viernes, 25 de noviembre de 2016

La Unión Europea en las relaciones internacionales


Prueba de que la naturaleza de la política ha cambiado, desde la caída del Muro de Berlín,  es la existencia de la Unión Europea (en adelante UE). En un espacio corto de tiempo, los estados que constituyeron la CEE han trocado su comportamiento; también los países que participaron de las cuatro ampliaciones (de la CEE-9 a la UE-15). Pero muy distintos eran los estados que se incorporaron a la UE desde 2004 (la UE-25, la quinta ampliación con 10 nuevos países y 75 millones de habitantes más), llevando el multilateralismo, la seguridad y la defensa colectiva a antiguas repúblicas y países satélites de la extinta URSS. La UE es, hoy, un sistema multicéntrico donde conviven 503 millones de habitantes de 28 estados.

La globalización envuelve a una sociedad heterogénea, compleja e interdependiente como la europea, que tiene dificultades para percibir el poder; éste, el poder,  es algo que se ha vuelto difuso y los estados necesitan de una superestructura útil que garantice, con claridad,  seguridad y bienestar. Pero, además, esta superestructura que significa la UE, se apoya en otras estructuras supranacionales, ya sean regionales o globales, en los que asentar sus principios para llevarlos a otros territorios. Y para llegar a este extremo los estados de la UE optaron por el europeísmo, consolidando un gran mercado económico y construyendo un sistema político de valores. Pero en el momento en el que la UE se dotó de una Política Exterior y de Seguridad Común (en adelante PESC[1]) se convierte en un actor internacional, con identidad propia en el contexto mundial. De ahí que se considere a la UE como un subsistema internacional, dentro del actual sistema internacional, donde los estados entregan parte de su soberanía para la cooperación política europea, para la seguridad, la defensa y la política exterior.
Tal y como dice Barbé[2] “.../... la UE suma a su condición de zona de paz su carácter de entidad posmoderna (transferencia de soberanía).”
Desde la Cooperación Política Europea (en adelante CPE) de 1970 hasta Maastricht en 1993[3], el empeño ha sido incorporar la política exterior, la seguridad y la defensa entre los pilares de la UE para poder ser, con garantías, un verdadero actorness[4] en la esfera internacional. Hoy en la UE, además del Parlamento Europeo, la Comisión Europea y Tribunal de Justicia, como representación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, tenemos un Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y de Seguridad (en adelante AR, hoy Alta Representante que ocupa el puesto de Vicepresidente de la Comisión Europea, teniendo además la competencia de Defensa). Este cargo existe desde el Tratado de Lisboa, es decir, desde 2007, con la intención de superar la no nata Constitución Europea, cambiando su denominación,  y facilitar una mejor y más cohesionada proyección internacional de la Unión Europea[5]

Sin duda es un paso más en la integración política de la UE y un avance significativo en su configuración como protagonista de la escena internacional. Pero la UE no deja de ser una potencia en proceso de formación, con dudas sobre su sostenibilidad por parte de importantes estados europeos,  dentro de un sistema internacional en cambio. En este momento no existe un claro hegemón mundial, sino varios líderes regionales que condicionan las agendas internacionales[6] en un mercado económico aún en crisis y con el terrorismo global, el yihadismo salafista,  como una constante de las relaciones bilaterales y multilaterales. A este escenario se suma un nuevo actorness con decidida energía, pero el resto de los actores saben que la política que la UE hace en materia exterior y de seguridad común es la suma de la propia más las 28 de los estados miembros, modulando constantemente la acción política en estas áreas de la UE. Además, el requisito de la unanimidad para la adopción de acuerdos en estas materias pone en paralelo la importancia de la soberanía de los estados con respecto de la propia de la política AR de la UE. Sólo así se puede entender la larvada, y conocida, discusión en el seno de la UE sobre los avances en la integración política, una vez consolidada la económica; el fracaso de la llamada Constitución para Europa tiene ese sentido.  

Reino Unido[7], Dinamarca y los 10 países de la Europa central y oriental de la quinta ampliación (2004) se amparan en el intergubernamentalismo, frente al supranacionalismo del resto de los países UE[8]. Y este es el debate, desde mi punto de vista: el camino hacia una UE fuerte en lo político, que complemente lo ya conseguido en lo económico y que avance en otros aspectos sociales, superando las democracias nacionales, sin sustituirlas, para avalar procedimientos conjuntos de una UE que acoja la soberanía de los estados miembros en un Parlamento Europeo con mayores competencias, construyendo, desde la europeización, diferentes políticas verdaderamente conjuntas para todo el territorio UE-28.

Una UE que debe constituirse como potencia civil, sin duda, con estructuras de coordinación en materia de defensa que le configuren también con posibilidades militares para misiones concretas, como ocurre en la actualidad,  y de apoyo a las estructuras existentes de seguridad colectiva y cooperativa. La UE es una “.../... zona de paz, espacio de negociación y compromiso”[9], además de una fuerza para el bien[10], que lleva a todo el orbe sus valores de democracia, derechos humanos, estado de derecho y libertades fundamentales. Estos valores hacen que la UE también sea una potencia normativa, al tener una política exterior estructural tendente a “.../... modificar e influir estructuras políticas, legales, socio-económicas, de seguridad y sostenibles[11]

Siguiendo este esquema de deducción, la UE sería una potencia normativa que hace uso de los valores universales para implantarlos en todo el mundo, una potencia de mercado, que ha regulado su mercado interior para externalizarlo, y tradicional[12]; marca sus objetivos estratégicos y pretende hacerlos confluir desde el punto de vista estructural, en términos de Hard/Soft Power, o desde el punto de vista material, ya sea para procurar seguridad a la frontera sur de la UE en materia de inmigración o para procurar energía a los estados miembros.

Lo que le falta a la UE es avanzar en la integración política, algo que divide casi al 50% a los estados miembros. Y ese es el quid de la cuestión, desde mi punto de vista. La UE necesita avanzar en tantas cuestiones de relevancia internacional, y de seguridad/defensa común, que se hace necesario avanzar en sus estructuras políticas y sociales. Quizá el ejemplo de los refugiados sirios sea el más flagrante[13], pero hay muchos más vienen a colación (inmigración, cambio climático, gobernanza global, tensiones interiores, presiones nacionalistas...). Xavier Folch[14] el pasado 5 de abril nos dice que la UE, para sobrevivir, necesita un nuevo paradigma, que supere definitivamente el mercado común y que se adentre en la Europa política.

La vieja máxima del realismo estructural de Waltz[15] parece seguir estando presente, a pesar del tiempo en el que se explicitó, pero parece que el interés propio de los estados en otorgar seguridad a sus habitantes sigue estando por encima de cualquier cosa, incluso de las superestructuras políticas. Esto debe cambiar.





[1] La PESC incorpora el conjunto de las relaciones de Seguridad y Defensa, lo que se denomina Política Común de Seguridad y Defensa o PCSD.
[2] Esther Barbé. La UE en las relaciones internacionales. Madrid.Tecnos.2014.  Pág. 19. 
[3] Tratado de la Unión Europea (TUE).
[4] En lo que se refiere a la UE, utilizamos la expresión actorness para referirnos a la capacidad de una entidad jurídica o política  para ser un agente reconocido en las relaciones internacionales en base a los principios de autoridad, cohesión, autonomía y reconocimiento. Ibídem nota 2, pág. 24.
[5] El esfuerzo de la UE no fue baladí, ya que la actual AR (Federica Mogherini) asume las competencias de las estructuras anteriores del Alto Representante del Consejo para la política Exterior y de Seguridad Común (el denominado Míster PESC), el Comisario Europeo para las Relaciones Internacionales y el Presidente del Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Internacionales.
[6] EE.UU, la UE y los BRICS (entre ellos Rusia y China sobre todo).
[7] El denominado Brexit (abreviatura de British Exit)  reproduce la opinión de un grupo de partidos políticos británicos del ala conservadora, que impulsan un referéndum para que los ciudadanos decidan si quieren permanecer o no como miembros de la UE en 2017. Aunque los argumentos son de base económica (mayor competitividad de  Gran Bretaña si no formara parte de la UE), existen peros a dar pasos a la integración política, criticando la acción exterior de la UE en materia de acogimiento de refugiados, fundamentalmente de Siria.
[8] Ibídem nota 2. Pág. 21.
[9] Ibídem nota 2. Pág. 25.
[10] Ibídem nota 2. Pág. 26.
[11] Ibidem nota 2. Pág. 27.
[12] Ibidem nota 2. Pág. 29.
[13] La UE acuerda expulsar a Turquía incluso a los sirios en suelo europeo  http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/07/actualidad/1457352301_920991.html
[14] Xavier Folch. A Europa le faltan pasos de gigante. El País 5 de abril de 2016.  http://internacional.elpais.com/internacional/2016/04/03/actualidad/1459695412_773254.html
[15] Kenneth Neal Waltz (8 de junio de 1924-12 de mayo de 2013).

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