viernes, 29 de enero de 2016

Geopolítica 2

EL CONCEPTO DE RIMLAND DE SPYKMAN

Contrariamente a Mackinder, Nicholas Spykman no piensa que el heartland, "ese pivot geográfico del mundo", esa centralidad según un enfoque económico-geográfico, se encuentre localizado en Europa central / Rusia, sino en una zona periférica, sobre el litoral o sobre una cuenca. Según él, el centro del mundo está compuesto de tierras litorales, lascoastlands de Mackinder a las que llama "borde de tierras" o "anillo de tierras" o "borde de cuencas", el RIMLAND. Este territorio periférico estaría atrapado entre el corazón europeo (Alemania, Rusia), y los mares tutelados por los ingleses).

Spykman piensa que los Estados Unidos, de una manera o de otra, deben controlar los Estados de este rimland, con la finalidad de imponerse como superpotencia, y así dominar el mundo. El contexto de la Segunda Guerra Mundial obligó a los estrategas americanos a evitar la propagación y el fortalecimiento del nacismo, especialmente más allá del heartland, y a actuar en consecuencia.

Y dada la subsiguiente derrota alemana, esta estrategia se adaptó a la nueva situación, estableciéndose entonces una política llamada de contención, orientada ahora a entorpecer la ampliación de la influencia soviética más allá de las fronteras del "corazón del mundo". Los Estados Unidos sostienen y apoyan entonces a Turquía, Irán, y Japón, entre otros, para así enfrentar el retraimiento de las potencias europeas (muy debilitadas por la guerra) de las zonas de Oriente Próximo y de otras zonas de Asia.

Spykman escribió los libros  America's strategy in world politics y the United States and the balance of power, en 1942 y 1944 respectivamente. 

viernes, 22 de enero de 2016

Política antiterrorista en Europa

El pasado 22 de noviembre, Fernando Reinares publicó en el diario El País un artículo sobre las contradicciones de la política antiterrorista de la Unión Europea. Sin duda tener claras las ideas nos ayudará a combatir al DAESH, una insurgencia que sí tiene muy claro como atacar Occidente. A continuación, reproducimos el artículo, que también ha sido publicado en la web del Real Instituto Elcano.


No fueron suficientes los miles de muertos en atentados perpetrados por los etnonacionalistas de ETA, los ultraizquierdistas de la Fracción del Ejército Rojo o los neonazis de Ordine Nero, entre muchas otras organizaciones terroristas de distinta orientación ideológica activas en Europa Occidental durante las últimas décadas del pasado siglo. Casi tres mil fallecidos el 11 de septiembre de 2001, pero al otro lado del Atlántico, en la más emblemática de las ciudades norteamericanas, fueron los que precipitaron un común antiterrorismo europeo. Que así fuese como se avanzaron importantes medidas judiciales y policiales conjuntas, en lugar de hacerlo antes y por una cuestión de solidaridad entre democracias liberales, será siempre vergonzante.

Sin embargo, hasta que se produjo la matanza terrorista del 11 de marzo de 2004 en Madrid, las élites políticas y los ciudadanos europeos no dejaron de percibir el terrorismo yihadista como dirigido ante todo contra Estados Unidos, la mayor potencia del mundo occidental. Incluso entonces, cuando ya era evidente que el terrorismo directa o indirectamente relacionado con al-Qaeda mataba sobre todo musulmanes, en España se planteó frente al mismo la idea, a ese respecto incoherente, de una alianza de civilizaciones. La invasión de Irak, con la falaz excusa de combatir el terrorismo, propició que se vulgarizase una supuesta causalidad entre política exterior y amenaza terrorista, al tiempo que impidió un consenso antiterrorista entre los europeos.

Hubo que esperar a que tuviesen lugar los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres para que la Unión Europea (UE) adoptase formalmente una estrategia colectiva de lucha contra el terrorismo y acordara un plan de acción para implementarla. Esa estrategia subraya, en consonancia con valores propios de las democracias liberales, la necesidad de combatir el terrorismo respetando los derechos humanos. Pero denota algunas más que notables incoherencias. A buen seguro que estas son calculadas y obedecen a supuestos criterios de corrección política, pero suscitan confusión tanto respecto a la naturaleza de la mayor amenaza terrorista que se cierne sobre las sociedades europeas desde hace dos décadas como a los medios requeridos para contrarrestarla.

Una de esas incoherencias reside en el hecho de que la estrategia, con el pretexto de no exacerbar divisiones, elude vincular tipo alguno de terrorismo con el fundamentalismo religioso. Menos aún el actual terrorismo internacional con una determinada manera de entender la fe islámica, pese a que los responsables de matanzas como las ya aludidas del 11-M y del 7-J, o la del pasado 13 de noviembre en París, apelan precisamente a su adhesión a una versión del salafismo para llevarlas a cabo. También pese a que, tras atentados como esos, nuestras autoridades invariablemente hablan de impedir prédicas extremistas en las mezquitas o se reúnen con líderes no radicales de las comunidades musulmanas para recabar de ellos condenas explícitas del terrorismo.

Otra incoherencia apreciable en la estrategia de la UE contra el terrorismo tiene que ver con los medios militares. Son aludidos de manera imprecisa, dentro del apoyo operativo entre países si ocurre un incidente terrorista con implicaciones transfronterizas y para gestión de emergencias. Parece insuficiente en un documento que debe explicar a los ciudadanos qué hacer ante la amenaza más compleja y destructiva del terrorismo, inherente a organizaciones yihadistas con bases fuera de la UE. Aún más cuando por medios militares se desbarató en 2013 el condominio yihadista del norte de Malí que habría supuesto un santuario para al-Qaeda próximo al sur de Europa o cuando hay países de la UE implicados desde septiembre de 2014 en misiones militares contra el Estado Islámico.

En realidad, esto último es reflejo de las disparidades que, aun contando formalmente con un enfoque común, existen de unos países europeos a otros en la percepción de la amenaza terrorista por parte de sus élites políticas y de sus ciudadanos o en los factores legales e institucionales que configuran los respectivos sistemas nacionales antiterroristas. Por eso la implementación nacional de las decisiones vinculantes que en materia de lucha contra el terrorismo se toman en el ámbito intergubernamental dentro de la Unión Europea ha adolecido y adolece de serias deficiencias que inciden negativamente sobre una efectiva cooperación. Sin olvidar los intereses y prioridades nacionales, que en las décadas previas al 11-S incluso la impedían.

Los europeos continúan reaccionando ante el terrorismo global a golpe de grandes atentados. Ahora es Francia, cuyas autoridades se despreocuparon durante décadas de cómo los terroristas de ETA cruzaban en uno y otro sentido la frontera con España, la que exige algo tan obvio como que sean escaneados los documentos de quienes entren en la Unión Europea y cruzar esa información con la base de datos de Interpol y del SIS II. Igualmente perentorio es contar con un registro de nombres de pasajeros y almacenar los datos durante un tiempo que corresponda con el mínimo necesario para dificultar al máximo la movilidad de los terroristas. O repensar los programas europeos de prevención de la radicalización, hasta ahora un evidente fracaso.

Queda mucho por hacer antes de considerar iniciativas que verdaderamente supongan un menoscabo de derechos fundamentales y de libertades públicas. Urge adecuar de una vez por todas los mecanismos de intercambio de información y espionaje entre los países de la Unión Europea. Urge introducir fórmulas que aseguren una real coordinación entre los servicios antiterroristas dentro de cada país. A la hora de explicar cómo fue posible que los terroristas del 11-M consiguieran sus propósitos, qué circunstancias facilitaron la ejecución de los atentados del 7-J en Londres o cuáles han permitido al entramado terrorista coordinado por Abdelhamid Abaaoud intentar desde inicios de 2015 lo que finalmente han logrado el pasado 13-N en París, hay que subrayar antes que cualquier otra cosa los clamorosos fallos de espionaje.

Fernando Reinares es investigador principal de Terrorismo Internacional del Real Instituto Elcano y catedrático de Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos. Actualmente profesor visitante en American University, Washington. 

viernes, 15 de enero de 2016

Geopolítica 1

TEORÍA DEL HEARTLAND y LA CONQUISTA DEL MUNDO

En 1904, el político y geógrafo inglés Halford John Mackinder elaboró una teoría generalista sobre el pasado, presente y futuro del poder mundial. Esta teoría, llamada Teoría del Heartland venía a decir que, a nivel histórico, quien controlase la zona de Asia Central-Rusia Central-Siberia, tenía bastantes probabilidades de controlar tanto el resto de Asia como el resto de Europa, pudiendo así obtener una posición privilegiada de cara al dominio mundial. Esta especie de profecía geopolítica nunca ha llegado a darse realmente, aunque sí es cierto que en varios momentos de la historia ha estado cerca de cumplirse.


Mackinder contribuyó a dar a la geografía el carácter de asignatura escolar en el Reino Unido, e introdujo la geografía en Oxford y en otras universidades de su país. Desde 1904 hasta 1908 fue director de la Escuela de Economía de Londres y desde 1909 hasta 1922 miembro del Parlamento.
De su obra destacan sus trabajos monográficos sobre Gran Bretaña y su imperio (Britain and british seas, 1902). Mackinder  formuló su teoría del heartland (región central)  por primera vez en 1904 y revisada en 1919 y 1943.


viernes, 8 de enero de 2016

La Guerra y los filósofos de la Sospecha

EL CONCEPTO DE LA GUERRA PARA KARL MARX


A Karl Marx, Friedrich Nietzche y Sigmund Freud se les denomina Los filósofos de la sospecha[1]. Los tres sospechaban que no existía sujeto racional, que la razón no mueve los hilos del mundo desenmascarando los valores ilustrados de la racionalidad, y poniéndolos en cuestión. Ellos dudaron de los métodos racionales para la búsqueda de la felicidad y la verdad y afirmaron que la conciencia, en su conjunto, es una conciencia falsa. Aunque no son pensadores coetáneos[2] comparten una actitud crítica hacia la sociedad que conocen. Para Marx la conciencia se falsea por intereses económicos[3] y quiere alcanzar la liberación mostrando, tal cual es, a la clase burguesa (alienación y materialismo económico); para Freud acontece por la represión del inconsciente[4] buscando “curarla” por la conciencia y la aceptación de la realidad (represión e inconsciente dinámico),  y para Nietzche por el resentimiento del débil, por la aceptación de la moral reinante,  ya que es la irracionalidad la que mueve el mundo[5] (la voluntad del poder y nihilismo). Los tres buscan los principios ocultos de la razón de la época que les toca vivir para poder interpretarla.

Los tres muestran que no existe sujeto racional ni conciencia propia de dicho sujeto. E inciden en que son elementos sociales, económicos o ideológicos los que explican este cambio de paradigma[6], siendo el sujeto la expresión de contradicciones históricas, sociales, morales y psíquicas y queriendo liberar al hombre de la dominación económica, de la represión sexual y del pensamiento moral racional. El objetivo, denunciar una falsa utopía para (intentar) instaurar una nueva capaz de liberar al hombre, aflorando su verdadera conciencia, destruyendo todo lo que impide al hombre expresar su propia naturaleza. Desvelar lo que Nietzsche descubrió acerca de la realidad preguntándose qué hay de auténtico bajo los valores morales y el concepto de verdad; lo que Marx indagó acerca de ideología y lo que Freud puso de manifiesto en torno a las acciones del ser humano y del papel del inconsciente. Si se quiere comprender el nuevo ámbito científico y de pensamiento que existe a partir de estos filósofos, diferentes autores han coincidido en cifrar en cuatro los ejes de su sospecha: Religión, política, sociedad y ética.




RELIGION
POLÍTICA
SOCIEDAD
ETICA




MARX
Alienación, negación, búsqueda de consuelo ante la explotación del mundo.
La religión es el opio del pueblo
El mundo no debe interpretarse, sino transformarse. Para beneficiar a los explotados, la mayoría, la filosofía debe dejar paso a la política.
El sujeto burgués (que ha acabado con el antiguo régimen) ha de ser sustituido por el obrero consciente de su clase. Acabar con la alienación para conseguir una nueva sociedad mediante la lucha de clases.
La ética que se nos impone está al servicio de la clase dominante poseedora de los medios de producción. Como la ética es ideología, ésta debe ser cambiada en beneficio de la mayoría.


NIETZCHE
El Dios cristiano es la expresión del resentimiento y de los valores negadores de la vida.
Dios ha muerto”
Para llegar a ser superhombre hay que generar una gran política. Para hacer los mejores ciudadanos, hay que usar la política.
El hombre debe ser superado por el superhombre que destrozará las convenciones sociales.
Al poner fin a la moral del rebaño creando nuestros propios valores llegaremos a ser superhombres.



FREUD
La religión es la ilusión de un mundo seguro, como el de la figura paterna. Dios es la impotencia de los humanos para guiarse por sí mismos y foco de represión sexual.
La política es una represión que niega el placer, en aras de unos principios que ni comparten ni aceptan la gran mayoría de ciudadanos.
La represión del deseo y la negación del placer crean sociedades con individuos infelices. Esta represión traerá una revuelta contra la sociedad y la cultura.
La ética surge del miedo que en la infancia nos produce el padre. La ética es represión del deseo que nos culpabiliza constantemente.

     
   Introducidos en las teorías de la sospecha, pasamos a desgranar el concepto que de la guerra, tiene el autor elegido: Karl Marx.

Karl Marx nació en el reino de Prusia en 1818, año en que se celebra el Congreso de Aquisgrán[8], después de la derrota de Napoleón en Waterloo por los ejércitos anglo-prusianos, marcando el final de las guerras Napoleónicas[9]. De origen judío, su familia formaba parte de la clase media prusiana (su padre era abogado); estudió en la universidad Bonn y Berlín, pero se doctoró en filosofía por la de Jena. Fue su suegro Ludwing Von Westphalen quien le inicia en las doctrinas racionalistas de la Revolución Francesa de 1789. Sus ideas políticas le obligan a dejar Alemania e instalarse en Francia (París) en 1843. Allí conoce a Federico Engels, con quien entabla una sólida amistad personal e intelectual[10], además de personajes del socialismo francés como Proudhon y Blanc y  al anarquista ruso Bakunin. Sus ideas radicales provocan que sea expulsado de Francia, estableciéndose en Bruselas en 1845, desde donde sigue en contacto con su amigo Engels[11]. En 1847 se afilia a la Liga Comunista y redacta los principios de la misma junto a Engels, en el famoso Manifiesto Comunista que se publicaría en 1848 en la ciudad de Londres, coincidiendo con una oleada de revoluciones en Europa[12] en ese mismo año. Los belgas vuelven a expulsarle y regresa a Francia, pero por poco tiempo, ya que junto a Engels se dirige a Alemania. Después de varias expatriaciones más, establece su residencia definitiva en Londres en 1849. Es en esta ciudad donde participa de la 1ª Internacional[13] en 1864, y comienza a escribir su obra cumbre, El Capital, cuyo primer tomo verá la luz en 1867, siendo póstumos los dos siguientes y publicados por Engels en 1885 y 1894,  poniendo en orden los manuscritos de su amigo. Después del fracaso de la Comuna de París en 1871[14] Marx se retira de la política activa, aunque son dos de sus muchos discípulos alemanes[15] los que fundan en 1875 el Partido Socialdemócrata alemán, que dominó la 2ª internacional[16] bajo una fuerte inspiración marxista. Esta (la socialdemócrata) es una de las dos ramas del marxismo. La otra es la comunista, que vio como sus principios movieron la revolución rusa de 1917 o la china de 1949, con la instauración de un estado socialista de partido único. No en vano, el tiempo de Marx es el de la formación y consolidación de las sociedades industriales y el de un buen número de obreros que se concentran en los principales núcleos urbanos protestando contra un sistema que defiende la productividad y el máximo esfuerzo de los obreros sin ningún derecho.  Marx muere en 1883 en Londres.

Engels fue el encargado de acuñar el término de socialismo científico para diferenciar las tesis que elaboró junto a Marx de las del llamado socialismo utópico[17] de Owen, Saint-Simon, Fourier o Cabet.

Karl Marx es uno de los filósofos que más parece contribuir al pensamiento filosófico de la guerra, no en vano crítica y conflicto son aspectos principales de sus planteamientos ideológicos. Conceptos como “lucha de clases”, “crítica marxista” o “revolución socialista” son la base de este  pensamiento que se repite en sus libros y artículos. Para Marx, el motor del cambio de la historia es el conflicto, pero no entre naciones o estados, sino entre clases sociales, siendo el factor determinante de dicho conflicto el poder económico. El materialismo histórico[18] es la ciencia marxista que interpreta la historia, y supone la afirmación del hombre como protagonista de la Historia. Sus dos ideas fundamentales son las relaciones que el hombre establece con la naturaleza y con los demás hombres son relaciones materiales, y que los hombres producen e intercambian bienes materiales para poder satisfacer sus necesidades materiales. Estas relaciones son las que dan origen, en última instancia a la ideología y a la estructura jurídica, social y política del Estado. Por lo tanto, se trata de un materialismo dialéctico e histórico. El materialismo marxista consiste en la afirmación de que la producción, distribución, intercambio y consumo de bienes, son la raíz de que los hombres tengan y desarrollen esta o aquella mentalidad, y elaboren estas o aquellas leyes, y se dé este o aquel modo de gobernar la sociedad, siendo la  materia  el sistema de producción de los bienes materiales  o  las relaciones económicas de producción. Materialismo histórico es, por tanto, lo que condiciona realmente la historia humana, es decir, las relaciones económicas de los bienes de producción.

            El conflicto es exclusivamente entre clases. Esta expresión condiciona la teoría de la lucha de clases marxista y es el hilo conductor que nos muestra que la historia está sujeta a leyes, no siendo ese caos donde se suceden periodos de progreso, estancamiento, revolución, guerra y paz. El modo en que se organizan las relaciones sociales de producción es lo que Marx denomina estructura de una sociedad, la base económica de de cada sociedad, y comprende tres niveles: condiciones, fuerzas y relaciones de producción[19]. Sobre esta estructura se sitúa la superestructura, la forma jurídico-política de cada sociedad, que está condicionada por la ideología de la clase dirigente. Nuestros modos de pensar y de gobernarnos están condenados por el desarrollo de nuestras fuerzas productivas, por nuestro modo de producción. Esto es lo que Marx llama materialismo dialéctico y el capitalismo no escapa de esta dialéctica, cuando al generar beneficios para una minoría, genera pobreza para una mayoría, posibilitando el caldo de cultivo para fascismos o revoluciones. De este razonamiento conviene Marx la existencia de clases sociales (por las relaciones sociales de producción): una minoría burguesa y una mayoría trabajadora que solo puede vivir trabajando para la minoría, con intereses opuestos y buscando la revolución proletaria que traerá la abolición de la propiedad privada de los bienes de producción y el fin de la sociedad de clases[20].



            Para Marx la clase trabajadora es la clase universal, la que velará por los intereses de todos, desde un punto de vista general. Por eso sólo el proletariado puede alcanzar un conocimiento objetivo de la realidad social, porque carece de todo y solo puede construir para prosperar. Entra en juego el concepto de alienación para Marx, donde el trabajador es mera mano de obra que proporcionará al burgués riqueza. Existe alienación porque existe propiedad privada, que dejará de existir modificando dicha estructura económica. Por lo tanto, la denuncia de la alienación es también  lucha de clases, parte del motor de la ética marxista. Y uno de los rasgos de ésta moral es la violencia y, si bien la clase trabajadora debe abstenerse de participar en la guerra de los estados, no debe hacerlo cuando se trata de la lucha de clases. La violencia verbal también forma parte de la retórica marxista que bebe de revoluciones europeas anteriores[21]. Marx define la relación entre las clases como una situación bélica. La lucha de clases es una guerra civil. Las naciones capitalistas viven en estado de guerra civil larvada o latente. Según nos cuenta Blasco de Avellaneda[22], “(...) la situación bélica implica la valoración emocional de la ruptura y la catástrofe. Hay en Marx una disposición a aceptar de buen grado los costes y los sacrificios de la guerra.
La clase burguesa, políticos, intelectuales, empresarios, debe ser arrojada fuera de la historia. El orden burgués debe ser combatido hasta sus últimas consecuencias, destruido, enterrado, por la violencia o el terror revolucionario si es preciso, sin piedad y sin pedir piedad, por la revolución permanente”. Además, la guerra trae consideraciones de tipo gremial (bando, ejército...) y escala de mando, provocando graves “alteraciones” en el sistema, cuando el  proletariado se convierte en ejército formando parte de un sistema clasista y jerarquizado. En la democracia obrera es el proletariado el que ostenta realmente el poder, impidiendo mediante leyes y medios coercitivos diversos[23] la explotación de una clase social por otra.


Desde el punto de vista del proletariado es una democracia, porque es su clase la que domina todo el entramado social. Desde el punto de vista de la burguesía es una dictadura pues se emplean medios coercitivos para perseguir a los que no defienden  los intereses de la clase trabajadora. Si la vía que se adopta es la del socialismo[24], se potencia el papel del estado como instrumento para racionalizar la producción, se distribuye entre toda la población la riqueza generada[25] y se controla socialmente los grupos que quieran volver a instalar el sistema de clases sociales. En esta concienciación de la sociedad, en particular del proletariado, se transita al comunismo por obsolescencia del capitalismo, eliminando las diferencias económicas y sociales de los distintos grupos sociales que pudieran aparecer. Si, por el contrario, la vía que se adopta es la del comunismo[26], se toma el poder por una minoría que derroca al estado capitalista y procede a concienciar a toda la sociedad de las bondades del sistema. Es la culminación del proceso revolucionario. El hombre es protagonista de su destino.

            De todos los textos que he podido leer sobre este asunto, la posición de Marx no está clara. Sí es concluyente y explícito en la valoración de la violencia como instrumento para la toma del poder por parte del proletariado en la fase de dictadura, sobre grupos sociales distintos a la clase obrera, donde legitima esa violencia para la lucha de clases. Pero parece que no le interesa nada más de los conflictos bélicos ni de la guerra. Los “herederos” de Marx sí lo han hecho, llegando a tres posibles interpretaciones: la primera tiene que ver con la existencia de muchos partidos comunistas en el último tercio del siglo XX que consideraron legítima la violencia y participaron de guerrillas y grupos terroristas[27]; la segunda se relaciona con la dictadura del proletariado  y su instauración en Rusia, China o Cuba, después de sendas revoluciones que fueron conflictos armados en toda regla. La tercera tiene que ver con otros partidos comunistas, sobre todo europeos[28], que rechazaron este método y se instalaron en la vía democrática.         


Desde mi punto de vista, es difícil poder entender que la violencia valga solo en un determinado momento histórico o social, que se justifique su uso como legítimo. Sin embargo estos razonamientos, seguramente sin la intención de su creador,  posibilitaron una época de gran zozobra mundial, política de bloques, tensión nuclear y separación del mundo en dos concepciones radicalmente opuestas. Durante estos días estamos siendo testigos de lo que podría ser el fin del último resquicio de la guerra fría, ya que el Presidente de Estados Unidos ha anunciado el fin del bloqueo comercial a Cuba. Cincuenta y tres años después los Estados Unidos se han dado cuenta que todo el sistema impuesto por Kennedy no ha servido para derrocar al sistema comunista cubano. Sin duda son las personas las que hacen la política y son ellas las que interpretan el momento que les toca vivir. A Marx también. Y quiero entender que toda su propuesta económica, a modo de revelación, produjo diferentes revoluciones en el mundo que han conseguido modificar la historia de la humanidad, al menos por un tiempo. No debemos perderlo de vista, porque de nuestra historia aprendemos a no cometer los mismos errores.

RGM.



[1] La frase fue acuñada por el filósofo francés Paul Ricoeur en 1965. Aparece en su libro De l'interprétation. Essai sur Sigmund Freud.
[2] Marx es de la mitad del siglo XIX, Nietzche de finales del siglo XIX y Freud de principios del siglo XX.
[3]El sistema capitalista no precisa de individuos cultivados, sólo de hombres formados en un terreno ultra específico que se ciñan al esquema productivo sin cuestionarlo”. Karl Marx. Miseria de la Filosofía. 1847.
[4]La represión se contrapone al yo, y se plantea la tarea de cancelar las resistencias que el yo exterioriza a ocuparse de lo reprimido”.
[5] “La irracionalidad de una cosa no es un argumento en contra de su existencia, sino más bien una condición de la misma.”.
[6] Marx habla sobre el ser del hombre diciendo que estos son sus procesos de vida; Nietzche especula con la moralidad recibida y Freud sobre el inconsciente que rige los actos de la conciencia.
[7] Cuadro de elaboración propia desde las definiciones de Ramón Alcoberro.
[8] Austria, Prusia, Rusia y Gran Bretaña forman la cuádruple alianza para mantener el orden absolutista en Europa e impedir cualquier intento de alterar la geopolítica europea. Este congreso se celebra después de la derrota de Napoleón en 1815 y, además de la paz, pretende hacer valer los derechos de las cuatro potencias firmantes.
[9] 1803-1815.
[10] En 1845 publican su primer libro La sagrada familia.
[11] Escriben “La ideología alemana”, que contiene ya los elementos del materialismo histórico, y que no será publicada hasta 1932.
[12] Francia, Alemania, estados de los Habsburgo (Austria, Hungría, Bohemia, ahora parte de la república Checa, Voivodina, hoy parte del norte de Serbia, partes de Italia como Lombardía, Véneto, Parma, Módena y Toscana), otros estados italianos como Sicilia y Roma, Valaquia en la actual Rumanía y España. 
[13] Fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).
[14] Insurrección breve (18 de marzo a 28 de Mayo) durante la cual el movimiento revolucionario autogestionario y anarquista gobernó la ciudad de París.
[15] Bebel y Liebknecht.
[16] En 1889.
[17] El socialismo utópico es sobre todo identificado por la voluntad de concebir comunidades ideales, organizadas según principios democráticos y cuyas relaciones se fundan en la equidad como los falansterios de Fourier, las granjas cooperativas de Owen, las colonias icarianas de Cabet o el capitalismo equitativo y planificado  de Saint-Simon.
[18] La corriente filosófica que nace en Grecia con Heráclito y Epicuro, hace 2500 años, y que sitúa a la materia como elemento principal -y único- en la Naturaleza se llama Materialismo. Esta corriente está más o menos opuesta al Idealismo, que considera a la materia como un simple "reflejo" de la realidad, y tiene su apogeo con Platón (según interpretaciones clásicas) y durante toda la Edad Media. A principios del s.XIX, el materialismo supone una oposición radical a la teología y la religión, y por tanto una lucha contra las instituciones que detentaban el poder. Ésta corriente es "resucitada" por Feuerbach, que critica el idealismo de su colega Hegel. Posteriormente, Marx y Engels retoman el materialismo de Feuerbach y aprovechan el razonamiento dialéctico de Hegel, para establecer su teoría. 
[19] Posesión de los medios de producción y división del trabajo en una sociedad.
[20] Mientras llega este momento, la clase trabajadora tendrá que “reprimir” a la clase poderosa y burguesa mediante lo que Marx llama la dictadura del proletariado.
[21] Revolución francesa, sobre todo en su fase Jacobina.
[23] A saber, policía, ejército, expropiación de tierras, control de los movimientos financieros, nacionalización de la banca y de las fábricas, etc...
[24] La llamada vía indirecta del camino hacia el comunismo, que triunfó después de la 2ª Guerra Mundial con el afloramiento, sobre todo en Europa, de los Partidos Comunistas.
[25] Conceptos como los de sanidad o educación universal y pública, pensiones, obras públicas...
[26] La llamada vía directa, que Lenin impuso en 1917 y Stalin posteriormente en 1941.
[27] Brigadas Rojas en Italia, Fracción del Ejército Rojo en Alemania... Aquellos movimientos que David Rapoport denomina como tercera oleada del terrorismo moderno u oleada de la nueva izquierda.
[28] Los llamados Eurocomunistas en España, Francia o Italia.