viernes, 24 de abril de 2015

La guerra según Clausewitz


Karl Philipp Gottlieb Von Clausewitz nació el 1 de julio de 1780 en la ciudad de Burg, en el antiguo estado imperial alemán de Magdeburgo (actualmente Sajonia-Anhalt). Como prusiano fue súbdito de un estado fundamental en la historia de Alemania y Europa, potencia mundial y continental bajo el reinado de Federico I de Prusia (1701). Las ideas de la Gran Alemania y la Coalición Alemana del Norte, van fraguando desde el Sacro Imperio Romano Germánico de Carlomagno hasta la consecución del imperio alemán en 1871, gracias al impulso de Otto Von Bismark que lo hizo posible, como primer canciller, entre 1873 y 1890. En este último año, la población de Prusia era de 25 millones de personas. En 1910 era de 40 millones de personas. 

Las guerras napoleónicas, desarrolladas entre 1803 y 1815, irrumpen en la vida de Clausewitz; particularmente cuando con 26 años participa en la defensa de Prusia de la invasión napoleónica de 1806, siendo testigo de la desintegración del ejército prusiano después de la batalla de Jena, lo que obligó a los prusianos a no participar de las mismas hasta 1816. Clausewitz fue hecho prisionero francés y recluido hasta 1808. Cuando en 1810 es nombrado tutor del que sería Federico Guillermo IV de Prusia, Clausewitz escribe el ensayo Principios de la Guerra, texto sobre el que se asientan las grandes afirmaciones de su gran obra De la Guerra, objeto de este trabajo. 

Cuando las autoridades prusianas se pusieron del lado francés ante la invasión napoleónica de Rusia, Clausewitz, junto con otros militares prusianos, se unieron al zar Alejandro I para que los rusos liberaran a los prusianos de la dominación francesa. Aquí participó de la redacción del convenio de Tauroggen, que posibilitó la llamada sexta coalición (Prusia, Rusia y Reino Unido) que derrotaría a Francia, y que en 1813 devolvería a Prusia el gobierno de Alemania. Después de varios destinos militares, muchos de ellos menores debido a su “deserción” anterior, es en 1818 cuando es nombrado director de la Academia Militar Prusiana, en Berlín, puesto en el que estuvo hasta 1830, fecha en la que vuelve a batallar en Polonia, en la sofocación de una revuelta revolucionaria. Clausewitz murió el 16 de noviembre de 1831 en su casa de Breslau (la actual Wroclaw polaca) presumiblemente de cólera, enfermedad que contrajo en el frente de Polonia y que diezmó al ejército prusiano. 

Clausewitz no tuvo la confianza de los mandos prusianos desde la “deserción rusa”. De hecho, su retiro dorado como director de la academia militar prusiana en Berlín, posibilitó que escribiera su famoso libro “De la Guerra”, ya que las misma autoridades que le nombraron director (seguramente por la influencia de su amigo el General y Mariscal de campo August Von Gneisenau), no le permitieron impartir formación ni aplicar sus teorías pedagógicas, por lo que dedicó su tiempo a la redacción de varios libros. 

Todas las biografías que he podido leer sobre el autor afirman que éste tenía una buena educación, superior al estándar de la época, muy interesado en la ciencia y el arte. Como soldado profesional, estuvo marcado por las guerras napoleónicas, y las formas en las que Napoleón cambió el concepto de la guerra, sobre todo en la manera en que la población era motivada para participar tanto de la decisión como del combate. Que Clausewitz era un gran conocedor de la historia y la política europea también queda patente en “De la Guerra”. Gracias a ésta, se le considera como uno de los mejores estrategas militares clásicos. Su personalidad hacía de él un personaje que no pasaba inadvertido[1]. La literatura especializada dice que tan solo dos libros sobre la guerra, de todos los que se han escrito, aportan conceptos claros sobre estrategia política y militar: uno es “La guerra del Peloponeso”, del ateniense Tucídides[2], en el -400, y el otro éste de Clausewitz sobre el que realizamos este trabajo. ¿Por qué después de 182 años este libro sigue siendo el más completo en cuanto a su contribución estratégica político-militar? Intentaré en las siguientes líneas poder razonarlo, desgranando las ideas-fuerza del texto (prefacio, libros I y II y los capítulos 6A y 6B del libro VIII) que pueden resumirse en el enfoque dialectico del análisis militar, el análisis crítico de la estrategia militar, las relaciones “asimétricas” entre defensa y ataque, el arte de la estrategia, la ciencia de la táctica y la relación entre los objetivos políticos y militares de las guerras. 

Sin duda, el momento histórico en el que se fragua la obra de Clausewitz fue de los más convulsos de la historia (1816 y 1830). Algunos incluso piensan que la primera gran guerra mundial coincidió con las guerras napoleónicas, y no en 1914 con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria por el serbio nacionalista Gavrilo Princip. Los años de duración, los nuevos métodos, las estrategias y los avatares políticos para su resolución forman el cuerpo doctrinal, militar, político y sociológico de Clausewitz en la conformación de esta gran obra, que sigue siendo libro de cabecera en buena parte de las grandes academias militares del mundo. 

La guerra ha formado parte (y forma) de la historia de la humanidad. Es de todos los tiempos, y de todas las civilizaciones[3] y, por lo tanto, es un fenómeno político y social fundamental, central para entender la dinámica del mundo y de los estados. Por ello Clausewitz comienza explicando que su intención es “poner a examen la esencia de los fenómenos que caracterizan a la guerra (.../...)” en el prefacio de la obra. Desde un punto de vista empírico, haciendo uso de la investigación y la observación, y huyendo de todo elemento filosófico, los conceptos referidos a la guerra misma son producto de la experiencia del autor. No era habitual en las crónicas militares el uso de la experiencia propia, por cierto. Establecer una teoría sistemática de la guerra es el objeto del libro, desde un punto de vista integral. Sabemos que esta obra fue inacabada, ya que estaba Clausewitz corrigiendo y completando la misma cuando le sobrevino la muerte. Por ello insiste en darle validez y cohesión interna y se arroja el deseo de que otros autores sepan presentar “en lugar de estos granos dispersos, un conjunto fundido (.../...)”. Poco podía imaginar Clausewitz que su obra sería un completo granero. 

El Libro primero nos habla de la naturaleza de la guerra. Consta de 8 capítulos y es el único libro que Clausewitz pudo corregir, por lo que tiene su aceptación completa. Comienza con una definición del término guerra y lo hace ampliando una de las consecuencias de la misma: el duelo[4]. Sin embargo nos ofrece seguidamente una de las diferentes descripciones que encontraremos a lo largo del libro, afirmando que “(...) la guerra constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad”. Acto de fuerza para imponer nuestra voluntad, en un duelo constante, entendiendo duelo como la pelea entre dos a consecuencia de un reto[5]. Para imponer nuestra voluntad al enemigo (objetivo) es necesaria la fuerza física (el medio); para conseguir este objetivo se hace necesario el desarme del enemigo y éste es el propósito último de la acción militar. 

Huir del sentimentalismo de conseguir nuestro objetivo, sin derramamiento de sangre ni sufrimiento, ocupa el punto 3 de este primer libro. Aunar inteligencia, arte, ciencia y fuerza mostrará el buen hacer del militar, aunque la crueldad existirá siempre, en mayor o en menor medida. No podemos hablar de guerras civilizadas ya que tanto el sentimiento hostil como la intención hostil enraízan el conflicto. Cuando llegamos a un conflicto armado, la hostilidad ha motivado una determinada carga de odio y éste deriva en cierto salvajismo[6]. Si bien es cierto que cuanto más civilizados sean los pueblos menos hostilidad, odio y salvajismo aplicarán a los conflictos bélicos, no se puede descartar que existan. Cuanto más importantes sean los intereses hostiles, más salvaje (emocionalmente) será la guerra. 

Que la inteligencia de los hombres no aleja a éstos de las guerras queda manifiesto en el avance armamentístico, ya que se “inventa” para seguir matando, con menor riesgo para el combatiente (más civilizado). Así tenemos la primera acción recíproca y primer caso extremo de Clausewitz: La guerra es un acto de fuerza y no hay un límite para su aplicación. Los adversarios se justifican uno al otro y esto redunda en acciones recíprocas llevadas por principio a su extremo. 

Nuestro objetivo es desarmar al enemigo para imponerle nuestra voluntad. Desarmarlo significa hacerlo de facto o someterle a tal estado que prevea que lo vamos a hacer. De esta forma tenemos la segunda acción recíproca y segundo caso extremo: Mientras no haya derrotado a mi enemigo, tengo que albergar el temor de que sea él quien lo haga. 

La tercera acción reciproca y tercer caso extremo tiene que ver con la aplicación de las fuerzas. Si queremos abatir a nuestro enemigo debemos adecuar nuestro esfuerzo de acuerdo con su capacidad de resistencia, medido en el tamaño de sus recursos (medible) y su fuerza de voluntad (muy difícil de medir). En la guerra hay que ser realistas y combatir con los medios que tenemos a nuestro alcance. Porque la guerra nunca constituye un hecho aislado, nunca ocurre de improviso ni se ha preparado en un instante. Cualquier contienda es sostenida, está preparada a base de recursos, siendo éstos las fuerzas militares propiamente dichas, el país (población y superficie) y los aliados. El medio físico, la orografía, los ríos, la amplitud geográfica, junto con su capacidad de movilización[7], condicionan una guerra. Por otro lado, las relaciones políticas[8] promueven alianzas que nos pueden ayudar. Un buen estratega evitará que todos estos recursos entren en juego en el mismo momento. 

Si bien la guerra no deja de ser un recurso diplomático más, también lo es que una contienda no es más que probabilidades, sujetas a su ley. Si tenemos los datos del país oponente, de su situación, de sus circunstancias y sus números, podremos extraer las conclusiones precisas sobre las acciones que ejecutar. Pero, ¿cuál es el objetivo político de la guerra? Sea cual sea, la acción militar es el medio para conseguirlo por lo que su medida estará en la escala adecuada para alcanzarlo utilizando los esfuerzos que sean necesarios para ello. Cada acción militar requiere de un tiempo, más largo o más corto en función del objetivo. Es lo que Clausewitz llama persistencia. La duración depende de la naturaleza de la acción militar por lo que resulta de todo punto de vista inadecuado suspender la acción militar, ya que ésta debe mantenerse en el tiempo hasta conseguir el objetivo deseado. La acción militar solo cabe suspenderse[9] en un estado de igualdad de fuerzas y antes del inicio de la gran contienda, cuando uno de los dos estados prefiere esperar mejor momento para la acción. Si se mantiene un equilibrio de fuerzas durante la contienda, ésta situación sólo puede acabar con la firma de la paz siempre que el estado beligerante entienda conseguido el objetivo político. 

Siempre tenemos presente el principio de polaridad, es decir, que en toda batalla los dos bandos quieren ganar, pero la victoria de uno supone la derrota del otro. Además, esta polaridad queda explicada en cuanto a las estrategias de defensa y ataque, que son diferentes y de fuerza desigual. Es decir, la decisión de atacar no es pactada, sino que interesa a cada bando por separado no teniendo por qué convenir al otro. Sin embargo queda demostrado que esta polaridad es anulada por la superioridad de la defensa sobre el ataque. Las estrategias son diametralmente distintas, y la capacidad de acción también, por lo que cabe suspender la acción militar si el ataque resulta infructuoso. También cabe suspender la acción militar por el conocimiento imperfecto de la situación. Suspender puede suponer introducir pausas en la contienda pero cuanto mayor es la tensión que ha posibilitado la guerra, menores serán los periodos de inacción de la misma, aunque lo contrario puede ser visto como una estrategia militar, ya que los errores serán rectificados con mayor acierto. Pero en la medida que son los humanos los que hacen la guerra, el azar juega un papel preponderante, junto con lo accidental y “la buena suerte”; éstas cualidades hacen la naturaleza subjetiva de las guerras y las convierten en juegos donde peligro y valor protagonizan la contienda[10]

La guerra es un medio para alcanzar un fin. La guerra surge siempre de una circunstancia política, siendo un acto político de primer orden. Decidir qué guerra queremos es lo primero que debemos hacer pues. Afirma Clausewitz, en la sentencia más importante del texto, que “.../... la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de esta por otros medios”.

La guerra es el medio para alcanzar el objetivo político y éste debe estar fuera de la esfera militar: desarmar al enemigo para que acate nuestra voluntad. Desarmarlo, ganar la guerra, se consigue destruyendo las fuerzas militares, en primer lugar; conquistando el territorio, en segundo lugar, y sometiendo la voluntad del enemigo, obligándolo a firmar la paz, como resultado final. Sin embargo, en la guerra no es necesario luchar hasta que uno de los ejércitos sea derrotado, sino que el cálculo de probabilidades sea propicio para alguno de ellos y el precio de la victoria caigan de su lado. La mayor probabilidad de éxito reside, por tanto, en la destrucción de las fuerzas militares y en la conquista del territorio. Pero el desgaste del enemigo acrecienta sobremanera ambas dos anteriores, ocupando su territorio para exigir una contribución sobre él o para devastarlo. Así, utilizando todos los medios mencionados, conseguiremos el fin de agotar gradualmente el poder físico y la voluntad del adversario. Resistir es el principal objetivo del ejército que ve ocupado su territorio[11]. El único medio en la guerra es el combate[12]. Esta idea prevalece por encima de todo ya que todo cuanto ocurre en una guerra es hecho por combatientes. El combate es un todo organizado que integran muchas partes, entre las que se encuentran las unidades de combate organizadas entre masas de militares (tropa) y otras unidades que forman una ordenación superior (unidades especiales, zapadores, ingenieros, élite, mandos...). Cada una de estas unidades combate en un orden preciso[13], es decir, en una sucesión ordenada de encuentros[14], que tiene por objetivo la destrucción de las fuerzas enemigas. El protagonista de estos encuentros es un soldado profesional que (...) “es reclutado, vestido, armado, adiestrado, se le hace dormir, comer, beber y marchar, solamente para combatir en el lugar indicado y en el momento oportuno”. La única actividad efectiva en la guerra es el combate (encuentro) y la destrucción de las fuerzas oponentes (objetivo positivo) es el fin que persigue, tanto en la vertiente física (fuerza) como en la moral (de las tropas). Este fin debe estar compensado con la conservación de nuestras fuerzas militares (objetivo negativo) ya que el predominio de uno u otro método en el combate definirá nuestra estrategia: destrucción del enemigo en un desenlace rápido, o resistencia pura para prolongar la contienda y agotar el enemigo.

El gasto militar resulta crucial en el desenlace de la guerra, que también debe seguir la norma de la proporcionalidad: cuanto mayor sea el deseo de destruir al enemigo, mayor debe ser el gasto. Además, entendimiento y temperamento configuran lo que Clausewitz denomina “genio”. Esta “combinación armoniosa de fuerzas” de valor, de aptitud, configuran el genio militar[15]. El genio militar no es ni el más impulsivo a la hora de mandar las tropas al combate ni el más reflexivo, sino aquel que mejor reúne ambos aspectos en una coyuntura determinada, de acuerdo a las circunstancias y a su saber y entender en la cadena de mando[16]. Vuelve a aparecer el concepto de azar que influye sobremanera en los conflictos armados, doblegando, incluso, el curso de los acontecimientos. Este continuo fluir de lo inesperado requiere del genio militar reacción rápida, inteligencia, determinación (que surge del intelecto, pero es un acto del sentimiento, una mezcla de temeridad y arrojo[17]), y la capacidad de discernir, de un vistazo, las tácticas del enemigo[18]. Todas estas cualidades del genio requieren de la presencia de ánimo[19]. Todas sirven al general en jefe, sobre quien se ejerce la presión de los sucesivos encuentros, para vencer los cuatro componentes del ambiente en que se desarrolla la guerra: el peligro, el esfuerzo físico, la incertidumbre y el azar. Los objetivos negativos (resistencia y defensa) minan la moral del jefe, cuyo ánimo debe estar siempre alto[20], con presencia constante de fortaleza de espíritu y ánimo. El jefe debe huir de la indolencia (el carácter debe estar presente y visible) y de la obstinación (degeneración de la fortaleza de carácter), y tener una tenaz convicción sobre la certeza de la estrategia elegida, siendo visible por todos. 

La relación entre guerra, lugar y terreno tiene especial importancia para el jefe. Llevar al terreno físico que más nos convenga la contienda, reforzará la fama del genio militar y elevará su prestigio ante la tropa, aplicando lo que Clausewitz denomina sentido del lugar[21]. Huir de la imaginación y rodearse de notables, que existen en cualquier rango del escalafón, harán del jefe lo que el país espera de él. 

La guerra es el juego entre la victoria o la muerte. El peligro, el medio en el que se desenvuelve la guerra, es como un perfume embriagador. La guerra, con sus sonidos, con sus formas, afecta a todos y cada uno de los que forman parte de ella, desde el soldado novato hasta el general. Cada uno vive las etapas de peligro de una manera distinta. Pero lo vive intensamente. Y bajo la presión de los combates todos deben mantener la capacidad de tomar decisiones rápidas, ya familiarizados con el peligro, bajo una “estoica e innata valentía”. El esfuerzo físico no debe dejarse de lado, ya que el frio, la sed, el calor, el hambre y la fatiga son factores que juegan un papel determinante en la guerra; es un factor más de fricción. 

Saber del enemigo y su territorio conforma las acciones y los planes de nuestro ejército. Es la información. Buena parte de ella es falsa, y otra dudosa. Discriminarla es tarea del oficial, del jefe, siguiendo las leyes de la probabilidad y el juicio personal. Esta es otra de las fricciones en la guerra que separan la concepción (teoría) de la ejecución (práctica). Conocer en primera persona el combate nos dará buena cuenta de las dificultades que encierra, desde lo básico y simple, hasta la difícil toma de decisiones. Estas dificultades, las fricciones, son superadas solo por el genio y por la voluntad. La fricción es el concepto que nos hace discernir entre la guerra real y la guerra “sobre el papel”, es decir, la resistencia de la realidad a cumplir con lo que hemos planificado[22]. Todos estos aspectos individuales o conjuntos deben ser superados por el comandante en jefe, que conoce las fricciones y sabe cómo hacerlo gracias a su experiencia. Así, Clausewitz resume que son el peligro, el esfuerzo físico, la información y la fricción los elementos que concurren en la “atmósfera de guerra”, y hacen de ella un medio “penoso” para la realización de toda actividad. La guerra responde a objetivos políticos o económicos, y al carácter de los estados que la desarrollan. El fin político es el objetivo, la guerra es el medio para alcanzarlo y los medios no pueden ser considerados aislados de su finalidad. 

El libro segundo nos habla de la Teoría de la Guerra. Guerra, combate y actividad múltiple son sinónimos que influyen en el estado de ánimo del combatiente. A pesar de los inventos bélicos introducidos y la ventaja que éstos suponen, necesitan un manejo, un aprendizaje para su uso. La lucha, el combate, se desarrolla en torno al peligro, el elemento más significativo de la guerra. Y es con los medios que tenemos, los que nos han dado, con los que tenemos que combatir, lo que Clausewitz llama “el arte de la guerra”[23]. Conducir y preparar la contienda forma parte de éste arte, es decir, la dirección de la misma. Dirigir la guerra no es otra cosa que combinar los encuentros, los actos aislados que conforman la unidad de la contienda, lo que el autor denomina como táctica[24] y estrategia[25]. Táctica es todo lo relacionado con las marchas, los campamentos y los cuarteles, el abastecimiento, el cuidado de los enfermos y el suministro y reparación de armas[26], lo que hoy llamaríamos intendencia; las marchas, el camino necesario de la tropa hacia el encuentro, parte de la estrategia. La forma de los encuentros aislados la primera; los usos y actividades en esos encuentros, la segunda. 

La evolución que el concepto de la guerra ha tenido en el tiempo es objeto del capítulo II, así como diferentes conceptos que la definen, como medios y fines, y las leyes que la dirigen. Clausewitz asegura que, en inicio, se estableció un fin positivo, al intentar establecer, reglas, principios y normas, que no fue posible en la práctica del momento. Disecciona entre el apartado 8 y el 15 los factores que contribuyen a la victoria, tales como la superioridad numérica, el sustento de las tropas, las comunicaciones seguras y el mantenimiento de las líneas internas (que aglutina en el concepto base). Desarrolla, también, las cualidades del soldado, definiéndolas como la fortaleza de espíritu y emoción[27], la rapidez de reacción[28] y el talento. 

Dedica unos apuntes a la naturaleza de los fines y de los medios, para conformar la teoría del sistema positivo de reglas que tiene que tener toda contienda. Y existen unas circunstancias que “acompañan siempre el uso de los medios”: el lugar de encuentro, la hora del día y el estado del tiempo. Para conseguir la victoria, hay que añadir la región y el terreno sobre los que se aplican las circunstancias anteriormente mencionadas. Procede Clausewitz a desgranar las cualidades del jefe, sobre las que ya apuntó en el Libro I. Defiende el autor una formación especializada para los dirigentes militares[29], que debe variar según el grado y el destino. Debe estar familiarizado con los asuntos de estado[30], así como los puntos fuertes y débiles de la tropa. Debe manejar, además, los tiempos que se requieren para llegar hasta el objetivo de los encuentros, controlando la intendencia y las necesidades de los hombres. Debe estar dotado de sentido común. 

Utiliza los capítulos IV y V para explicar, gracias a ejemplos de la vida militar de Bonaparte[31], la metodología de la guerra[32], condiciones indispensables para una conducción adecuada de la guerra. Lo que Clausewitz llama “ejemplos históricos” que proporcionan al jefe la certeza del conocimiento y forma parte del arte de la guerra. 

El capítulo VI, en su apartado A, nos habla de la “Influencia del objetivo político sobre el propósito militar”. Durante la época de Clausewitz las alianzas militares estaban a la orden del día[33]. Sin embargo, debido a su experiencia, el autor asegura que el aliado no participa de igual manera en la contienda. Tiene su propio jefe, sus propias normas y estrategias, y participa con un número inferior al que sería necesario. Al igual que una transacción comercial, cada estado arriesga en función del resultado que espera conseguir. Nunca dejará de estar presente la diplomacia, que actuará en paralelo a la maquinaria militar, y siempre se tendrá una reserva de contingente por si fuera necesario actuar, sin arriesgarlo todo. Con Bonaparte, cambia tanto la estrategia como la geopolítica, y Clausewitz lo refleja cuando afirma que “(...) incluso cuando se entabla sin aliados, la causa política de una guerra siempre tiene gran influencia sobre la manera como ésta es dirigida”. Los estados hacen sus cálculos, en la amenaza y en la defensa, y solo si la negociación ha fracasado, y las simples amenazas no han hecho su función, los estados guerrearán. Sin embargo, el principio moderador se impone sobre el acto de guerra, siempre, cuando los motivos se vuelven débiles y el arte militar (...) “se convierte en mera prudencia”. 

En el capítulo 6B Clausewitz abunda en el concepto de Guerra como instrumento de la política. Guerra y política son la misma cosa, siendo dependiente la primera de la segunda. El intercambio natural entre naciones queda interrumpido con la guerra que es “la continuación de la política con una combinación de otros medios”. La política no cesa en tiempos de guerra. La diplomacia, los contactos a través de otras naciones... ningún estado puede asumir durante mucho tiempo una contienda militar que produce gastos y un número importante de bajas entre sus ciudadanos, ya que el nivel de belicosidad dependerá de los intereses políticos en juego, pudiendo llegar a ser lo que Clausewitz llama guerra absoluta[34], donde lo militar siempre va a estar subordinado a lo político[35]. Al igual que la guerra tiene genios militares, la política tiene que tenerlos también, y un ministro de la guerra debe tener “una mente extraordinaria, de índole superior, y fortaleza de carácter (...)”. 

Los cambios en el campo militar son provocados por la política, lo que confirma su íntima conexión. Incluso hoy día podemos afirmar que las conclusiones de Clausewitz tienen validez. Hasta tal punto las tienen, que Jean Baudrillard en su libro La guerra del golfo no ha tenido lugar sostiene lo que denomina en su página 97 la Variante de Clausewitz, que no es otra cosa que (...) la no-guerra es la carencia de política proseguida por otros medios (...).






[1] Forma parte de la nobleza prusiana por su boda con la Condesa Marie Sophie Von Brülh, que publicó su obra una vez muerto; Clausewitz aparece citado en Guerra y Paz de Leon Tolstoi; participa del decisivo tratado de Tauroggen; participa de la batalla de Waterloo, el final de Napoleón Bonaparte; el matemático estadounidense Anatol Rapoport, citando al mariscal Sodolovsky, afirma que la estrategia de Clausewitz fue la base de la estrategia de Lenin desde 1917; Seminario sobre Clausewitz en la China de Mao Zedong en 1938; Dwigth Eisenhower aplica conceptos de Clausewitz en 1950, como el de “guerra absoluta”; Clausewitz es citado en películas como Lawrence de Arabia (David Lean), La cruz de hierro (Sam Peckinpah), El Hundimiento (Oliver Hirtchbiegel)... 
[4] “La guerra no es más que un duelo en una escala más amplia”. Clausewitz. De la guerra. Librodot.2002. 
[6] Emociones de los combatientes. 
[7] Como el ejército francés de Napoleón. 
[8] Lo que hoy llamaríamos seguridad colectiva. 
[9] Nunca debe suspenderse una vez iniciada la contienda puesto que uno de los oponentes dejaría de estar igualado al otro y estaría en inferioridad de condiciones. 
[10] “.../... de entrada nos hallamos ante un juego de posibilidades y probabilidades, de buena y mala suerte, que hace acto de presencia en todos los hilos, grandes y pequeños, de su trama y es el responsable de que, de todas las ramas de la actividad humana, sea la guerra la que más se parece a un juego de cartas”. Clausewitz. De la Guerra. Librodot. 2002. 
[11] Como dice Clausewitz (...) una lucha sin ninguna intención positiva (estar a la defensiva): economía de fuerzas y de medios. 
[12] “(...) en la concepción de la guerra resulta siempre implícito que todos los efectos que en ella puedan manifestarse tienen su origen en el combate”. Clausewitz. De la Guerra. Librodot.2002. 
[13] “(...) percibiremos que el combate de una fuerza tal tiene que corresponder también a una organización compleja, con partes subordinadas las unas a las otras y que actúan correlativamente”. Clausewitz. De la Guerra. Librodot. 2002. 
[14] El único medio para conseguir el objetivo político es “la decisión por las armas”. 
[15] En una adaptación de lo que el autor entendía por la actitud y aptitud de Napoleón Bonaparte. 
[16] Clausewitz lo entendía como el elevado nivel de formación adquirida en una civilización con intelectualidad; valor, constancia e intrepidez (combinados); fuerza física, fuerza de espíritu y sentido común, éste último (...) “un buen instrumento para la guerra”. 
[17] Courage d´esprit. 
[18] Lo que Clausewitz denomina con la expresión francesa coup d´oeil. 
[19] , Fuerza moral y mental, energía, firmeza y constancia. 
[20] (...) “Aunque otros sentimientos pueden ejercer una influencia más general, y muchos de ellos, como el amor a la patria, la sujeción fanática a una idea, la venganza, el entusiasmo de cualquier índole, etc., parecería que ocuparan una posición más elevada, no convierten en superfluas la ambición y búsqueda de la fama”. Clausewitz lo llama Ehrgeiz (codicia de honores) y Ruhmsucht (búsqueda de gloria). 
[21] (...)”la capacidad para formarse con rapidez una representación geométrica correcta de cualquier porción de territorio y, en consecuencia, para encontrar en cualquier momento, de modo ajustado y fácil, una posición en él”. 
[22] El conocimiento insuficiente del enemigo, los rumores, incertidumbre sobre las fuerzas propias y ajenas, la esperanza y la realidad, el abastecimiento, la actitud de cada uno de los soldados, el azar (tiempo meteorológico, niebla o lluvia), son algunas de las fricciones que cita Clausewitz. 
[23] El reclutamiento, el armamento, el equipamiento y el adiestramiento (proceso de creación de las fuerzas armadas por parte del Estado. 
[24] “preparar y conducir los encuentros aislados”. El uso de la fuerza militar en los combates individuales. 
[25] Combinar los diferentes encuentros aislados. El uso de la fuerza militar conjunta para ganar la guerra, ganando las diferentes batallas. 
[26] Estos tres últimos conceptos llamados como parte del mantenimiento para Clausewitz. 
[27] Mejor mentes frías y poderosas que imaginativas y extravagantes. 
[28] Acción-reacción en los combates, capacidad para responder a las adversidades. 
[29] No parece que el Estado Prusiano pensara lo mismo que él. 
[30] “(...) pero debe estar familiarizado con las cuestiones más importantes de Estado; debe reconocer y ser capaz de juzgar correctamente las tendencias tradicionales, los intereses en juego, los asuntos en disputa y las personalidades sobresalientes”. 
[31] La crítica que narrada, nos habla de cómo los genios resolvieron situaciones similares a las que nos encontramos en la guerra. “(...) esta tarea de la crítica de investigar qué efecto ha sido producido por una causa, y si el medio empleado ha sido el que se necesitaba para alcanzar su fin, resultará fácil si se hallan próximos la causa y el efecto, el fin y los medios”. 
[32] Ley (mandato y prohibición), el principio de la acción, el axioma y la regla, entre otras. 
[33] Prusia y Austria se unen en 1792 para invadir Francia para restaurar la monarquía y alejar las ideas de la Revolución Francesa. 
[34] Clausewitz diferencia entre los conceptos de Guerra absoluta (la que no existe en la práctica; mientras mayor sea la importancia del fin político, mayor será la tendencia de la guerra a ser absoluta). Lo que puede denominarse como Guerra teórica (los estados no utilizan todo su potencial ya que está condicionada al contexto político que la condiciona), y que Clausewitz considera desacertado. Guerra real (guerra en su verdadero aspecto, con fricción y emociones). Y Guerra limitada (si el despliegue de fuerzas no se corresponde con el fin político, no debe producirse el combate y seguir en la paz, aunque sea débil). 
[35] (...) “el arte de la guerra se transforma en política (...) en una política que entabla batallas en lugar de redactar notas diplomáticas”.

viernes, 17 de abril de 2015

Refugiados en el mundo durante 2014



En esta nota de prensa del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados nos hacemos una idea de cómo está la situación en cuanto a los refugiados mundiales en el primer semestre de 2014. Adjuntamos también el informe completo sobre Tendencias globales en el primer semestre de 2014 elaborado por ACNUR. 


Mientras la guerra continúa asolando varias regiones de Oriente Medio, África y otros lugares, ACNUR estima en 5,5 millones el número de nuevas personas desarraigadas durante los primeros seis meses de 2014, lo que indica un nuevo aumento en el número de personas desplazadas forzosas en el mundo.

El nuevo informe estadístico de ACNUR sobre el primer semestre de 2014 muestra que, de los 5,5 millones de nuevos desplazados, 1,4 millones de personas han cruzado las fronteras internacionales, convirtiéndose de este modo en refugiados, mientras que el resto han sido desplazadas en el interior de su propio país (desplazados internos). Teniendo en cuenta las poblaciones desplazadas existentes, la revisión de los datos, los retornos voluntarios y el reasentamiento, el número de personas que están siendo ayudadas por ACNUR (mencionadas en el informe como personas de interés de ACNUR) se elevaba a 46,3 millones a mediados de 2014, es decir, unos 3,4 millones de personas más que a finales de 2013, lo que constituye un nuevo máximo histórico.

Una de las principales conclusiones del informe es que, por primera vez, los sirios representan la mayor población de refugiados bajo el mandato de ACNUR (los palestinos en la región de Oriente Medio se encuentran bajo el mandato de la UNRWA), superando a los afganos, que se habían mantenido como la principal población refugiada durante más de tres décadas. Los refugiados sirios, cuyo número superaba los 3 millones a junio de 2014, representan actualmente el 23 por ciento de todos los refugiados que están siendo atendidos por ACNUR en todo el mundo.

Aunque actualmente ocupan al segundo lugar, los 2,7 millones de refugiados afganos en el mundo siguen siendo la mayor población bajo el amparo de ACNUR en situación de refugiados de larga duración (la Agencia de la ONU para los Refugiados define una "situación de refugiados de larga duración" como aquella que perdura desde hace al menos cinco años). Después de Siria y Afganistán, los principales países de origen de los refugiados son Somalia (1,1 millones), Sudán (670.000), Sudán del Sur (509.000), la República Democrática del Congo (493.000), Myanmar (480.000) e Irak (426.000).

Pakistán, que acoge a 1,6 millones de refugiados afganos, sigue siendo el principal país de acogida en términos absolutos. Otros países con importantes poblaciones de refugiados son el Líbano (1,1 millones), Irán (982.000), Turquía (824.000), Jordania (737.000), Etiopía (588.000), Kenia (537.000) y Chad (455.000).

Al comparar el número de refugiados con el tamaño de la población o la economía de los distintos países, el informe de ACNUR pone en contexto la contribución de los países de acogida: en relación al tamaño de sus poblaciones, el Líbano y Jordania acogen al mayor número de refugiados, mientras que en relación al volumen de sus economías, el esfuerzo asumido por Etiopía y Pakistán es el más importante.

En total, el número de refugiados bajo el mandato de ACNUR alcanzó los 13 millones a mediados de año, el nivel más alto desde 1996, mientras que el número total de desplazados internos protegidos o asistidos por la Agencia alcanzó un nuevo récord de 26 millones. Como ACNUR sólo proporciona asistencia a los desplazados internos en los países donde los gobiernos solicitan su participación, esta cifra no incluye a todos los desplazados internos en el mundo.
"En 2014 hemos constatado que el número de personas bajo nuestro amparo aumentaba hasta alcanzar niveles sin precedentes. Mientras la comunidad internacional continúe sin encontrar soluciones políticas a los conflictos existentes y sin prevenir el estallido de nuevos conflictos, seguiremos teniendo que lidiar con las dramáticas consecuencias humanitarias", ha señalado el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, António Guterres. “El coste económico, social y humano del apoyo aportado a los refugiados y a los desplazados internos está siendo asumido principalmente por las comunidades pobres, que son además las que menos pueden permitírselo. Se necesita una mayor solidaridad internacional si queremos evitar el riesgo de que cada vez más y más personas vulnerables se vean privadas del apoyo adecuado".

Otra importante conclusión del informe es el cambio en la distribución regional de las poblaciones de refugiados. Hasta el año pasado, la región que acogía a la mayor población de refugiados era la de Asia y el Pacífico. A consecuencia de la crisis en Siria, Oriente Medio y Norte de África se han convertido en las regiones que acogen ahora al mayor número de refugiados.

El informe de ACNUR se basa en los datos facilitados por los gobiernos y las oficinas de la Agencia de la ONU para los Refugiados en todo el mundo. Como la información disponible hasta la fecha no está completa, el informe no muestra todo el desplazamiento forzado a nivel mundial (estas cifras se presentan anualmente en el mes de junio en el informe Tendencias Globales de ACNUR, cuya última publicación mostraba que 51,2 millones de personas se encontraban desplazadas por la fuerza en todo el mundo a finales de 2013). No obstante, los datos que se presentan constituyen un elemento esencial del total y un indicador importante de las tendencias en materia de refugiados y desplazados internos en el mundo.


viernes, 10 de abril de 2015

Geopolítica y Energia


Los recursos naturales escasean cada vez más y el acceso a ellos provoca muchos de los conflictos armados más cruentos que existen en la actualidad. Pero, ¿cuál es la situación actual? En este artículo de Gonzalo Escribano que reproducimos podemos entender lo que ocurre entorno al petróleo y lo que de geoestrategia trae consigo. Este artículo fue publicado por El País y por el Real Instituto Elcano con el nombre de Volatilidad Geopolítica.


El descenso del precio del petróleo en un 50% desde junio supone, dado su peso en el comercio mundial, una gran redistribución de renta entre exportadores e importadores que altera los equilibrios geopolíticos globales, regionales y locales. La volatilidad de precios tiene reverberaciones geopolíticas asimétricas: para los importadores supone un impulso económico, pero para los mono-exportadores está en juego la viabilidad o el colapso de sus regímenes. Los países importadores calculan puntos porcentuales de PIB y desempleo, mientras que muchos exportadores afrontan escenarios de inestabilidad interna y debilitamiento estratégico en las zonas más inestables del planeta.

La primera víctima ha sido la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), reducida a mito racional incapaz de influir en los mercados. Arabia Saudí ha apostado por mantener su cuota de mercado a expensas de una caída de precios e ingresos que espera recuperar a medio plazo. Los saudíes tienen las mayores reservas de petróleo convencional y las terceras de divisas del mundo, y el tiempo juega a su favor; Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes disfrutan incluso de más holgura presupuestaria y financiera. Casi todos los demás miembros de la organización se enfrentan a problemas fiscales y financieros tras años de precios altos que ha disparado su gasto público sin diversificar ingresos. El argumento saudí de que los productores de altos costes ajusten el mercado es económicamente impecable, y promete una pugna interesante con la industria del fracking y su capacidad para reducir costes.

EEUU puede ser el nuevo productor responsable de ajustar el mercado (swing producer), aumentando la producción con los precios y reduciéndola al caer estos. Ese nuevo papel, jugado hasta ahora por Arabia Saudí, daría un protagonismo geopolítico diferente a EEUU hasta que su producción empiece a declinar dentro de una década según las proyecciones. La caída de precios afecta más a otros productores, como los de aguas profundas que ya han reducido la inversión para 2015. El entusiasmo por el Ártico ha desaparecido, y un escenario de menores precios podría afectar negativamente a las arenas bituminosas canadienses y crudos ultra-pesados venezolanos, a las regiones petroleras y gasistas africanas emergentes o a la reforma petrolera mexicana.

Irán, Argelia, Venezuela y Nigeria necesitan precios de 120-130 dólares el barril para mantener la estabilidad interna y equilibrar su presupuesto. Irán, con las segundas reservas probadas de petróleo convencional del mundo, produce la tercera parte que Arabia Saudí, y está sometida a sanciones que le impiden desarrollar sus recursos. Los bajos precios podrían minorar sus variadas rivalidades regionales: elevando el coste de no cerrar el acuerdo nuclear y prolongar o agravar las sanciones. Pero sobre todo, le debilita frente a Arabia Saudí. Aunque las motivaciones saudíes sean económicas, esta es sin duda la consecuencia geopolítica más dulce para el reino.

En Argelia, como en toda la región, la primavera árabe desvió la gestión económica de la prudencia. Aunque tiene margen financiero por sus reservas de divisas, no atrae inversiones para revertir el declive de su producción de petróleo y gas. Las últimas rondas de licencias han recibido escaso interés, dado lo poco atractivo de las condiciones y, salvo Repsol y Cepsa, pocas compañías internacionales han acudido. Los bajos precios del petróleo, y del gas por la indexación de este al primero, confluyen con un fuerte crecimiento del consumo energético interno y la debilidad de la demanda europea. La inestabilidad en Libia y el Sahel añaden costes geopolíticos, y aunque Argelia es un Estado fuerte necesita recursos para afrontar una situación de seguridad muy complicada en sus fronteras meridionales.

La coyuntura de otros miembros de la OPEP es más dramática. En Venezuela se conjuga con el deterioro de la capacidad de la petrolera nacional, PDVSA, para gestionar sus recursos. El petróleo ligero estadounidense del fracking ha desplazado al crudo pesado venezolano y ligado el destino del país a la demanda asiática y a los préstamos que le proporciona China a cambio de petróleo. La caída de precios también dinamita Petrocaribe, como acaba de mostrar República Dominicana recomprando su deuda petrolera con Venezuela a mitad de precio. Hay evidencias de un ciclo político en que los precios altos favorecen la nacionalización y su bajada la liberalización, pudiendo propiciar una regresión del atractivo de los modelos de algunos países de la alianza bolivariana (ALBA), y en general de las políticas nacionalistas en los demás productores. Precios bajos significan aquí una amenaza existencial para el presidente Maduro y el legado chavista en América Latina.

Nigeria asiste al derrumbe de precios con unas elecciones presidenciales y legislativas atrasadas al 28 de marzo por la ofensiva de Boko Haram. Ambos elementos suponen una fuerte presión económica y de seguridad para Nigeria, pero también enfrían las expectativas de desarrollo de otros productores de la región. Libia e Irak presentan las situaciones más extremas. Sus Gobiernos ni siquiera controlan sus recursos, sea el petróleo rebelde libio, el crudo kurdo iraquí o los pocos campos en manos del Estado Islámico. En Libia, el conflicto interno ha desembocado en dos ministros del petróleo, dos gobiernos, dos parlamentos y ningún interlocutor. Una propuesta europea de embargo a Libia fue descartada por su impacto cierto y desastroso sobre la economía del país, pero dudoso sobre su pacificación.

El gran perdedor fuera de la OPEP es una Rusia sancionada y en recesión. El impacto de sus dificultades económicas beneficia a Europa y China, exponiendo a Moscú a una rivalidad simultánea que siempre quiso evitar. Asia será la región económicamente más beneficiada, pues no en vano la guerra de precios se ha desatado por su mercado, pero China mejora igualmente sus expectativas geopolíticas en Asia Central. Estados Unidos sale reforzado como eventual nuevo regulador del mercado, además de como gran productor camino a la autosuficiencia. Europa también puede conseguir el dividendo económico de la moderación de precios y el geopolítico de la moderación de Rusia. En todo caso, sería bueno que la flamante Unión de la Energía esté preparada para gestionar la volatilidad geopolítica que prometen los bajos precios del petróleo: no se tratará solo de Rusia.


viernes, 3 de abril de 2015

La Paz Perpetua, de Inmanuel Kant



En todas las biografías sobre Immanuel Kant (1724-1804) que he tenido la oportunidad de leer aparece, en primer lugar, que fue un filósofo prusiano de la Ilustración. En segundo lugar figura como el filósofo crítico por excelencia. En tercer lugar como el precursor del llamado Idealismo alemán. También coinciden en definir a Kant como uno de los filósofos y pensadores más influyentes de la filosofía universal. Veamos, como aproximación, su contexto. Prusia es fundamental para entender el estado alemán y la actual configuración de Europa. Como Reino, fue potencia hegemónica europea durante casi dos siglos, con distintos nombres, guerreando e interactuando con una docena de países de su entorno y jugando un importantísimo papel en acontecimientos tanto mundiales como continentales. Kant vivió, por tanto, hitos históricos tales como la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) y la Revolución Francesa (1789). Como Ilustrado, participó de la modernización cultural y académica del continente, ayudando a transformar las caducas instituciones del Antiguo Régimen. Como el resto de autores, Kant participa que la razón es el único medio para conseguir la verdad. Ésta y el progreso, son los únicos caminos para que el hombre alcance la felicidad. Como crítico epistemológico, sus pensamientos son, quizá, los más relevantes, para quien los límites del conocimiento residen en hacer siempre, y en todo lugar, el uso público de la razón. El idealismo alemán, como escuela filosófica creada por el propio Kant, establece que la realidad no es reconocible tal y como es en sí misma, sino que requiere de la razón para saber qué es cada cosa en cada momento. Este movimiento se enraíza, lógicamente, en la Ilustración y en el Romanticismo, y comparte escuela con Fitche y Hegel.

Tal y como nos dice Antonio Trunyol [1], Kant fue de producción tardía. Publicó su Crítica de la razón pura a los 57 años, y el opúsculo La paz perpetua en 1795, con 71 años. En ese año Polonia deja de existir al concertar Prusia, Austria y Rusia el reparto de su territorio. En Francia se instituye el actual sistema métrico. Jenner descubre la vacuna de la viruela. Volta crea la primera pila eléctrica y Laplace expone su teoría de la formación del sistema solar, hablando ya de los agujeros negros. 

Este es el contexto en el que Kant escribe su obra La paz perpetua, quizá imbuido en la creencia de que los grandes cambios van asociados a las movilizaciones sociales, caracterizadas éstas por las revoluciones y las guerras [2]. Para él, paz perpetua es la visión cosmopolita del derecho y la justicia universal, el derecho de las gentes o globalización de la justicia; también lo que hoy día llamaríamos la internacionalización del derecho, la regulación de los conflictos bélicos, el pacifismo mundial o el progreso moral de la especie. La razón es unidad, armonía, por lo que la guerra es algo antinatural, irracional [3]. Planteamientos como los de Montesquieu, Diderot, Rousseau o el Abate de Saint-Pierre condicionan el pensamiento de Kant y le inducen a escribir esta obra de 69 páginas (aproximadamente). 

El proyecto Kantiano, comprende artículos y máximas destinadas a la consecución de la paz perpetua. En total son seis artículos preliminares, donde Kant explicita leyes prohibitivas, para evitar la guerra, y tres definitivos, donde el filósofo nos dice cómo conseguir la paz, concretándolo en dos condiciones fundamentales: el perfeccionamiento de las constituciones republicanas de los estados y la extensión del modelo contractual de los individuos a los estados. Kant entiende la república como lo más parecido a la democracia actual, como la participación de los ciudadanos en el gobierno del estado. Como veremos más adelante, Kant dice que la paz está garantizada con una constitución que reconoce fueros a cada miembro, donde la ley sustituye a la fuerza. También es importante el concepto federación, donde los pueblos se unen en un estado de naciones (un solo organismo estatal universal) donde cada estado conserva su autonomía [4]. Diez años antes, en su libro Metafísica de las costumbres el autor nos había hablado de un congreso permanente de estados; esta confederación serviría para acercarse a la paz perpetua, como el deber ser y hacer de los estados. 

En los artículos preliminares para la paz perpetua entre los estados, Kant identifica la paz como el fin de las hostilidades. Así, tenemos la base del entendimiento mínimo entre estados, unas máximas de orden jurídico y moral que aparecen en la sección primera: 1. Cualquier tratado firmado entre estados, que mantenga reserva secreta alguna sobre el futuro, no podría ser considerado como la paz, sino como armisticio [5]; 2. Como los estados no son patrimonio de nadie, salvo de la sociedad libre de hombres y mujeres que los conforman, no podrá ser adquirido por otro [6]; 3. La ausencia de ejércitos [7]; 4. La prohibición de que la política exterior de los estados genere deuda pública, ya que de otra manera, un estado estaría en manos de otro siempre [8]; 5. No intervenir en los asuntos particulares de cada estado [9]; y 6. Entre los estados en guerra debe existir cierto “código” que impida utilizar estrategias y conductas que puedan evitar la paz futura [10]. Todas estas leyes se consideran prohibitivas por el autor para todos aquellos que detenten el poder. Ahora bien, de todas ellas, las números 1, 5 y 6 no pueden dejar de ser aplicadas, si bien los número 2, 3 y 4 puede dilatarse su aplicación en el tiempo. De esta forma quedan configurados los llamados “artículos preliminares” necesarios para la paz perpetua entre los Estados. 

Es la sección segunda la que contiene los artículos definitivos para la paz perpetua. Kant asegura que el estado natural del hombre es el de la guerra, por lo que la búsqueda de la paz entre semejantes no es natural. Bajo la constante amenaza de la guerra, la paz debe ser instaurada. Desarrolla tres artículos a los que denomina definitivos para la paz perpetua:

1. “La constitución civil de todo estado debe ser republicano”. Kant basa su república en tres conceptos: Libertad de todos los hombres, estado de derecho e igualdad de derechos y deberes. La constitución republicana no solo busca la paz en origen, sino que todo su contenido está pensado para que la paz sea duradera. Hay que recordar que Kant bebe del pensamiento platónico en tanto en cuanto los hombres son enemigos de los hombres; éstos son sociales por naturaleza por lo que la aparición del Estado es concebida como algo lógico con el fin conseguir la paz educando para la guerra. Al contrario que Platón, Aristóteles pensaba que el hombre no es malo por naturaleza. Sin embargo, pensaba lo mismo sobre que el objetivo de la guerra no es otro que restaurar la paz. En la medida en la que los estados se rigen por constituciones republicanas, son los ciudadanos los que decide si existe guerra o no. Cuando no existe la república, es el jefe del estado, sin contar con los ciudadanos, el que decide si el país declara la guerra o no. El estado ya no es, por tanto, propiedad de sus ciudadanos, sino del jefe del estado. Esta constitución republicana, el republicanismo, es el principio político de la separación de poderes (Kant habla de los poderes ejecutivo y legislativo) y de la soberanía popular. 

2. “El derecho de gentes debe fundarse en una federación de estados libres”. Los pueblos, como los hombres, se perjudican unos a otros en su estado de naturaleza. Todos aquellos que cuenten con una constitución republicana donde se puedan garantizar los derechos deben asociarse en una federación de estados libres. Kant piensa en una confederación de Estados donde no existe una instancia superior que los controle. El derecho es, por tanto, esa instancia superior que domina el principio malo que mora en el hombre y que lo hace guerrear, que lo pondera y domina. Un pueblo fuerte e ilustrado se gobierna por una constitución republicana y ésta, por definición, busca la paz perpetua. Toda federación de estados libres, de pueblos, busca acabar con las guerras para siempre (federación de la paz) y no solo el pacto por la paz, que significa acabar con una guerra determinada. 

3. “El derecho cosmopolita debe limitarse a las condiciones de la hospitalidad universal”. El extranjero no será tratado hostilmente por el hecho de haber llegado a un territorio que no es el suyo. En este caso Kant nos habla del principio de hospitalidad universal. Su razonamiento es sencillo en sí mismo: la superficie de la tierra es propiedad de todos los hombres por lo que todos tienen derecho a estar en cualquier lugar de la finita extensión terrestre. La inhospitalidad es contraria al derecho natural. Sin embargo, Kant afirma que la única conducta inhospitalaria es la de los comerciantes. En su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres habla de ellos con algo más de profusión [11]. Cuando éstos visitan a países y pueblos extranjeros tratan de conquistarlos [12]

En virtud de estos tres artículos definitivos para la paz perpetua Kant nos demuestra que sentía desconfianza en los pactos de paz y la ruptura casi sistemática de los compromisos políticos internacionales, tal y como nos lo describe Teresa Santiago Oropeza [13]. La paz entre estados republicanos lo es entre territorios que deciden abandonar su estado de libertad salvaje para formar parte de una comunidad pacifica donde ningún estado pierde su soberanía gracias a una constitución republicana [14] (y sometidos al imperio de la ley, donde reina un sentido de justicia global). Así, libertad, igualdad y valoración del individuo, principios de la Ilustración, son asumidos plenamente por Kant. La capacidad legislativa del ser humano forma parte de la ética y la moral kantianas, siendo uno de sus imperativos categóricos [15] desarrollado en su libro anterior Metafísica de las costumbres

Kant en el suplemento primero de su Paz Perpetua, vuelve a insistir en las garantías de dicha paz, siendo nítido en cuanto a quién la suministra: la naturaleza. Destino o Providencia son sinónimos de naturaleza que los hombres utilizan indistintamente, en función de si cargan su significado en las leyes de la misma o el devenir de sus actos. Ahora bien, ¿cómo se organiza la naturaleza? Ésta ha “cuidado” que los hombres de la tierra puedan vivir en cualquier parte de la misma, siendo la guerra la que ha llevado al hombre a territorios inhóspitos (primer arma de guerra del hombre, el caballo), desde el prisma natural del hombre como animal (recordar que Heráclito habla del principio de la discordia de la guerra como motor de cambio social). En cuanto a la consideración del hombre como ser racional, la naturaleza impone su finalidad moral y ética, asegurando que los hombres hagan uso de la libertad en virtud de las leyes. El derecho tiene por objeto hacer compatibles las libertades de todas las personas, es decir, la libertad. El fin del Estado es garantizar la eficacia del Derecho y, por tanto, la libertad también. Para Kant, el derecho Público es el que impera en el estado civil y es el conjunto de leyes positivas, públicamente sancionadas, por las que se rige un Estado o grupo de Estados. El Derecho Público, para Kant, se divide en: Derecho Político [16], Derecho de Gentes [17] y Derecho Cosmopolita [18]. Además, la naturaleza se sirve de dos medios para diferenciar a los pueblos, la religión y la lengua, que conllevan a la guerra por su propensión al odio mutuo. Pero también une pueblos, gracias al espíritu comercial que NO puede coexistir con la guerra, pero que se apodera de todos los pueblos. El poder del dinero es el más fiel de los poderes subordinados al Estado, que se ve obligado a fomentar la paz con negociaciones cuando se amenaza el poder económico de un estado. La naturaleza, así, garantiza la paz perpetua mediante los instintos humanos. 

La última parte del libro versa Sobre la discrepancia entre la moral y la política respecto a la paz perpetua. Kant define la moral como el conjunto de leyes obligatorias según las cuales debemos actuar. La política, en tanto en cuanto es derecho aplicado, no puede confrontar con la moral [19], que es teoría del derecho. Después de varias reflexiones sobre la honradez, el político moral y el moralista político, Kant muestra su apoyo a que los pueblos alcancen por medio de la revolución la capacidad de gobernarse desde una constitución republicana y desterrar estados despóticos (algo que defenderá también en De la armonía de la política con la moral según el concepto trascendental de derecho público). De esta manera sigue defendiendo el principio de justicia universal (“reine la justicia y húndanse todos los bribones que hay en el mundo”) volviendo a su receta de la paz perpetua: Estado de derecho [20], constitución, unión de estados... Concluye Kant que no existe conflicto entre moral y política esgrimiendo que es el concepto de derecho el que puede fundar una paz duradera. Si existiera algún tipo de incompatibilidad entre ellas, se utilizaría el principio de publicidad, que no es otra cosa que la legitimidad de la norma haciéndose públicos y notorios sus propósitos, asegurándose su cumplimiento. 

Sin duda, la obra de Kant adelanta muchas de las ideas sobre las que descansa el mundo de la política internacional hoy día. Conceptos tales como federación de pueblos, derecho de gentes, justicia global, república serían sinónimos de los actuales Naciones Unidas, imperio de la ley, derecho internacional y democracia. Su forma de regular los conflictos bélicos también parece preceder a los actuales convenios de La Haya y Ginebra. Y el concepto de progreso moral de la especie tiene mucho del pacifismo global que hoy día se defiende intensamente. 






[1] A. Trunyol. La Paz Perpetua. Presentación. Madrid. Tecnos. 1985. P 10. 


[2] Teresa Santiago Oropeza. Kant y su proyecto de una paz perpetua. Revista Digital Universitaria. Número 11. 2004. 


[3] José García Caneiro. Revista A Distancia. UNED. PP 98-102. 


[4] Federación libre de estados republicanos. 


[5] No debe considerarse válido ningún tratado de paz que se haya celebrado con la reserva secreta Sobre alguna causa de guerra en el futuro. (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P5). 


[6] “Ningún estado independiente podrá ser adquirido por otro mediante herencia, permuta, compra o donación”. (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P6) 


[7] “Los ejércitos permanente deben desaparecer totalmente con el tiempo” (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P7). 


[8] “No debe emitirse deuda pública en relación con los asuntos de política exterior” (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P8). 


[9] “Ningún estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución y gobierno de otros” (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P9) 


[10] “Ningún estado en guerra con otro debe permitirse tales hostilidades que hagan imposible la confianza mutua en la paz futura, como el empleo de asesinos, envenenadores, el quebrantamiento de capitulaciones, la inducción a la traición, etc. (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P10) 


[11] Dice Kant que “.../... un comerciante puede estar tentado de engañar a un comprador incauto y cobrarle fraudulentamente más de lo que corresponde. Si no lo hace es por miedo a que lo pillen. Pero habría que ver qué haría uno en caso de ser un comerciante seguro de no ser pillado.” 



[12]Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P28. 


[13]Kant y su proyecto de una paz perpetua. Revista digital universal. Volumen 5. Número 11. 2004. P8. 


[14]“.../... la única perfectamente adecuada al derecho de los hombres, pero también la más difícil de establecer y, más aún, de conservar, hasta el punto de que muchos afirman que es un derecho de ángeles, porque los hombres no están capacitados, por sus tendencias egoístas, para una constitución de tan sublime forma.” (KANT. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P38). 


[15]Mandamiento autónomo y autosuficiente capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. 


[16]Este principio se refiere a los miembros de la sociedad civil en tanto que sujetos activos que participan en la legislación a través de voto, dentro de una constitución republicana donde exista separación de poderes: libertad, igualdad y ciudadanía. 


[17]El que rige las relaciones entre Estados y debe fundarse en una Federación de Estados libres que garantice la paz. Podríamos considerar este derecho como el actual Derecho Internacional. 


[18]Conjunto de leyes de deben regular las relaciones entre los Estados y los ciudadanos de otros Estados, pero como miembros de una comunidad humana mundial. Hospitalidad Universal. 


[19]Kant nos dice que la moral es teoría general de la prudencia, es decir, aplicar los medios adecuados a los propósitos. (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P45). 


[20]“.../... El derecho de los hombres debe mantenerse como cosa sagrada por grandes que sean los sacrificios del poder dominante”. (Kant. La paz perpetua. Tecnos. Madrid. 1985. P60).