magros resultados del COP 20 de Lima, preparatoria de la cumbre climática de París.

China se ha comprometido a alcanzar su pico de emisiones en 2030 y producir para entonces el 20% de su energía mediante fuentes bajas en carbono. La capacidad y la voluntad china de cumplir estos compromisos es incierta, pero el cambio de estrategia es evidente y puede concretarse en políticas medioambientales (lucha contra la polución y eficiencia energética) e industriales (renovables y nuclear). EEUU se ha comprometido a reducir sus emisiones en un 28% para 2025 (sobre niveles de 2005), lo que no implica ninguna novedad sobre el Climate Action Plan de Obama de 2013, cuyos objetivos de reducción eran del 17% a 2020, del 42% a 2030 y del 83% a 2050. Estos objetivos son muy inferiores a los de la UE, que se calculan sobre niveles de emisiones de 1990. Por tanto, las bases para el compromiso en Lima no eran tan sólidas.

Además, cumbres que han pasado de unos 1.000 delegados a más de 11.000 en sus 20 años de existencia requieren de una exhaustiva preparación que no puede compensarse con un clima de optimismo. La reflexión sobre la operatividad de estas reuniones puede posponerse a la de París, pero parece evidente que no ofrecen un modelo eficaz de gobernanza climática. Entre sus resultados positivos, Lima permite vislumbrar un acuerdo en París en que la mayor parte de países contribuyan a la lucha contra el cambio climático, si bien será difícil alcanzar reducciones obligatorias de emisiones. Otro punto de fricción es la responsabilidad de los países industrializados y sus reticencias a un aumento sustancial de la financiación para la adaptación en los países en desarrollo.

Naciones Unidas ya ha avisado de que las promesas de reducción de emisiones para la cumbre de París del próximo diciembre no bastan para alcanzar el objetivo de 2ºC, y la diplomacia francesa es consciente de que en 2015 deberá trabajar duro para cerrar un acuerdo. Pese al esfuerzo de la UE, China se opuso a que los gobiernos presenten planes detallados de reducción de emisiones y a su monitorización. Cada vez parece más claro que el cariz político del actual sistema de negociaciones climáticas lo hace ingobernable y lo limita a la mera agregación de contribuciones negociadas, siempre insuficientes y poco detalladas. Es deseable que en París se alcance un acuerdo más comprensivo y ambicioso que el que se proyectó en Lima, pero sea cual sea su resultado el día después deberá empezar a trabajarse en una nueva configuración de la gobernanza climática, más institucionalizada, técnica y estable, y menos politizada, esporádica y fragmentada.

Precios bajos del petróleo, pero no para siempre
En la segunda mitad de 2014 los precios del petróleo se desplomaron con mayor rapidez de lo anticipado por la mayoría de los analistas. Si en el documento del año pasado se aventuraba que “los fundamentales sugieren una relajación de los precios”, para 2015 la conjetura correspondiente sería una estabilización de los mismos en niveles superiores a los de finales de 2014. En 2015 se comprobará la capacidad de ajuste de la industria petrolera a la bajada de los precios. Algunas compañías, como la noruega Statoil, han rebajado las inversiones en aguas profundas para 2015. Muchos productores estadounidenses de petróleo no convencional aún tienen margen de eficiencia técnica (los costes de los bienes de equipo siguen cayendo), pero no todos.

La decisión de Arabia Saudí de dejar que el mercado ajuste los precios, manteniendo su cuota de mercado, tiene una lógica económica impecable: la de que el ajuste del mercado venga de aquellos productores cuyos costes de extracción son más altos, entre los que se encuentran desde los pozos más maduros o pequeños a los de aguas ultra-profundas, las arenas bituminosas de Canadá, el crudo ultra-pesado venezolano y, por supuesto, el tight oilestadounidense. Los países del Golfo Pérsico tienen costes de extracción muy por debajo de los precios actuales y, salvo Irak e Irán, abundantes reservas de divisas para sostener sus presupuestos durante períodos prolongados de precios bajos del crudo.

Las previsiones de una ralentización en el aumento de la demanda de petróleo para 2015 podrían alterarse con la bajada de los precios, frenando la destrucción de demanda que ha supuesto el reciente período de precios elevados. Según las últimas previsiones disponibles, la AIE prevé un crecimiento de la demanda de crudo para 2015 de 0,9 millones de barriles diarios, menor que sus anteriores previsiones, mientras que la oferta no OPEP, básicamente estadounidense, crecería en 1,3 mbd. Atendiendo a las previsiones de oferta y demanda, el mercado sigue padeciendo un exceso de oferta que deberá ajustarse en los próximos meses. Por otro lado, la prima de riesgo geopolítico que ha acompañado a los precios elevados de los últimos años puede reactivarse en cualquier momento. La volatilidad de la situación geopolítica en grandes productores como Irak, Irán y Libia, y el potencial de desbordamiento de éstos y otros escenarios de inestabilidad en otros grandes productores de Oriente Medio y el Norte de África o incluso en el Golfo de Guinea, pueden devolver la incertidumbre a los mercados ante interrupciones de suministro o embargos (Irán y eventualmente Libia).

Lo más relevante es, primero, que la bajada de precios supone una triple ventana de oportunidad en los planos económico, energético y, como veremos al tratar Rusia, geopolítico. Segundo, que esa ventana promete ser corta y no permite acomodaciones ni conformismos. Desde la perspectiva económica, la bajada de precios tiene un efecto muy positivo sobre una demanda europea muy átona. Su efecto sobre la inflación debería facilitar la adopción de medidas expansivas en vez de preocupar por su efecto deflacionario, pero en todo caso constituye un choque de oferta positivo bienvenido ante el riesgo de una tercera recesión. Precios más bajos de la energía también ayudarían a la industria europea a recuperar algo de la competitividad perdida frente a EEUU por el abaratamiento ocasionado por la revolución no convencional.

La caída de precios también presenta oportunidades para las reformas energéticas en Europa. Por ejemplo, ofrece la de reducir externalidades medioambientales negativas aumentando los precios del carbono, hoy muy bajos, o introducir impuestos ambientales para compensar en parte la caída de precios y sus efectos no deseados sobre la eficiencia energética. Si la estrategia saudí es frenar la sustitución de su petróleo por fuentes renovables y evitar las mejoras en eficiencia energética, Europa (y España) deberían actuar en consecuencia, invirtiendo parte de los dividendos económicos de la caída de precios en su modelo de transición energética. A diferencia del petróleo o el gas no convencionales, las energías renovables son energías autóctonas que producen a coste marginal cero: una vez realizada la inversión no hay volatilidad en los precios, ni correlación con ningún combustible, ni declive, ni emisiones. Más aún, proyectan poder energético blando, en el sentido de Nye del poder de atracción de un modelo energético como el europeo, basado en la sostenibilidad y comprometido con la lucha contra el cambio climático.

Rusia prosigue su declive
La creciente rivalidad entre Rusia y la UE puede atenuarse si la caída de los precios del petróleo se mantiene. Por un lado, el aventurerismo táctico de Putin contará con menos recursos y reportará mayores costes económicos. Por ejemplo, la caída de precios del crudo, al que Gazprom indexa sus contratos, facilitó a finales de 2014 cerrar el acuerdo con Ucrania intermediado (y avalado) por la UE por su mero abaratamiento. Esa situación puede evitar una escalada de nuevas sanciones económicas o interrupciones de suministro; pero, de nuevo, la volatilidad de la situación en Ucrania puede desbordarse en ambas (u otras) direcciones. En 2015 deben acometerse medidas que muestren a Rusia que la diversificación del aprovisionamiento europeo de gas es creíble. No se trata de eliminar las importaciones rusas, pero sí de mantener la presión en el campo de la política de competencia para evitar el abuso de poder de mercado por parte de Gazprom. Por ejemplo, manteniendo la aplicación del acervo comunitario al South Stream (cuyo objeto es evitar el tránsito por Ucrania para cortarle el suministro mejor, es decir, sin afectar a los consumidores de la UE).

También puede ser un mal año para el proyecto Euroasiático de Putin, al menos en su componente geopolítica. Pueden añadirse nuevos socios a la Unión Económica Euroasiática (UEE), formada por Rusia, Kazajistán, Bielorrusia y, desde octubre de 2014, Armenia, que no comparte frontera con ninguno de sus socios, como Tayikistán y Kirguizistán. Pero lo harán con escaso entusiasmo. En palabras del presidente kirguizo Atambayev: “We’re choosing the lesser of two evils. We have no other option.” Fuera de esos países (e incluso dentro), la anexión de Crimea y la desestabilización militar de Ucrania han debilitado el ya escaso atractivo de Putin en gran parte de la vecindad rusa. En su vecindad occidental, los países de la ex-URSS miran más hacia la UE o incluso Turquía; en Asia Central, la iniciativa económica china de la Ruta de la Seda parece mostrar más tracción. La Unión Aduanera Euroasiática puede crecer modestamente, pero la visión geopolítica de Putin de reconstruir el cinturón soviético no es seguida ni siquiera por los miembros de la UEE.

Las sanciones y la bajada de precios pueden complicar aún más la situación económica de Gazprom, y su capacidad para financiar y desarrollar nuevos proyectos, por ejemplo los acordados, en mayor o menor grado, con China. El actual mercado del gas es un mercado de compradores. Los exportadores de GNL (por ejemplo Qatar) han invertido grandes sumas en trenes de licuefacción y pueden reproducir la guerra por las cuotas del mercado del gas en Asia que ha desatado Arabia Saudí en el del petróleo. Con un gas barato y bajo sanciones financieras, Rusia tendrá muy difícil construir las infraestructuras que necesita para avanzar en la diversificación de sus exportaciones hacia China y la India. Puede firmar tantos memorandos de entendimiento como quiera, pero obtener financiación será más complicado, salvo que la obtenga de China a cambio de condiciones aún más ventajosas para ella y todavía menos rentables para Rusia.

Otros ámbitos: Irak contra el Estado Islámico (EI), Libia contra sí misma, reforma mexicana, elecciones en Nigeria, Angola en Portugal…
Hay evidentemente muchos otros focos de atención. Ya se han mencionado lasincertidumbres en Irak y Libia. En la primera se espera que la contención del EI mantenga la producción inalterada. El reciente acuerdo entre el gobierno regional kurdo y el central para exportar el petróleo controlado por el primero bajo la supervisión del segundo, a cambio del 17% del presupuesto nacional, puede facilitar la estabilización del país, o al menos la de su industria petrolera. No obstante, el acuerdo no incluye al menos 100.000 barriles diarios no declarados en el acuerdo pero producidos autónomamente por el Kurdistán iraquí. Esa realidad de productor dual seguirá pesando sobre las expectativas de producción del país, y puede debilitar la cooperación frente al EI.

De Libia se esperan las novedades a que nos ha acostumbrado en los últimos años: fuerte volatilidad en la producción en función de los vaivenes de la situación interna. Aunque en buena medida el mercado ya lo esté descontando, y los dos gobiernos necesiten ingresos que sólo pueden proceder de las exportaciones de petróleo, no se pueden descartar interrupciones más significativas que las de los últimos meses. De hecho, en el momento de cerrar este documento se producían intensos combates en varias terminales petroleras, cuyas instalaciones parecen estar registrando daños significativos. Una eventual partición de facto del país que se plasme en una indefinición de a quién pertenece el petróleo libio podría tener un impacto más profundo y duradero. Desde la perspectiva energética, Libia está inmersa en un clásico conflicto por recursos, en este caso una disputa por las rentas de los hidrocarburos. Mientras no se apliquen mecanismos de reparto y gestión de esas rentas aceptables para los diferentes actores, y eso puede llevar años, el conflicto continuará y con él la falta de fiabilidad de Libia como suministrador, no digamos como receptor de nuevas inversiones para desarrollar sus ingentes recursos.

Finalmente, 2015 puede consolidar el nuevo patrón español de interdependencia en hidrocarburos. En 2010 el principal suministrador español de petróleo era Irán, con más del 14% de las importaciones, y Libia suponía más del 12% de las mismas; el embargo a Irán y la situación de caos que atraviesa Libia prácticamente han hecho desaparecer ambos flujos. En cambio Nigeria, que representaba en aquella fecha el 10% de las importaciones españolas de crudo, supone ahora el 17% de ellas. En el último año casi el 30% de las importaciones españolas procedieron del África Subsahariana. Si sumamos la aparición de Colombia y Brasil en la cartera española de importaciones de crudo, y el aumento de las importaciones de México, resulta evidente el desplazamiento del patrón geográfico hacia la cuenca atlántica, que ya representa el 60% de las importaciones españolas de crudo.

En el caso del gas, la suma de Argelia y Nigeria ya representa más del 60% de las importaciones españolas, y la de Trinidad y Tobago más Perú un 10%. 2015 será también fundamental en el arranque de la reforma energética mexicana, que afronta el reto de abrir sus mercados eléctricos y gasistas, y sobre todo revertir el declive de su industria petrolera. Todo ello puede reportar oportunidades importantes a las empresas españolas, si bien la caída de precios y la situación política interna mexicana introducen incertidumbres que requerirán la atención española.

Estos cambios hacen más compleja la gestión política y empresarial de ese patrón de interdependencia: a modo ilustrativo, todavía hay que seguir las negociaciones nucleares con Irán y trabajar en la interlocución con Libia, pero también los riesgos de desestabilización yihadista en un Norte de África ampliado, que abarca el Sahel y llega hasta el Golfo de Guinea. Por eso, España debe también empezar a pensar en las elecciones presidenciales y legislativas nigerianas de 2015 y en el alcance de la actividad de Boko Haram, hasta ahora alejada de las zonas petroleras. Tampoco estaría mal seguir la incursión económica de Angola en Portugal, otro cambio de patrón de comportamiento interesante, ésta vez por el lado de los productores africanos.

Conclusiones: En suma, algunas tendencias claras y muchas incertidumbres que, en clave española, exigirán una gestión activa de nuestra interdependencia energética. Sería aconsejable que la administración española reparara en esta tendencia estructural de los últimos años, creciente interdependencia y aumento de su complejidad, dedicando a la política energética internacional más recursos y una mayor integración de sus instrumentos.

Gonzalo Escribano es el director del programa de Energía del Real Instituto Elcano. 



sábado, 20 de junio de 2015

Día Mundial del Refugiado

 Cada 20 de junio, desde el año 2001, se conmemora el Día Mundial del Refugiado, para rendir homenaje a todos los que han tenido que abandonar sus hogares huyendo de la persecución. Y éste es un día muy importante para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, en un momento donde existen más de 53 millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo, de las que más de 46 millones dependen de esta Agencia. 
En este día ACNUR pretende difundir la realidad de las personas refugiadas, gente como nosotros que se ha visto obligada a abandonarlo todo y cruzar una frontera. Abandonarlo todo significa dejar atrás casa, amigos, familia... 

Este año ACNUR hace especial hincapié en el impacto de las guerras en las familias y en cada una de las personas que se ven afectadas por ellas, y en explicar las etapas por las que atraviesan estas personas: supervivencia, recuperación de la esperanza y búsqueda de un futuro mejor integrándose en el país de acogida, en un tercer país o retornando a sus países de origen, si es posible. 

El mayor campo de refugiados del mundo es el que está situado en Dadaab, al Noreste de Kenya, donde viven hacinadas más de 350.000 personas, de mayoría somalí, que han huido de la violencia del grupo islamista Al Shabab. En este campo y según la tabla de racionamiento del Programa Mundial de Alimentos (PMA), cada persona toca a tres kilos de maíz cada 15 días, una taza de aceite, algo de sal y de azúcar. A una familia de cuatro miembros les corresponde algo más: 15 kilos para 15 días. Los refugiados aseguran que antes les daban trigo y se quejan de que no pueden vivir de comer solamente maíz, una medida que se estableció en enero de 2015, después de que el PMA redujera a la mitad las raciones durante unos meses por falta de fondos. Dadaab se abrió en 1991 y ya han nacido en él dos generaciones de niños. Dadaab está situado en un estéril y abrasador desierto. 

Si quieres colaborar con ACNUR, este es el momento de hacerlo, pinchando en este enlace

jueves, 11 de junio de 2015

Seguridad alimentaria

El concepto de seguridad ha evolucionado. Ya no estamos hablando únicamente de la defensa de un territorio, sino que estar seguro en el siglo XXI lleva implícitos otros conceptos tales como disponer de acceso al agua, a la cultura, a una gobernanza democrática o tener acceso al alimento. La seguridad alimentaria cobra especial atención estos días en la medida en la que los efectos del cambio climático se hacen más visibles. Garantizar comida y agua a la población permitirá vivir con mayor grado de seguridad. En este artículo de la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura observamos cuales son los retos marcados para el futuro cercano. 



Hoy en día, la agricultura, la silvicultura y la pesca se enfrentan a muchos desafíos. La producción agrícola mundial tendrá que aumentar en torno a un 60 por ciento para 2050 con el fin de hacer frente a la ascendiente demanda de alimentos y piensos de una población mundial creciente y cambiante. Sin embargo, muchos de los sistemas actuales de producción ya están bajo presión, debido a la degradación de los recursos de tierra y agua, y la pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos que resultan de prácticas no sostenibles. Estos problemas se agravarán por el cambio climático previsto y el incremento pronosticado de fenómenos meteorológicos extremos. La producción y los medios de vida se verán afectados por, entre otros factores, las altas temperaturas que superan los umbrales de supervivencia de cultivos, árboles y peces, el aumento de la acidez de los océanos y una mayor severidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Si no se hace frente a estas cuestiones de manera adecuada, no podremos tener éxito para garantizar la seguridad alimentaria mundial, el desarrollo sostenible y equitativo y la erradicación de la pobreza.

Se prevé que el cambio climático afectará a los sectores de la agricultura, la silvicultura y la pesca de muchas maneras diferentes. Mientras que el aumento de las temperaturas y los efectos de la fertilización por CO2 pueden beneficiar la producción en algunas regiones a corto plazo, se prevé que las consecuencias globales sobre los rendimientos sean adversas. Los más afectados serán los más vulnerables, los que tienen menor capacidad de adaptación y mayor riesgo frente a los fenómenos meteorológicos extremos. La agricultura, la silvicultura y el uso de la tierra asociado contribuyen en torno a un 20-30 por ciento del total de las emisiones de GEI antropogénicos. En particular, la expansión de la agricultura para la producción agrícola o ganadera es la principal causa de la deforestación y la degradación de las turberas, lo que resulta en importantes pérdidas de las reservas de carbono contenidas en estos valiosos ecosistemas, así como de sus recursos genéticos.

Desafíos clave

El cambio climático representa una seria amenaza para la seguridad alimentaria mundial. Afecta a las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: la disponibilidad de alimentos, el acceso a los alimentos, la estabilidad del suministro de alimentos, y la capacidad de los consumidores para utilizar adecuadamente los alimentos, incluyendo la inocuidad alimentaria y la nutrición. Los sistemas agrícolas y alimentarios requieren transformaciones fundamentales con el fin de responder a los desafíos relacionados con la seguridad alimentaria mundial y el cambio climático.

La adaptación de los sectores de agricultura, silvicultura y pesca, centrándose en la mejora de la resiliencia de los sistemas de producción y de las comunidades locales que dependen de ellos, es de importancia vital para hacer frente a las cambiantes condiciones climáticas previstas. Estas acciones deben desarrollarse en el contexto del incremento sostenible de la producción agrícola. Un uso más eficiente de los recursos y el aprovechamiento de los servicios ecosistémicos son elementos cruciales de esta estrategia. La agricultura, la silvicultura y la pesca pueden por lo tanto contribuir de manera significativa a los esfuerzos mundiales de mitigación, reduciendo su huella de carbono mediante la adopción de estrategias de crecimiento con bajas emisiones y mejorando el almacenamiento de carbono en los suelos, bosques y sistemas acuáticos. 

¿Que hay que hacer?

Abordar los retos del cambio climático requiere la coordinación de una variedad de enfoques, a menudo específicos para determinados sectores o prácticas y condiciones locales. La FAO ha desarrollado y promueve el concepto de Agricultura Climáticamente Inteligente como enfoque para desarrollar las condiciones técnicas, políticas y de inversiones para lograr la seguridad alimentaria bajo el cambio climático. El enfoque de la CSA se basa en tres pilares:
Aumentar de manera sostenible la productividad agrícola y los ingresos;
Adaptarse y crear resiliencia ante el cambio climático; y Reducir y/o eliminar las emisiones de Gas de Efecto Invernadero, siempre que sea posible.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático afirma que aproximadamente 20 a 30 por ciento de las especies que ha evaluado es probable que estén cada vez en mayor riesgo de extinción a medida que la temperatura media mundial supera los niveles preindustriales por 2 a 3 grados centígrados.

El enfoque de la agricultura climáticamente inteligente crea evaluaciones específicas para una ubicación de los beneficios potenciales para la seguridad alimentaria, la adaptación y la mitigación de tecnologías y prácticas agrícolas para guiar las estrategias agrícolas. La agricultura climáticamente inteligente vincula explícitamente la financiación del clima con las fuentes tradicionales de financiación agrícola identificando los beneficios de la adaptación y la mitigación y los medios de medir, informar y verificar su provisión.

La gobernanza internacional es un elemento vital para garantizar las medidas adecuadas en los sectores relacionados con el diseño e implementación de las respuestas al cambio climático. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático es el foro clave de las políticas relacionadas con el cambio climático. En 2015 debe acordarse un nuevo régimen internacional sobre el clima bajo la CMNUCC para contener el calentamiento global por debajo de niveles críticos. Este acuerdo debería abordar las preocupaciones de los países en desarrollo, y en particular de los países menos desarrollados, con respecto a sus necesidades para adaptarse a la creciente variabilidad y los impactos previstos del cambio climático en sus sectores agrícolas, al tiempo que se promueve su potencial para contribuir a la reducción global de las emisiones de GEI.

Cambio Climático

El cambio climático se suma a los desafíos a los que se enfrentan los sistemas alimentarios y agrícolas. Representa una amenaza fundamental para la seguridad alimentaria mundial, el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza.
La agricultura, incluidas la silvicultura y la pesca, necesita adaptarse a los impactos del cambio climático y mejorar la resiliencia de los sistemas rurales de producción y cadenas de valor, logrando al mismo tiempo un aumento sostenible de sus bienes y servicios.
Mientras que la agricultura, la silvicultura y la pesca contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), ofrecen también oportunidades para la mitigación del cambio climático. Si cuenta con el apoyo de mecanismos de incentivos apropiados, la mitigación puede trabajar en sinergia con la adaptación y contribuir de forma importante al desarrollo rural y la sostenibilidad ambiental.
El cambio climático debe abordarse como una parte integral de la agenda global de desarrollo para dar lugar a resultados positivos sostenibles.



Puedes ver el artículo completo en este enlace de la FAO


viernes, 5 de junio de 2015

Estado Islámico: Crónica del horror

Artículo de Graeme Wood. 
© 2015 ‘The Atlantic’. Publicado en ‘The Atlantic’. Distributed by Tribune Content Agency, LLC. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Publicado en El País el 6 de mayo de 2015.

 ¿Qué es el Estado Islámico? ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Y sus intenciones? La simplicidad de estas preguntas es engañosa. Pocos líderes occidentales parecen conocer las repuestas. “Ni siquiera entendemos el concepto”, reconocía el general Michael K. Nagata, jefe de operaciones especiales de Estados Unidos en Oriente Próximo, en unos comentarios confidenciales publicados por The New York Times en diciembre. En el último año, Barack Obama ha dicho del Estado Islámico que “no es islámico” y, en otras ocasiones, que es una filial de Al Qaeda, unas declaraciones que reflejan la confusión existente y que, tal vez, han llevado a cometer importantes errores estratégicos.

El Estado Islámico (EI) tomó la ciudad de Mosul (Irak) en junio de 2014 y ya controla un territorio más grande que Reino Unido. Abubaker Al Bagdadi es su líder desde 2010, pero su imagen más reciente, hasta el pasado verano, era una fotografía borrosa de la época que estuvo preso en Camp Bucca, durante la ocupación norteamericana de Irak. Cuando el 5 de julio de 2014 subió al púlpito de la Gran Mezquita de Al Nuri, en Mosul, para autoproclamarse el primer califa en varias generaciones, pasó de la imagen borrosa a la alta resolución, y de guerrillero en busca y captura a jefe supremo de todos los musulmanes. Desde entonces no ha cesado el flujo de yihadistas de todo el mundo hacia el territorio controlado por el Estado Islámico.

Nuestra ignorancia sobre este movimiento es, en parte, comprensible: es un reino ermitaño y pocos de los que han ido hasta allí han vuelto. Al Bagdadi solo ha hablado ante las cámaras en una ocasión. Pero sus palabras, como todos los demás vídeos y encíclicas de propaganda del Estado Islámico, están en la Red, y los seguidores del califato han hecho enormes esfuerzos para que su proyecto se conozca: rechazan la paz por principio; tienen hambre de genocidio; su visión religiosa es totalmente incompatible con cierto tipo de cambios, que incluso podrían garantizar su supervivencia, y se considera a sí mismo un heraldo –y jugador fundamental– del inminente fin del mundo.

El Estado Islámico, también denominado Estado Islámico de Irak y al Sham (Daesh en árabe, ISIS en inglés), se guía por una corriente del islam con una peculiar concepción del camino hacia el Día del Juicio Final. Esta creencia condiciona su estrategia y puede ayudar a Occidente a conocer a su enemigo y predecir su comportamiento. Su ascenso al poder, más que parecerse al triunfo en Egipto de los Hermanos Musulmanes –a quienes el Estado Islámico considera apóstatas–, se asemeja a la materialización de una realidad alternativa y distópica, como si David Koresh o Jim Jones [líderes de dos de las sectas suicidas más conocidas del mundo] hubieran sobrevivido para dominar no a unos pocos cientos de adeptos, sino a ocho millones de personas.

Hemos malinterpretado la naturaleza del Estado Islámico en dos aspectos. En primer lugar, tendemos a pensar que el Yihadismo es monolítico y aplicamos la lógica de Al Qaeda a una organización que la ha eclipsado de manera decisiva. Los partidarios del Estado Islámico entrevistados para este artículo todavía se refieren a Osama bin Laden como sheik Osama, “el jeque Osama”, un título honorífico. Pero el yihadismo ha evolucionado desde los tiempos del apogeo de Al Qaeda, entre 1998 y 2003, y muchos combatientes desprecian a sus líderes actuales y sus prioridades.

Bin Laden consideraba su actividad terrorista como el preludio de un califato que no esperaba ver en vida. Su organización era flexible y funcionaba como una red de células autónomas dispersas geográficamente. El Estado Islámico, por el contrario, necesita controlar un territorio para tener legitimidad, y una estructura vertical para gobernarlo.


También nos ha llevado a error una campaña bien intencionada, pero deshonesta, para negar la naturaleza religiosa medieval del Estado Islámico. Peter Bergen, que publicó la primera entrevista con Bin Laden en 1997, tituló su libro Guerra Santa S.A. , en parte porque consideraba al líder yihadista como un producto del mundo laico y moderno. Bin Laden convirtió el terrorismo en una empresa y creó franquicias. Exigía concesiones políticas concretas, como la retirada de las fuerzas estadounidenses de Arabia Saudí. Su infantería se movía a sus anchas por el mundo moderno: en su último día de vida, Mohamed Atta hizo compras en Walmart y comió en Pizza Hut.

Es tentador encajar al Estado Islámico en esta percepción y considerar a los yihadistas como personajes laicos y modernos, con preocupaciones políticas modernas y con un disfraz religioso. Pero lo cierto es que muchas de las cosas que hace la organización parecen absurdas salvo si se analizan desde la óptica de un compromiso sincero y meditado para hacer retroceder a la civilización actual al siglo VII y culminar con la llegada del Apocalipsis.

Los portavoces más elocuentes de esta postura son los responsables y seguidores del Estado Islámico. Cuando se habla con ellos, se burlan de la modernidad e insisten en que no quieren –no pueden– apartarse de los preceptos del profeta Mahoma y sus colaboradores. Suelen utilizar códigos y alusiones que suenan extraños o anticuados a los no musulmanes y que remiten a tradiciones y textos concretos del primer islam.

La realidad es que el Estado Islámico es islámico. Muy islámico. Es innegable que ha atraído a psicópatas y aventureros, reclutados sobre todo entre las poblaciones desafectas de Oriente Próximo y Europa. Pero la religión que predican sus seguidores más fervientes deriva de unas interpretaciones coherentes e incluso eruditas del islam. Prácticamente todas las decisiones importantes y las leyes promulgadas por el Estado Islámico se atienen de forma puntillosa a lo que en sus comunicados, pronunciamientos, carteles, membretes y monedas se denomina “la metodología profética”, es decir, la profecía y el ejemplo de Mahoma. Puede que los musulmanes rechacen el Estado Islámico; la mayoría lo hace. Pero el empeño en decir que no es un grupo religioso y milenarista, con una teología que debemos comprender para poder combatirla, ha llevado ya a Estados Unidos a infravalorarlo y respaldar planes insensatos para intentar acabar con su poder. Es necesario conocer la genealogía intelectual del Estado Islámico para que nuestra reacción no le fortalezca, sino que le empuje a inmolarse en su propio celo.

I. Devoción

El Estado Islámico hizo público en noviembre un vídeo que establecía sus orígenes en Bin Laden. Mencionaba como predecesor inmediato a Abu Musab al Zarqawi, el brutal jefe de Al Qaeda en Irak desde 2003 hasta su muerte en 2006, seguido de dos dirigentes antes de Al Bagdadi, el califa. Llamaba la atención la omisión de Aiman al Zawahiri, el cirujano egipcio que dirige hoy Al Qaeda. Al Zawahiri no ha jurado lealtad a Al Bagdadi y despierta un odio creciente entre los demás yihadistas. La división entre Al Qaeda y el Estado Islámico viene de muy atrás y ayuda a explicar, al menos en parte, la desmesura sanguinaria de este último grupo. Del lado de Al Zawahiri está un clérigo jordano, Abu Mohamed al Maqdisi, que se declara con cierta razón arquitecto intelectual de Al Qaeda y es el menos conocido de los jefes yihadistas. Al Maqdisi coincide con el Estado Islámico en la mayoría de los aspectos doctrinales. Ambos se identifican con el ala yihadista de una rama del sunismo llamada salafismo, de al salaf al salih, que en árabe quiere decir “devotos antepasados”. Esos antepasados son el Profeta y sus primeros seguidores, a los que los salafistas veneran e imitan porque los consideran modelos de comportamiento en la guerra, el vestir y la familia.

Al Maqdisi formó a Al Zarqawi, que fue a la guerra en Irak teniendo presentes los consejos del anciano. Sin embargo, con el tiempo, Al Zarqawi superó a su mentor en fanatismo y acabó recibiendo una reprimenda de él. Los motivos fueron la afición de Al Zarqawi a los espectáculos sanguinarios y, desde el punto de vista de la doctrina, su odio a otros musulmanes, hasta el punto de excomulgarlos y matarlos. Al Maqdisi escribió a su antiguo pupilo para decirle que debía tener cautela con el exceso de excomuniones (takfir) y que no debía “declarar que las personas son apóstatas porque han pecado”. La distinción entre apóstata y pecador puede parecer sutil, pero es un punto especialmente controvertido entre Al Qaeda y el Estado Islámico. Negar la santidad del Corán o las profecías de Mahoma es apostasía. Pero Al Zarqawi y el Estado engendrado por él opinan que hay muchos otros actos que pueden hacer que se expulse a un musulmán del islam.

Entre ellos, vender alcohol o drogas, llevar vestimenta occidental, afeitarse la barba, votar en unas elecciones –incluso por un candidato musulmán– y evitar calificar a otros de apóstatas. Ser chií, como lo son la mayoría de los árabes de Irak, también es un motivo, porque el Estado Islámico considera que el Chiismo es una innovación, e innovar aspectos del Corán es negar su perfección original. Eso significa condenar a muerte a alrededor de 200 millones de chiíes [rama del islam que supone entre el 10% y el 15% de los musulmanes de todo el mundo; el resto son prácticamente todos suníes]. Y también a los jefes de Estado de todos los países musulmanes, porque han situado las leyes hechas por el ser humano por encima de la sharía (ley islámica) al presentarse a unas elecciones o al hacer cumplir leyes no escritas por Dios.

Al seguir esta doctrina takfiri, el Estado Islámico asume el compromiso de purificar el mundo mediante el asesinato de un inmenso número de personas. La falta de informaciones objetivas impide conocer la verdadera dimensión de las matanzas que se están llevando a cabo en su territorio. Pero los comentarios en las redes sociales indican que las ejecuciones individuales son más o menos continuas, y cada pocas semanas las hay masivas. Las víctimas suelen ser sobre todo musulmanes “apóstatas”. Al parecer, los cristianos que no se resisten al nuevo Gobierno quedan exonerados de la ejecución automática. Al Bagdadi les permite vivir siempre que paguen un impuesto especial, llamado jizya, y reconozcan su sometimiento.

Hace siglos que terminaron las guerras de religión en Europa y que la gente dejó de morir en masa por arcanas disputas teológicas. Quizás eso explica la incredulidad de los occidentales ante las informaciones sobre las bases teológicas y las prácticas del Estado Islámico. Muchos se niegan a creer que esta organización sea tan devota como dice ser, o tan retrógrada o apocalíptica como sugieren sus acciones y declaraciones.

Su escepticismo es comprensible. Hasta hace no mucho, los occidentales que acusaban a los musulmanes de seguir ciegamente preceptos antiguos se granjeaban las críticas de algunos intelectuales –en particular, del difunto Edward Said– que señalaban que llamar “antiguos” a los musulmanes era, simplemente, otra forma de denigrarlos. En lugar de eso, nos decían estos académicos, debíamos fijarnos en el contexto en el que surgían esas ideas: países mal gobernados, costumbres sociales cambiantes, la humillación de vivir en unas tierras que solo se valoraban por el petróleo…

Sin estos factores es imposible tener una visión completa del ascenso del Estado Islámico. Pero centrarse solo en ellos y excluir la ideología es un reflejo de otro tipo de sesgo propio de Occidente: considerar que si la religión no tiene importancia en Washington o Berlín, debe de ser igualmente irrelevante en Raqqa o Mosul. Pues bien, cuando un hombre enmascarado grita “Allahu Akbar” [Alá es el más grande] mientras decapita con un cuchillo a un apóstata, a veces lo hace por motivos religiosos.

Muchas organizaciones musulmanas afirman que las prácticas del Estado Islámico son antiislámicas. Es tranquilizador saber que la mayoría de los musulmanes no tiene el más mínimo interés en sustituir las películas de Hollywood por vídeos de ejecuciones públicas para pasar un rato entretenido después de la cena. Ahora bien, los musulmanes que llaman antiislámico al Estado Islámico, explica el profesor de Princeton Bernard Haykel, el mayor experto en la teología de esa organización, “están avergonzados y son políticamente correctos, y tienen una visión edulcorada de su propia religión” que olvida “las exigencias históricas y legales de su fe”. Según Haykel, las filas del Estado Islámico están impregnadas de fuerza religiosa. Las citas del Corán son constantes. “Hasta los soldados rasos las sueltan sin parar”, asegura. “Posan delante de las cámaras y repiten las doctrinas como fórmulas”. En su opinión, las afirmaciones de que el Estado Islámico ha tergiversado los textos del islam son absurdas. “La gente quiere absolver al islam”, dice. “Es ese mantra de que el Islam es una religión de paz. ¡Como si existiera una cosa llamada islam! El islam es lo que hacen los musulmanes, cómo interpretan los textos”. Todos los suníes comparten esos textos, no solo el Estado Islámico. “Y estos individuos tienen tanta legitimidad como cualquier otro” para desentrañarlos.

Todos los musulmanes reconocen que las primeras conquistas de Mahoma no fueron un asunto aseado. Las leyes de la guerra transmitidas tanto al Corán como a otras narraciones sobre el Profeta eran la respuesta a una época turbulenta y violenta. En opinión de Haykel, los combatientes del Estado Islámico han retrocedido al primer islam y reproducen al pie de la letra sus normas bélicas. Entre ellas se incluyen varias prácticas que los musulmanes contemporáneos prefieren no reconocer como parte de sus textos sagrados. “No son unos [yihadistas] enloquecidos que manipulan la tradición medieval para justificar la esclavitud, la crucifixión y las decapitaciones”, dice Haykel. Son soldados que “se sitúan en el corazón de la tradición medieval y la aplican sin fisuras en el presente”.


Al Qaeda nunca habló de recuperar la esclavitud. ¿Por qué lo iba a hacer? Quizá no planteó la cuestión por razones estratégicas, para evitar perder apoyo entre la opinión pública. Cuando el Estado Islámico empezó a esclavizar a gente, se escandalizaron incluso algunos de sus seguidores. Aun así, el califato sigue utilizando la esclavitud y la crucifixión sin inmutarse. “Conquistaremos vuestra Roma, romperemos vuestras cruces y esclavizaremos a vuestras mujeres”, prometió Abu Mohamed al Adnani, su portavoz principal, en uno de sus mensajes de amor a Occidente.Los líderes del Estado Islámico creen que emular a Mahoma es su deber y han revivido tradiciones que llevaban cientos de años olvidadas. “Lo asombroso no es solo que las apliquen de forma tan literal, sino la seriedad con la que leen los textos”, explica Haykel. “Muestran una minuciosidad y una obsesión poco habituales entre los musulmanes”.

II. Territorio

Se cree que al califato han llegado decenas de miles de musulmanes. Los reclutas proceden de Francia, Reino Unido, Bélgica, Alemania, Holanda, Australia, Indonesia y Estados Unidos, entre otros países. Muchos van a luchar; muchos tienen la intención de morir. Internet se ha convertido en un instrumento esencial para difundir su propaganda y asegurarse de que los neófitos saben qué deben creer, según explica Peter R. Neumann, catedrático del King´s College de Londres. Además, el reclutamiento en la Red ha ampliado las estadísticas demográficas de la comunidad yihadista, al permitir que mujeres musulmanas conservadoras, aisladas físicamente en sus hogares, entren en contacto con los captadores, se radicalicen y se organicen para llegar a Siria. Con su capacidad de atraer tanto a hombres como a mujeres, el Estado Islámico confía en construir una sociedad completa.

En Australia vive una de las “nuevas autoridades espirituales” más importantes que guían a los extranjeros que se incorporan al Estado Islámico. Se trata de Musa Cerantonio, un hombre de 30 años que durante tres años fue telepredicador en Iqraa TV, en El Cairo, pero se marchó cuando la cadena se opuso a sus constantes llamamientos a establecer un califato. Hoy predica en Facebook y Twitter. Las autoridades le han retirado el pasaporte y no puede moverse de Melbourne. Cerantonio procede de una familia mitad italiana, mitad irlandesa, y es un hombre amigable y educado. Dice que palidece al ver los vídeos de decapitaciones. Odia la violencia, pese a que los partidarios del Estado Islámico tienen la obligación de apoyarla.

El califato, según Cerantonio, no es una mera entidad política, sino también un vehícu­lo de salvación. La propaganda del Estado Islámico informa periódicamente de las promesas de baya’a (lealtad) que llegan de grupos yihadistas de todo el mundo musulmán. El musulmán que reconoce a un solo dios omnipotente y reza, pero muere sin haber jurado lealtad a un califa legítimo ni haber cumplido las obligaciones de dicho juramento, no ha vivido una vida plenamente islámica. ¿No es ese el caso de la mayoría de los musulmanes de la historia? Cerantonio asiente: “Yo digo incluso que el islam ha sido reestablecido” con Al Bagdadi.


En teoría, todos los musulmanes tienen la obligación de emigrar al califato. Después del sermón de Al Bagdadi en julio, empezó a llegar a Siria una avalancha diaria de yihadistas. Estaban más motivados que nunca. Como Anjem Choudary, Abu Baraa y Abdul Muhid. Viven en Londres y están deseando emigrar al Estado Islámico. Pero las autoridades han confiscado sus pasaportes.Cerantonio, como muchosseguidores del Estado Islámico, no reconoce la legitimidad del anterior califato: el Imperio Otomano, que alcanzó su apogeo en el siglo XVI y luego experimentó un largo declive, hasta que el fundador de la República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk, lo remató en 1924. Lo rechazan por dos motivos: no hacía respetar plenamente la ley islámica y sus califas no eran descendientes de la tribu del Profeta, los quraish. Para ser califa, según los requisitos del código suní, hay que ser hombre, adulto, musulmán, de linaje quraish; dar muestras de honradez moral e integridad física y mental, y poseer autoridad (amr). Este último criterio es el más difícil de cumplir: requiere que el califa disponga de un territorio en el que imponer la ley islámica.

III. El Apocalipsis

El Estado Islámico se distingue del resto de los grupos yihadistas porque se considera un personaje central del guion de Dios. Tiene sus preocupaciones mundanas (incluidos la recogida de basuras y el suministro de agua potable en las zonas que controla), pero su razón de ser es, por encima de todo, el Fin de los Tiempos. Bin Laden no solía mencionar el Apocalipsis y, cuando lo hacía, parecía contar con que ese glorioso momento de ajuste de cuentas divino llegaría mucho después de su muerte. En cambio, los fundadores del Estado Islámico ven signos claros del fin del mundo desde los últimos años de la ocupación estadounidense de Irak.

Rodeada de cultivos, la ciudad siria de Dabiq, cerca de Alepo, es clave. Según el Profeta, allí es donde se librará la gran batalla entre los ejércitos de Roma y las fuerzas del islam. Dabiq será el Waterloo de Roma. Tras apoderarse de la ciudad, el Estado Islámico aguarda la llegada del ejército enemigo, cuya derrota iniciará la cuenta atrás hacia el Apocalipsis. En los vídeos del Estado Islámico, los medios occidentales suelen pasar por alto las referencias a Dabiq, mientras que dedican toda su atención a las horripilantes escenas de decapitaciones.

La narración del Profeta que predice la batalla de Dabiq identifica al enemigo con Roma. Quién es Roma es materia de debate. Cerantonio dice que Roma representa el Imperio Romano de Oriente, que tenía su capital en lo que hoy es Estambul. Otras voces del Estado Islámico sugieren que Roma puede ser cualquier ejército infiel, y Estados Unidos sirve perfectamente.

IV. La lucha

La pureza ideológica del Estado Islámico tiene una virtud: nos permite predecir algunas de sus acciones. Bin Laden era poco predecible. En cambio, el Estado Islámico presume abiertamente de sus planes; no de todos, pero sí los suficientes como para deducir cómo quiere gobernar y expandirse.

En Londres, Choudary y sus alumnos explican con detalle cómo debe ser la política exterior del califato. Ha emprendido ya la llamada yihad ofensiva, la expansión por la fuerza a países gobernados por no musulmanes. “Hasta ahora nos limitábamos a defendernos”, según Choudary; sin un califato, la yihad ofensiva es un concepto imposible de aplicar. En cambio, librar una guerra para expandir el territorio es un deber esencial del califa.

La ley islámica solo autoriza tratados de paz provisionales, que no estén en vigor más de 10 años, según Abu Baraa, el colega de Choudary. Del mismo modo, las fronteras son anatema, tal como declaró el Profeta y repiten los vídeos del Estado Islámico. El califa debe hacer la yihad al menos una vez al año.

El sistema internacional moderno, nacido en 1648 del Tratado de Paz de Westfalia, se basa en que cada Estado reconozca las fronteras, aun a regañadientes. Para el Estado Islámico, ese reconocimiento es un suicidio ideológico. Otros grupos islamistas, como los Hermanos Musulmanes y Hamás, han sucumbido a los halagos de la democracia y la posibilidad de una invitación a formar parte de la comunidad de naciones, incluso con un sitio en la ONU. La negociación y las concesiones también les han sido útiles en ocasiones a los talibanes.

Las ambiciones del Estado Islámico y sus planes estratégicos eran evidentes en sus declaraciones y en las redes sociales ya en 2011, cuando no era más que uno de tantos grupos terroristas en Siria e Irak y todavía no había cometido atrocidades en masa. Si hubiéramos identificado desde el principio sus intenciones, y comprendido que el vacío de poder en Siria e Irak les daría un amplio margen de actuación, habríamos podido, por lo menos, presionar a Irak para que llegara a acuerdos con la minoría suní y reforzara su frontera con Siria. Eso al menos habría evitado el efecto multiplicador y propagandístico de la declaración del califato. Sin embargo, hace poco más de un año, Obama declaró a The New Yorker que, en su opinión, el EI era el socio débil de Al Qaeda. “Si un equipo filial se pone la camiseta de los Lakers, eso no les convierte en Kobe Bryant”, dijo. El no haber detectado la división entre el Estado Islámico y Al Qaeda ni sus divergencias ha llevado a decisiones peligrosas. Por ejemplo, los intentos por parte de Washington de que Al Maqdisi, líder de Al Qaeda, intercediera ante Turki al Binali, antiguo discípulo suyo y hoy ideólogo del Estado Islámico, para salvar la vida de Peter Kassig. El cooperante fue decapitado en noviembre. Su muerte fue una tragedia, pero más trágico habría sido el éxito del plan. Una reconciliación entre Al Maqdisi y Al Binali habría empezado a acercar a las dos principales organizaciones yihadistas del mundo.

Occidente se enfrenta ahora al Estado Islámico a través de los kurdos y los iraquíes en el campo de batalla y mediante ataques aéreos. Estas estrategias no han desplazado al EI de todas sus posesiones territoriales, aunque sí han impedido el ataque a Bagdad y Erbil y las matanzas de chiíes y kurdos en las dos ciudades. Algunos observadores han pedido una intervención directa, con el despliegue de decenas de miles de soldados estadounidenses. No conviene desechar estos llamamientos demasiado deprisa: se trata de una organización declaradamente genocida que comete atrocidades diarias en el territorio bajo su control.



Una forma de deshacer el embrujo que el Estado Islámico ejerce sobre sus seguidores sería dominarlo militarmente y ocupar los territorios de Siria e Irak que hoy se encuentran bajo su poder. Al Qaeda es imposible de erradicar porque puede sobrevivir como las cucarachas, bajo tierra. El Estado Islámico, no. Si pierde el territorio, dejará de ser un califato. Los califatos no pueden existir como movimientos clandestinos, porque la autoridad territorial es un requisito indispensable: si se les arrebata, los juramentos de lealtad dejarán de ser vinculantes. Los antiguos fieles podrían seguir atacando a Occidente y decapitando a los enemigos por su cuenta, desde luego. Pero el valor propagandístico del califato desaparecería, y con él, el supuesto deber religioso de viajar allí para ponerse a su servicio.

Sin embargo, los peligros que supone una escalada del conflicto son inmensos. El mayor partidario de una invasión estadounidense es el propio Estado Islámico. Es evidente que los vídeos en los que un verdugo encapuchado se dirige a Obama por su nombre pretenden arrastrar a Estados Unidos a la lucha. Una invasión sería una gran victoria propagandística para los yihadistas de todo el mundo y ayudaría a reclutar más gente. Además, Washington se resiste porque es consciente de los malos resultados que ha cosechado en campañas anteriores. Al fin y al cabo, el ascenso del Estado Islámico se produjo porque la ocupación norteamericana creó un espacio para Al Zarqawi y sus seguidores. ¿Quién sabe qué consecuencias tendría otro fracaso?

Dado todo lo que se sabe del Estado Islámico, seguir desangrándolo poco a poco, con ataques aéreos y guerras con terceros, parece la menos mala de las opciones militares. Ni los kurdos ni los chiíes van a poder controlar todo el territorio suní en Siria e Irak; allí les odian, y en cualquier caso no tienen ganas de una aventura de ese tipo. Pero lo que sí pueden hacer es impedir que el Estado Islámico cumpla su deber de expandirse. Sin conseguir ese objetivo, el califato no será el Estado conquistador del profeta Mahoma, sino otro Gobierno más de Oriente Próximo incapaz de llevar la prosperidad a su pueblo.

El coste humano de la existencia del Estado Islámico es terrible. Pero la amenaza que representa para Estados Unidos es menor que Al Qaeda. El núcleo de este último grupo está obsesionado con el “enemigo lejano” (Occidente). Pero en general lo que interesa a los yihadistas es su entorno. El Estado Islámico ve enemigos en todas partes y, aunque sus dirigentes aborrecen a Estados Unidos, la aplicación de la sharía en el califato y la expansión a las regiones vecinas son sus prioridades.

Los combatientes extranjeros (con sus esposas e hijos) viajan al califato con billetes de ida: quieren vivir bajo la auténtica sharía, y muchos desean ser mártires. Algunos lobos solitarios que apoyan el Estado Islámico han atacado objetivos occidentales, y habrá más atentados. Pero los terroristas, en su mayoría, son aficionados frustrados, que no han podido viajar al califato porque les han confiscado el pasaporte. Aunque el Estado Islámico celebre estos atentados, todavía no ha planeado ni financiado ninguno. (El ataque contra Charlie Hebdo, en enero en París, fue fundamentalmente una operación de Al Qaeda).

Contenido de forma adecuada, lo más probable es que el Estado Islámico se busque su propia ruina. Ningún país es aliado suyo. El territorio que controla, aunque vasto, está deshabitado en su mayor parte y es muy pobre. A medida que deje de expandirse o incluso se reduzca, su afirmación de que es el instrumento de la voluntad divina y el agente del Apocalipsis perderá fuerza y llegarán menos creyentes. Y cuando se filtren cada vez más informaciones sobre la mísera situación interna, otros movimientos islamistas radicales sufrirán el descrédito: nadie se ha esforzado tanto en implantar estrictamente lasharía por medios violentos. Y este es el resultado. No obstante, es poco probable que la muerte del Estado Islámico sea rápida.

V. Disuasión

Sería fácil, incluso exculpatorio, decir que el problema del Estado Islámico es “un problema con el islam”. Sin embargo, limitarse a acusar al califato de antiislámico puede ser contraproducente, sobre todo si quienes reciben el mensaje han leído los textos sagrados y han visto que muchas de las prácticas del califato quedan refrendadas en ellos.

Los musulmanes pueden alegar que ni la esclavitud ni la crucifixión son hoy legítimas. Muchos lo dicen. Pero no pueden condenar la esclavitud ni la crucifixión sin contradecir al Corán y el ejemplo del Profeta.

La ideología del Estado Islámico ejerce una poderosa influencia sobre cierto sector de la población. Musa Cerantonio y los salafistas de Londres son inasequibles al desaliento: ninguna pregunta les hace titubear. Hasta es posible pasarlo bien con ellos, y eso es lo que da más miedo. Al reseñar Mein Kampf en marzo de 1940, George Orwell confesó que no había podido “nunca sentir antipatía por Hitler”; algo en él que despertaba la compasión por el perdedor, incluso aunque sus objetivos fueran cobardes u odiosos. “Si estuviera matando un ratón, sabría hacer creer que era un dragón”.

Con los partidarios del Estado Islámico sucede algo parecido. Creen que están involucrados en unas luchas que rebasan con mucho sus propias vidas, y que el mero hecho de participar en ese drama, y en el bando de los justos, es un privilegio y un placer.

Que el Estado Islámico considere como dogma el cumplimiento de profecías define el ánimo de nuestro rival. No hay que menospreciar su atractivo intelectual y religioso. Se puede recurrir a herramientas ideológicas para hacer ver a los conversos potenciales que el mensaje del grupo es falso. Y las herramientas militares pueden limitar sus horrores. Poco más puede hacerse ante una organización tan inmune a la persuasión como esta. Y la guerra posiblemente será larga, aunque no dure hasta el fin de los tiempos.